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Recetar más caminatas y menos medicamentos

Los CAP de la provincia de Tarragona prescriben actividad física para mantener a raya la hipertensión o el colesterol y limitar los fármacos. Reus fue pionera

27 diciembre 2022 20:50 | Actualizado a 28 diciembre 2022 07:00
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Cuando, hace ya alrededor de 18 años, el equipo del consultorio de Sant Josep Obrer de Reus empezó a citar a algunos de sus pacientes para ir a andar, nadie imaginaba que su proyecto de prescripción de ejercicio físico se expandiría por los centros de atención primaria de toda Catalunya.

La médica de familia Yolanda Ortega –junto a Aurora Reina, enfermera–, fue una de las impulsoras de aquella iniciativa, que surgió bajo el nombre Anem a caminar. «Había un punto que no mejoraba, en el barrio teníamos una prevalencia de diabetes del 17% cuando lo normal es un 7%, y nos pareció una buena idea incorporar la actividad física. A la primera convocatoria vinieron tan solo dos personas», recuerda Ortega. Con el tiempo, «empezamos a salir con ellos, la gente se animó y fue viendo los beneficios en su salud y su bienestar», añade, y el programa dio el salto a muchos otros CAP que aún hoy lo aplican.

Esos inicios los resume bien Carmina Poblet, médica de familia del Área Básica de Salut (ABS) Horts de Miró de la que dependía el antiguo consultorio de Sant Josep Obrer. «Las compañeras entendieron que era importante intervenir ante problemas de salud crónicos como la obesidad, la hipertensión, la diabetes o el colesterol», indica, y precisa que la que el equipo trataba «era una población en la que el hábito de caminar no era generalizado, había algunas reticencias, así que ellas decidieron acompañar a los usuarios».

La enfermera salía una o dos veces por semana a dar una vuelta por el barrio para que los vecinos comenzasen a hacer de ello una rutina «y, poco a poco, la cosa fue creciendo, se fue formando un grupo que se llamó Anem a caminar, el Institut Català de la Salut (ICS) se fijó en ese proyecto –que había nacido en su seno– y se obtuvieron muy buenos resultados», dice.

A quienes andaban «se les recogían, con su consentimiento, datos para generar estadísticas de la eficacia y se vio que, en comparación con los que no desarrollaban ese tipo de actividad, mejoraba la hipertensión, la calidad de vida y toda una serie de parámetros», añade Poblet.

Después, Anem a caminar progresó y se convirtió en Pas a pas, que incluyó visitas culturales, contó con un técnico deportivo del Ayuntamiento y potenció todavía más la parte de la socialización, y otros centros de salud del territorio le abrieron sus puertas. La enfermera Àngels Vinuesa fue miembro del equipo en ese segundo formato. «Había mucha gente con patologías, con depresión... Yo les decía que al final estaríamos todos mejor, que nos veríamos más guapos, y la verdad es que así fue. Pegaban un cambio increíble», precisa. Además, «los caminantes socializaban, hacían amistad entre ellos».

Pero, ¿hasta qué punto salir a andar es beneficioso para la salud? ¿Puede ayudar a tomar menos medicamentos? «El ejercicio», precisa Poblet, «incide en el control de la obesidad y, como consecuencia de eso, mejora la diabetes, la hipertensión, los problemas de colesterol, problemas articulares... De forma preventiva, si no hay una contraindicación y con la intensidad adecuada, puede ser muy positivo e incluso mejorar la efectividad de la medicación que estén tomando las personas para enfermedades crónicas».

Y, en ciertos casos, «a veces, si no hay un diagnóstico de diabetes o hay grados de hipertensión que no son graves, no es necesario medicarse porque caminar mantiene a raya el sobrepeso y hay quien con actividad y buena alimentación ya tiene suficiente», especifica. Igualmente, «ir a andar predispone a la persona a hacer más actividades porque así ya ha tenido una especie de bautizo», señala.

$!En noviembre, profesionales caminaron hasta Sant Josep Obrer. Foto: Alba Mariné

La clave del éxito que cosechó el pionero Anem a caminar fue que «la enfermera iba con el grupo y eso generaba un vínculo de confianza». El gancho en Sant Josep Obrer hace casi dos décadas era «un gesto tan sencillo como que cada vez nos hacíamos una foto y la colgábamos en el tablero de anuncios, y los pacientes acudían a mirar cómo habían quedado en la foto», señala Ortega.

Vinuesa recuerda que «a menudo, las personas solamente necesitan un estímulo» y «el compromiso acaba siendo lo más importante». A medida que las caminatas se consolidaron «todo el mundo se sumaba: un primo, la abuela que había venido a pasar unos meses, los nietos, las mascotas... y los usuarios cumplían».

El programa tiene la duración de un curso, aproximadamente de octubre a junio, y se va a caminar dos días a la semana. La edad para formar parte de los grupos es a partir de los 45 años, más o menos. Quien quiera apuntarse puede hacerlo informándose a través de su CAP.

«En la pandemia me fui aislando»

«Antes de la pandemia era otra cosa. Pero, ahora, uno se va aislando, va dejando de salir», apunta María José Correa, una de las mujeres que regularmente va a andar con otros pacientes del CAP Marià Fortuny de Reus, gestionado por Salut Sant Joan de Reus-Baix Camp. «No sé si habré llegado a tener depresión, pero sí he sentido desánimo y tristeza, y pocas ganas de hablar. Mi hija vio esta opción por internet y me he apuntado», relata.

En ese CAP, la iniciativa para los caminantes, que arrancó hacia 2017, toma el nombre de Caminem pel benestar y se enmarca en las acciones de salud comunitaria. Mireia Barberà, médica del mismo CAP, habla de la otra vertiente de estos paseos, la emocional. «Nos estamos encontrando con que, desde la Covid, hay gente que se ha quedado más aislada, que ha dejado de lado sus rutinas y eso pasa factura psicológica», detalla.

En lo puramente físico, «preferimos hacer una receta de ejercicio antes que mandar un antihipertensivo porque andar es una manera fisiológica de que haya cambios en el organismo sin tener que tomar medicación, que acaba teniendo un paso renal o hepático y para resolver unas cosas modifica otras», concreta Barberà. Andar «mejora el perfil lipídico, la tensión, hace que nos sintamos bien y es una manera de socializar, especialmente en esta época», destaca.

Y Verònica Pagès, técnica en cuidados auxiliares de enfermería (TCAE) que sigue de cerca las caminatas, explica que los usuarios «saben que tienen que estar en la puerta a primera hora, que hacemos 60 minutos de ruta y que, por el camino, hay gimnasios al aire libre y a veces aprovechamos».

La mayoría son mujeres. «Cada uno lleva su ritmo y todos vamos bien», expresa Pagès, y añade que a los usuarios «les hacemos controles de algunos parámetros para ver los resultados trimestralmente».

Marisa Do Pazo, otra de las pacientes, lo tiene claro. «Me apunté porque hay que mantenerse en forma», comenta. En los circuitos desde el CAP Fortuny «hay días que llegamos hasta Montserrat, otras veces vamos a Lledoners... hacemos una hora y me sienta la mar de bien, me noto más activa», señala.

«Nos pesan, nos miran el índice de masa corporal o la grasa; llevamos un control», destaca. La única pega para Marisa es también un halago a las bondades del programa: «Se nos queda corto, querríamos venir al menos tres días a la semana».

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