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Xavier Güell: «Sin Stalin, Shostakóvich nunca hubiera hecho la ‘Quinta sinfonía’»

Tras Béla Bartók y Richard Strauss llega el turno de la tensa relación entre el compositor ruso y el dictador comunista. Ambos se enfrentaron en un duelo desigual, del que la música salió triunfadora

14 junio 2024 18:11 | Actualizado a 15 junio 2024 07:00
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Shostakóvich contra Stalin es la tercera entrega del Cuarteto de la guerra, de Xavier Güell (Galaxia Gutenberg), que narra la historia de cuatro hombres que luchan por su vida y por su obra bajo totalitarismos. En esta novela, tras Béla Bartók y Richard Strauss es el turno del ruso Shostakóvich, un relato que rezuma miedo, pero también arte y que, como es habitual en Güell, es muy musical, planteado como una ópera.

Miedo es la palabra que definió la vida de Shostakóvich.

Stalin tenía dominado el oficio de crear inquietud en todo su entorno, desde sus ministros a sus generales hasta, por supuesto, los artistas y todos los demás. Lo que destaca a Shostakóvich es que fue capaz de transformar el miedo en energía creadora.

«Stalin quería obras poco sofisticadas para satisfacer el gusto del gran pueblo, sencillas y que ensalzaran los logros del comunismo»

¿Por qué no le gustó a Stalin ‘Lady Macbeth’?

Porque ensalza la independencia de la mujer. Ella lucha por su libertad y también es una crítica severa a la corrupción en la policía y en el Estado mismo. A pesar de tener un éxito fenomenal, a Stalin le horrorizó. Para él era un atentado contra la moral y la estabilidad del Estado. Stalin era muy mojigato, muy pudoroso, una persona muy conservadora desde el punto de vista de la libertad sexual. La encontró una obra pornográfica, iconoclasta. La crítica posterior fue una amenaza directa a Shostakóvich, un mensaje de que si seguía por ese camino podía acabar deportado a Siberia o fusilado, como muchos otros artistas, como Meyerhold, el mayor director de teatro y escenógrafo en la Unión Soviética de esos años, que tiene tanto protagonismo en mi novela.

¿Por qué ha escogido el espacio temporal de ocho horas en la vida del músico?

Se corresponden también con las ocho horas de lectura del libro, si se lee rápido. Me parecía un gran reto porque no es fácil conseguirlo. Quería colocar a Shostakóvich en ese 5 de agosto del 75, desde las 12 de la medianoche hasta las 8 de la mañana, totalmente atormentado. Él sabía que tenía que acabar durante esa noche la Sonata para viola y piano porque de otro modo, quedaría inconclusa. Después, se va incendiando su memoria con todos los momentos importantes de su biografía. Creo que es uno de los grandes aciertos de la novela.

$!Xavier Güell: «Sin Stalin, Shostakóvich nunca hubiera hecho la ‘Quinta sinfonía’»

Cuando murió Stalin, ¿cómo quedó Shostakóvich?

Un poco huérfano. Esa es la paradoja, la esencia del propio Shostakóvich. Tenía síndrome de Estocolmo y, por otra parte, Shostakóvich sin Stalin no hubiera hecho nunca la Quinta sinfonía. Sin duda, 75 años después de muerto, es una de las obras del siglo XX más tocadas en el repertorio de todas las orquestas, incluso hoy. La popularidad de Shostakóvich no está en sus últimas obras, que son formidables, o en sus obras más experimentales del principio, antes del choque con Stalin, sino que es por la Quinta, por la Séptima, las que fueron condicionadas brutalmente por el régimen comunista. Entonces, la gran pregunta es qué hubiera hecho Shostakóvich en otras circunstancias, sin esa presión, cómo hubiera sido su música. Al fin y al cabo su secuestrador, la persona que consiguió modificar radicalmente su vida y obra, a lo mejor fue el gran benefactor. Eso es lo increíble.

Pero, ¿cómo se puede crear una música que ensalce un régimen?

No les quedó otro remedio. Stalin quería artistas que formaran parte del Ejército rojo, que tuvieran claras dos cosas. Por una parte, obras muy poco sofisticadas, muy poco experimentales, mucho menos formalistas, porque él entendía la vanguardia como formalismo. Debían crear exclusivamente obras para satisfacer el gusto del gran pueblo, sencillas y directas. Y, por supuesto, que ensalzaran los grandes logros del sistema comunista. Sobre esas bases debían pasar todos los artistas porque además, no estaba permitido abandonar la Unión Soviética.

«De Leonard Bernstein aprendí muchas cosas. Él entendía que para interpretar tenías que robar el alma del autor que interpretabas»

Usted ha dirigido la música de Shostakóvich, ¿eso le ha ayudado a entrar en el personaje?

Sí, sin duda. Como discípulo de Leonard Bernstein, aprendí muchas cosas de él, del maestro. Él entendía que para interpretar tenías que robar el alma del autor que interpretabas, hacerla tuya y conseguir trascender, ir más allá de las propias notas. Para eso tenías que creer que tú mismo eras el compositor que interpretabas. Y en el caso de Shostakóvich, aprendí el sentido verdadero de la Quinta sinfonía porque es una obra a mayor gloria del Estado, mucho más sencilla que las anteriores y que se dirige al pueblo en los términos que habían ordenado. Pero el tercer tiempo, que para mí es el mejor, es un réquiem sin voz por todas las víctimas que sufren bajo las dictaduras, en ese momento bajo Stalin.

¿Le cae bien Shostakóvich?

Maravillosamente. No solo me caen bien los héroes. Él es un héroe y un villano. No se entiende, o se entiende poco que ya muerto Stalin fue cuando se vinculó más con el partido comunista, cuando aceptó la presidencia de la Federación de Compositores rusos, aceptó formar parte de grandes instituciones burocráticas soviéticas. Él era el más conocido de los artistas soviéticos, por lo que parte de su entorno le pedía que hiciera más para que pudieran tener un poco más de libertad. Sin embargo, los rusos no han conocido nunca ni un minuto de libertad.

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