Divisando el mar, en Tarragona, la escritora Olga Xirinacs (1936) ha dado vida a su última novedad literaria. Se trata de Creación (Huerga y Fierro), un libro de poemas en castellano. «Mi lengua materna, la que hablaba con mi madre, es el castellano, mientras que con mi padre me expresaba en catalán. Luego, cuando era pequeña, también tenía cierta tirada a leer en castellano, puesto que la biblioteca familiar, heredada de mis abuelos y padres, era mayormente en este idioma, aunque también tenía libros en catalán de los tiempos de La República», explica la autora sobre la elección del idioma.
El poemario se divide en seis apartados: Creación, Primavera del 20, Raíces, Pinturas antiguas, Animales perdidos y Barrio viejo, en cuyos versos la escritora encarna la creación del mundo, la existencia del ser humano y la naturaleza, y cuya inspiración se remonta a la primera estocada de la pandemia.
«Enrique Villagrasa me propuso escribir un poemario coincidiendo con el principio de la pandemia», explica la autora. Entonces, en las noticias, se hablaba del hospital de Ifema en Madrid, que daba asistencia a pacientes de la Covid-19. Una imagen que a la poeta le evocó «un palacio helado», y del que habla el cuerpo principal del libro: «La primavera del veinte da luz a la Muerte; abre sus flores con un soplo estéril. La Muerte se hacina en un palacio helado».
Entonces, Olga Xirinacs halla consuelo en la madre con los brazos tendidos del Mausoleo Lemonier de Julio Antonio. «Siempre me ha gustado el escultor. Mi padre, desde pequeña, me enseñó todo lo habido y por haber de Tarragona, desde la Catedral hasta la Necrópolis, que entonces era de libre acceso, a diferencia de hoy en día», afirma la autora.
Asimismo, el poemario se convierte en la máxima expresión de las emociones y sentimientos, que en el primer apartado se encomiendan a «los hijos de Dios». «En los primeros capítulos del Génesis se habla de unos hijos de Dios, aunque nos enseñaron que el Hijo de Dios solo es uno; de este modo, me inspiré en ellos y en sus dotes de inteligencia y belleza, para ordenar el universo y poner límites al mundo, a las aguas, a las costas, formando estuarios, desiertos, etc.», explica la poeta, para quien «densas nubes y vapores acunan tierra muelle, blanda y pantanosa que prepara sus bosques lluviosos. También aquí la vida se abrirá en pueblos escondidos, codiciados. Señalo mi compasión por ellos».
«Se arrepiente el Señor de haber creado al hombre, a la mujer o al ángel? ¿Es lo que estamos viendo?», se pregunta la poeta en uno de sus poemas. «La destrucción es dura en todos los sentidos e incluso hay citas bíblicas en las que Dios quiere destruir el mundo, lo que resulta un motivo de una reflexión profunda», afirma Olga Xirinacs, quien añade que «al final de cada poema, estos creadores tienen compasión por quienes habitarán después el mundo, puesto que, ya sea por clarividencia o por intuición, saben que lugares así son de malvivir».
Un proverbio al que le sigue el siguiente pensamiento: «La humanidad es joven si tenemos en cuenta la extensión de años del universo. Cuando leemos reportajes sobre la galaxia y contamos en millones de años nuestra vida, los 80 años de promedio que vivimos es una vida muy corta para poder entender nada».
Así, bajo su pluma, la escritora tarraconense rememora su pasión y debilidad por la naturaleza en Este hogar y que dice: «Por eso cuando el día se termina, a mí, forastera en ciudades del norte o del centro o del sur, qué más da, me envuelve esa terrible añoranza». Una melancolía que hace que se le entrecorte la voz cuando habla de No se fue la paloma... «Escribo los poemas con cierta facilidad, pero este, todavía, no he podido leerlo en voz alta. Se trata de una popular cántabra de despedida; tengo el final del poema clavado porque me recuerda a Mont-ral, mi lugar ameno al que no puedo regresar. Lo recordaré siempre porque habíamos pasado veranos muy felices y como símbolo pongo a una paloma torcaz que cantaba desde lo alto de un pino en mi jardín».
Por ello, el poemario Creación de Olga Xirinacs es una obra llena de calidad, belleza y profundidad. «Me gusta explicar los sentimientos de una manera que la gente pueda entender, es decir, comunicar. Con esto quiero decir que hay poesía que comunica y poesía que no comunica, como cuando miras una pintura», asegura la autora, quien reafirma que «la poesía requiere un ejercicio más profundo para concentrar todo lo que quieres decir. Es un juego de palabras, por lo que no hace falta buscar las más extrañas, ya que existen de bonitas y de útiles».
Por último, a través de sus poemas, Olga Xirinacs brinda una vida eterna a sus recuerdos. «Desde que falleció mi marido he perdido la mitad de mi vida. Los sentimientos son muy fuertes, y aunque han pasado seis años para mí el tiempo no ha pasado», asegura la autora, a quien le incomoda escuchar a los coaches cuando dicen que «no hay que vivir en el pasado; cuando la realidad es que el pasado es nuestra despensa, de donde surgen mis libros, poesías, ... Hazte un pasado rico y tendrás un presente».