La actriz catalana Nausicaa Bonnín lleva el drama de la deportación nazi de la republicana Neus Català al cine en Cenizas en el cielo (Un cel de plom), con una interpretación que augura numerosos reconocimientos a partir de su estreno, previsto para el día 28, después de su proyección en el BCN Film Fest.
El director del filme, Miquel Romans, ha explicado en una entrevista que el principal reto para todo el equipo fue «transmitir el dolor que todos los deportados sufrieron y para ello se trabajó mucho a nivel corporal, las posturas de esas mujeres frente a los nazis que dirigían el campo de trabajo».
Neus Català (Els Guiamets -Tarragona- 1915-2019) fue una luchadora antifascista que tras la Guerra Civil huyó a Francia, donde colaboró con la resistencia hasta que la deportaron a Ravensbrück. Tras la liberación, regresó a ese país donde continuó su lucha contra el franquismo hasta que volvió a España en 1976.
La idea de la película nació hace cuatro años, cuando murió Neus Català con 103 años y por casualidad el director leyó la novela Un cel de plom (Amsterdam), de Carme Martí, que fue traducida por Roca Editorial al castellano bajo el título La paloma de Ravensbrück.
Con la novela, Romans pudo profundizar en las cuestiones que más le interesaban de esta historia real, como «la implicación de Català en el sabotaje de armamento en el campo de trabajos forzados de Holleischen, en la entonces Checoslovaquia», y decidió hacer la película antes de que a alguien se le ocurriera llevarla al cine.
No conocía Romans personalmente a Nausicaa Bonnín, pero sí algunos de sus trabajos previos y la gente del sector con quienes habló coincidían que «tenía mucha personalidad y carácter, aspectos que todo el mundo atribuía a Neus Català, por lo que la elección no podía ser mejor».
Para Nausicaa Bonnín, uno de los grandes valores de la película es que conviven con naturalidad diferentes lenguas, el francés, el alemán, el catalán, algo que el director tenía muy claro: «Se trataba de ir adaptando cada secuencia a su lógica, tú me hablas catalán y yo te hablo alemán, pero además se generaba una nueva semántica a partir de lo que yo entiendo de lo que tú me estás diciendo y viceversa».
El crescendo en la violencia de los nazis frente a las deportadas que se observa en la película se explica, según el director, por la particularidad de que Neus Català no estuvo en un campo de exterminio, sino en un campo de trabajo, «adonde iban las mujeres más fuertes y sanas con el objetivo de trabajar para la guerra en el último año de la Segunda Guerra Mundial, fabricando balas para un conflicto que los alemanes estaban ya perdiendo en 1944».
«Algunas de ellas -añade- no sobrevivieron al sabotaje, cuando decidieron seguir con la resistencia, y rechazaron el dinero, la comida, los obsequios que les ofrecían los alemanes en un intento de comprarlas, pero ellas decidieron no perder nunca su dignidad».
A esto, Bonnín agrega que «ellas se dieron cuenta de que eran imprescindibles porque su trabajo era necesario para los nazis y eso les dio una cierta ventaja, una pizca de poder, y con el sabotaje de las balas, ellas, sin participar en el frente, desde ese pequeño enclave rural, estaban también luchando».
Las escenas en el campo nazi se intercalan con las del reencuentro de Neus Català con su familia en el centro de Francia y el choque que se produce: «Es la vuelta a la realidad, a un mundo que ha seguido girando mientras ellas estaban en prisión, y frente a la incomprensión hacia la actitud de Neus, está su determinación de no olvidar y que su lucha sería la memoria histórica, algo que costó mucho de entender en el núcleo familiar».