El Nàstic salió vivo de una película de terror que comenzó con la lesión de su jugador estrella, Roger Brugué, y terminó con un Andorra que asedió hasta el final, pero que no encontró premio. Dos equipos que jugaron sus bazas de distinta manera, pero que no pudieron imponer su ley. El empate refuerza a un conjunto grana que sale líder de Andorra, con el gol average ganado ante su rival más directo y con cinco partidos solo por delante de la primera fase. La Segunda B Pro está más cerca y solo quedar rematar la faena.
Ni se habían observado en la escena del crimen cuando el Nàstic comprobó como el partido le tenía preparada una sorpresa envenenada en el inicio del guion. Así en frío y sin esperarlo, como más duelen las cosas. En cuestión de segundos los tarraconenses veían como Brugui y Fran Carbia decían basta a las primeras de cambio. Dos lesiones musculares, la del gerundense apunta a que es importante, golpeaban directamente a la línea de flotación ofensiva del cuadro grana. No se habían cumplido los 10 minutos cuando Toni Seligrat tenía que echar mano de ese valioso banquillo para meter a Pol Ballesteros y Pedro Martín. Bendito fondo de armario.
Si alguien esperaba que el Nàstic iba a ser un conjunto que se iba a dejar caer después de perder dos piezas importantes de su equipo es porque no le conoce en absoluto. Si algo ha demostrado el conjunto tarraconense es que siempre compite. Resiliencia, esa bonita palabra que cada vez es más utilizada por todos, define perfectamente al equipo grana. En las buenas y en las malas, pero siempre con la cabeza por delante.
El conjunto tarraconense encajó el golpe con orden y compromiso. De eso se trataba ante un Andorra que había salido mandón y dispuesto a acumular balón y más balón. La receta grana para ello era defender en bloque medio con un marcado 4-5-1 en el que los espacios no iban a ser fáciles de dibujar. Dos maneras diferentes de entender el fútbol, pero que bien ejecutadas resultan igual de peligrosas. Porque el Nàstic replegaba, pero amenazaba al espacio con la velocidad de hombres como Pol Ballesteros o Pedro Martín.
Estaba siendo una primera mitad sin sobresaltos en ambas áreas ante dos equipos que interpretaban bien lo que les demandaba su partido, pero sin conseguir conectar de manera diferencial en los metros finales. En la única en la que el Andorra pudo conectar bien llegó el gol. Fue en una jugada extraña en la que las protestas en distintas acciones sin balón se acumulaban desde el lado grana pero que terminó con una bonita combinación en el área pequeña que finalizó Kike Saverio con un derechazo que se coló en el palo largo de la portería de José Aurelio Suárez.
Necesitaba el Nàstic meter miedo desde el primer minuto de la reanudación. Si algo ha hecho el conjunto grana durante esta temporada es no avisar, sino que directamente muerde a la yugular. Lo volvió a hacer en una emboscada de Albarrán que terminó con robó en el interior del área, centro tenso envenenado y gol en propia de Loureiro. Empate al zurrón en el 47’ y a volver a empezar.
El partido no varió y reforzó la apuesta de los dos equipos que tenían clara su misión. El Andorra siguió acumulando cuero y el Nàstic mantenía su bloque medio. El esfuerzo físico y mental al que se vieron sometidos los tarraconenses pasó factura y en el final del partido aparecieron más los espacios ante un Andorra que se quitó de manera definitiva la careta y fue a por todas en busca de la victoria.
Hasta en cuatro ocasiones distintas pudieron los andorranos llevarse la victoria, pero les faltó colmillo y suerte. Vilanova estrelló un balón en el larguero, Carlos Martínez conectó un cabezazo que pasó rozando la escuadra de la portería de Suárez y Bonilla y Albarrán estuvieron providenciales para evitar el mano a mano de Carlos Martínez y Martí Riverola respectivamente. Cuatro ocasiones tremendas que hubiesen sido gol en otra temporada en la que las desgracias se acumulaban solas. Esto ha cambiado este año y es ya una realidad absoluta que si al Nàstic necesite que le salga algo de cara le sale. Unos le llaman suerte, otros trabajo. Probablemente sean las dos. Así de sencillo.
El empate quizás no fue justo porque el Andorra tuvo muchas, pero tampoco terminó de rematar la faena. En todo caso, en estos partidos es donde no hay que merecer sino lograr y eso el Nàstic lo está bordando. Ya son 14 partidos sin perder y el equipo sigue elevando su techo competitivo. Quizás no tiene fases brillantes de elaboración, pero tiene una pegada descomunal y en defensa se ordena y sabe replegarse y presionar arriba cuando toca. En otras palabras, el Nàstic es un equipo completo que domina muchas artes del juego y por eso está donde está. Nada es casualidad. Ahora parón y a descansar.