El Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil se celebra hoy en plena «edad de oro» en España, donde leen por placer más del 80 % de los menores de 24 años, veinte puntos más que sus mayores, lo que no evita que sea un género mirado «por encima del hombro».
Es una expresión que utiliza uno de los autores españoles más reconocidos, Roberto Santiago, que ha vendido más de cinco millones de libros en varios idiomas como Los futbolísimos (SM) y Los once (Planeta), pero que confirma que «es una literatura que no tiene espacio en medios ni crítica». Coincide con él Susanna Isern (Magic Animals, Planeta): «A mí alguna vez me han preguntado que cuándo me voy a dedicar a algo en serio», dice. Su impresión es que «en el fondo es un reflejo de la importancia que les damos a los niños». Otros escritores como Anna Manso (La lista de cumpleaños, Liana, SM), hablan de una «falta de reconocimiento social» que también afecta a las autoras que arrasan entre las lectoras de 15 a 35 años, las de romántica juvenil.
En España, dicho género cuenta con importantes novelistas como la valenciana Alice Kellen o la madrileña Megan Maxwell. Joana Marcús, Lisina Coney o Mercedes Ron también venden a raudales, lo que no impide que sientan que su condición de mujeres jóvenes y escritoras de literatura romántica les lleve al furgón de cola. «Seguimos arrastrando prejuicios», declaraba Inma Rubiales. El estilo ‘romantasy’, amor y fantasía, llega a colocar 120.000 ejemplares en una semana, como ocurrió a principios de año con Alas de Ónix, tercera entrega de Empíreo (Planeta), de Rebecca Yarros. Y pese a que esta es una cifra nada frecuente, sí es cierto que la media de lectura del género es de 60 libros al año por aficionada –la mayoría es femenina– y se caracteriza por fenómenos como el atracón de libros (binge reading) entre influencers que después los comentan en sus redes.