El Nàstic se dejó otros dos puntos en casa. Solo suma dos de seis y ante el Sestao se mejoró en la imagen respecto al Ourense, pero se volvió a evidenciar que sigue faltando contundencia en las dos áreas. Se pudieron meter más de un solo gol, faltó puntería y sobró Herrerín, y el tanto encajado reflejó que algo no funciona en una defensa demasiado frágil hasta el momento.
El Nou Estadi volvía a ser él. Su corazón volvió a latir. Lo vivido ante el Ourense fue un claro reflejo de lo que es el Nàstic sin su afición, poca cosa. Recibir la cautelar este pasado jueves fue marcar el primer gol. Iba a haber aliento en las gradas y eso era algo que la plantilla grana necesitaba sentir. Jugar sin sus granas en las gradas es como pasar una noche fría en la intemperie sin una manta a mano. Se puede sobrevivir, pero cuesta mucho más.
Dani Vidal repitió once. Una nueva oportunidad para una alineación que aprobó raspado con el insulso empate en el debut liguero ante el Ourense. A veces para ofrecer otra imagen no es necesario cambiar los nombres. A veces simplemente basta con ordenar ideas que ayudan a corregir errores.
El Nàstic salió con mucho más dinamismo que en la primera jornada. El equipo era consciente que para desordenar defensas cerradas debe mover rápido el cuero, pero también mover piezas de manera intermitente sin él. Narro desde un comienzo se convirtió en el foco. En la banda izquierda encontró ese ecosistema en el que recibir, encarar y generar ventajas.
Ni siquiera habían pasado 10 minutos de partido y ya había generado dos entradas merecedoras de tarjeta y había iniciado la ocasión más clara de la tromba inicial grana. Narro mediapunteó y encontró a Joan Oriol cogiendo la espalda del rival. Le filtró el cuero en el momento preciso y con la potencia exacta. El cambrilense paró el tiempo ya en el interior del área, como pocos saben hacer, y encontró a Gorostidi llegando de segunda línea. El vasco remató una volea cruzada en la que Herrerín emergió para sacar el primero. El Nàstic ya había avisado.
El Nàstic volvió a tener otra ocasión clarísima en el ecuador de la primera mitad. Otra vez Narro la generó en una transición con mucha esencia grana. Pablo peinó un balón medido de Oriol y el extremo balear se desplegó por banda. La puso perfecta para la llegada de Antoñín Cortés en el segundo palo. El malagueño remató con poca contundencia y le dio la oportunidad a Herrerin de ser vencedor en el achique. El rechace le quedó a Jardí que remató, pero repelió el balón en un defensa. El conjunto grana había perdonado por partida doble. Merecía más por juego, pero le estaba faltando esa tan a veces anhelada contundencia.
Justo antes del descanso, el Nàstic tuvo otra. De nuevo Gorostidi mostró esa capacidad que tiene para pisar área. Batió líneas donde el balón quema y se generó el espacio suficiente como para cargar la pierna. Lo hizo sin ángulo y Herrerín sostuvo de nuevo a los suyos. La veteranía llega muchas veces donde no lo hacen las piernas. Lo demostró de nuevo en una nueva parada a Antoñín en la que de nuevo no dio tregua. El conjunto grana se marcha al descanso sin goles porque le había faltado puntería y enfrente estaba un guardameta que demostró porque su carrera ha transcurrido en la élite.
El Nàstic comenzó la segunda parte con las ocasiones falladas en su mente. Eso le hizo tener una salida menos impetuosa que en la primera mitad. No obstante, hubo una jugada que volvió a conectarle. Antoñín, Narro y Pablo firmaron una triangulación perfecta que terminó en la cabeza de Pablo. ‘El Faro de Candás’ falló en su especialidad. Su remate no encontró portería cuando parecía que iba a rememorar los tantos conseguidos el curso pasado ante el Celta Fortuna y el Deportivo en la misma portería.
Si la figura de Iago Herrerín había perdido algo de protagonismo lo volvió a acaparar. Otra vez le amargó la tarde a Antoñín en una jugada en la que el malagueño lo volvió a hacer todo bien, menos lo más importante, la definición.
A Herrerín solo se le podía batir con una obra de arte. El escenario estaba claro. Ander Gorostidi dijo que ya bastaba. Que ahora le tocaba a él ser el actor protagonista. En una jugada repleta de paciencia y sosiego, el mediocentro vasco recogió el cuero en la medular. La afición pedía trallazo, pero el trasladó calma. Condujo un par de segundos claves para ganar metros y, ahora sí, cargó el disparo. Lo que salió de su bota derecha fue un mísil a la escuadra. Parecía gritarle a Herrerín lo siguiente: “¡Para esa!”. No lo hizo. El Nou Estadi explotó porque volvió a casa y su equipo le regaló uno de esos goles de revisionado obligatorio.
El Nàstic encontró lo que tanto había buscado, pero poco le duró la alegría. La ventaja conseguida se fue al traste casi de inmediato. En un córner rival, donde el Nàstic antes hacía daño, Etxaniz le leyó la cartilla a la defensa grana. Expuso sus carencias y su falta de contundencia. Remató solo en el segundo palo y superó a Varo. Un golpe de realidad para un equipo que debe defender mejor porque ahora mismo con un solo gol no le vale.
Al conjunto de Dani Vidal le costó recuperarse del golpe porque no está su estado anímico para virguerías. Lo del Málaga sigue en la memoria, aunque se intente reflejar que no. Álex López entró al campo para darle otro ritmo de juego a un Nàstic que demandaba más fluidez. Recuperar ese ritmo de inicio pero 60 minutos después. Sobre el papel fácil, sobre el verde, no tanto.
El Nàstic consiguió inclinar el juego hacia el campo contrario en la tromba final, pero no estuvo clarividente en los metros finales. Faltó calma, precisión e ideas. Incluso pudo marcar el Sestao en una contra en la que Varo salvó la derrota. Herrerín cerró el partido con una parada en un córner a Dufur. Fue el resumen perfecto de lo sucedido. Este Nàstic sigue con mucho margen de mejora. Es pronto, pero hay que ponerse las pilas.