Juan Tranche es un apasionado de la Antigua Roma, periodo que lleva más de veinte años estudiando. En 2021 publicó su primera novela, Spiculus, donde dos gladiadores se enfrentan a muerte en la Roma de Nerón. Ahora, regresa con Gladiadoras. El duelo de la eternidad, una novela histórica, a la vez que un thriller, publicado por la Editorial Planeta, donde las mujeres toman el protagonismo, en la arena y fuera de ella.
No se habla demasiado de las gladiadoras...
No. Por ese motivo me he hecho eco del relieve de Halicarnaso, en el que se ve a dos mujeres combatiendo y se sabe porque aparecen sus nombres. Así que en base a eso he intentado contar cómo pudieron llegar a la arena.
¿Y cómo podían llegar?
Es una de las grandes preguntas porque la información que tenemos sobre ellas es tan sumamente escasa que solo podemos hacer diferentes hipótesis. Es decir, sabemos que hubo dos prohibiciones, una en el año 11 y otra en el año 19. Se prohibía a las mujeres libres participar en la arena.
¿Cuál fue la causa?
No se puede prohibir lo que no existe, por lo tanto, sabemos que las mujeres también sintieron la llamada de la Gladiatura. También leí una teoría de una historiadora que me gustó mucho, en la que ella defendía que probablemente era una manera de evitar los matrimonios no deseados porque estamos hablando de mujeres libres, pero muchas veces no podían decidir con quién casarse. Por tanto, una de las causas podría ser esa, aunque no la única. Me gusta pensar que ellas quisieron decidir sobre sí mismas y por eso estas prohibiciones.
¿Una noble se podía convertir en gladiadora?
Sí. Los romanos diferenciaban entre dos tipos de mujeres, las mulieres, que eran esclavas y, por lo tanto, les daba exactamente igual lo que hicieran. Pero luego tenían las feminae, una mujer libre, de clase media alta y ellos intentaron por todos los medios que estas no sintieran esa llamada de la arena porque, socialmente, toda mujer tenía que tener un trato intachable, no tenía que deshonrar el buen apellido de la familia y para ellos luchar en la arena era infamia. ¿Cómo una mujer podía hacer algo así? Esto debió ser algo bastante problemático para su punto de vista, grandes defensores de que las mujeres estuvieran en el hogar, cuidando de las tareas y de los hijos. Por ello debió de ser un conflicto interesante y por eso las prohibiciones. Ya en el año 200 prohíben los combates femeninos definitivamente. Ninguna mujer podía salir a la arena.
¿Había alguna diferencia con las luchas masculinas?
Teniendo en cuenta que la presencia de las mujeres era escasa, debían buscar un tipo de lucha muy similar. Había diferentes tipos de gladiadores, tenemos los del escudo grande y los del escudo pequeño y normalmente siempre enfrentaban a unos contra otros. Solamente hay un tipo de gladiador, que se llama provocator, que lucha contra un gladiador de su misma panopia. En este caso, provocatrice, que son las mujeres, contra provocatrice. Es decir, estas mujeres tenían como una especie de casco redondo, un escudo mediano y portaban dos grebas en las piernas. Las armas serían exactamente las mismas y los duelos, completamente iguales a los de los hombres.
¿Las mujeres luchaban con el pecho descubierto?
Tenemos que tener en cuenta que solo tenemos una prueba, que es el relieve y en él da la sensación de que luchaba con el pecho descubierto. Pero también sabemos que los romanos eran muy pragmáticos, si algo molestaba se cuidaban para que eso no fuera un problema para el gladiador o la gladiadora. Lo que querían era ver un buen espectáculo. Probablemente luchar con el pecho descubierto fuera bastante incómodo, entonces, hay quien piensa también que llevaban como una especie de marmillare, una especie de tela, como un top y no les molestaba. El debate sigue abierto y hay muchas teorías. Yo he querido ser más o menos fidedigno al relieve de Halicarnaso, pero está claro que sería impensable que las mujeres nobles hubieran luchado con el pecho descubierto, bastante afrenta era ya que bajaran a la arena.
También destaca la historia de amor de Adriano con Antinoo. En Tarragona, Adriano disponía de su casa veraniega, que compartió con su amante.
He querido ir un millón de veces, pero siempre me ha surgido algo. Porque además, también tenéis unas jornadas maravillosas, Tarraco Viva, a las que todos los años he sido invitado por Ars Dimicandi, el grupo italiano de representación histórica. Es un viaje que tengo más que planificado porque además creo que el anfiteatro es uno de los más bonitos del mar de Hispania.
¿Por qué Adriano?
Como este relieve estaba datado en el siglo II, lo llevé a la época de Adriano porque quería contar una de las relaciones de amor más famosas de la antigüedad que fue la que unió a Adriano con Antinoo. Pero no solo eso, cómo surgió y cómo acabó, sino también contarla desde los ojos de Vibia Sabina, otra de las mujeres que ha pasado al olvido de su tiempo. ¿Cómo lo vivió ella? Sospechamos que siendo una emperatriz, con muchos más privilegios que otras personas, como ella misma dice, tiene muchas cosas, pero carece de lo más importante, que es el amor. Visto desde sus ojos, quería mostrar cómo era esta relación y qué pudo hacer ella ante este amor.
Una relación que aquí, en Tarraco Viva, se ha escenificado.
Nunca ha pasado de moda. Fue una relación, en mi opinión, valiente, pero también cruel y dolorosa. Valiente para Adriano, porque tuvo que decir a los cuatro vientos que estaba enamorado de un hombre, a pesar de que pensemos que entonces estaba más permitido el sexo entre hombre en según qué clases sociales. No obstante, aun así, me parece muy valiente por su parte. Cruel, por parte de Antinoo y doloroso para Vibia Sabina.
Las clases sociales están muy marcadas.
Hay ciertas cosas que no han cambiado mucho a lo largo de la historia y en este caso, quería hacerme eco de las clases sociales, algo que también hice en la anterior novela. Es esa doble Roma, dos mundos completamente diferentes. Y el lector lo verá de una manera divertida en una de las escenas que transcurre en el Coliseo, donde las clases sociales están claramente divididas: las altas, ubicadas abajo, entre una serie de privilegios que no tenían las clases sociales bajas, ubicadas arriba, en asientos de madera, muchas veces rotos, mezclados unos con otros, el olor... Porque tenemos que pensar en la amalgama de olor que tenía que haber allí. Siempre intento plasmarlo para que el lector se meta en una especie de cápsula del tiempo y viaje hasta la Antigua Roma y pueda ver un poco cómo eran esas clases sociales y cómo era el día a día de los romanos.
La novela también es un thriller...
Son tres novelas en una. Por un lado, tenemos esa parte de las gladiadoras. Pero por otro, ese thriller ambientado en la Antigua Roma. Los amantes del género tendrán que descubrir qué está ocurriendo con una serie de prostitutas que aparecen violentamente agredidas, violadas y asesinas. Quién y porqué está detrás de estos asesinatos. Finalmente, es una historia de amor.
De hecho, la profesión de la prostitución se ejercía mucho al amparo de los gladiadores y los juegos. ¿No es así?
Así es. En la Antigua Roma las prostitutas eran consideradas infames y es también la denuncia que he querido hacer en la novela. No pasaba nada si las asesinaban a ellas, pero no así si les ocurría a las mujeres nobles. Ahí es donde empiezan a cambiar las cosas. En la época había prostitutas para prácticamente cualquier aspecto de la vida. Me explico: había prostitutas en cementerios y también a la salida de los anfiteatros. Debe ser que los romanos y las romanas cuando salían de ver las luchas de gladiadores, esa comunión entre la vida y la muerte, estaban muy excitados porque había un tipo de prostitución que se llamaban fornices, que de ahí viene nuestra palabra fornicar. Estaban en las arcadas, a las afueras, porque sabían que ahí se dirigían los hombres y mujeres deseosos de practicar sexo. Por tanto, la prostitución estaba muy permitida, aunque luego, a los que la practicaban se les consideraba infames y no los querían tener cerca de sus viviendas.
¿Es la misma hipocresía que ha llegado hasta nuestros días?
Siempre. Eso no ha cambiado. Si hay una sociedad a la que nos parecemos, con dos mil años de diferencia, esa es la romana.
Habla también de una mujer lanista, que dirigía una escuela de gladiadores.
Fue muy curioso. Investigando, me di cuenta de que no solo había mujeres gladiadoras, sino que también hubo las que organizan los juegos y lanistas, una en Occidente y otra en oriente. Yo me he querido centrar en esta última, que es Flavia Lycia y contar cómo pudo ser su vida, ya que tenía que dirigir con mano muy dura a los hombres especializados en el uso de las armas. Todas las mujeres, no solo las gladiadores, formaban parte del espectáculo, aunque para los romanos, estas actividades femeninas probablemente afectaran a su honra. Posteriormente, cuando llega la Edad Media, cuando cae el Imperio romano, ya están bajo la penitencia del pecado y muchas de las cosas que hacen ya no las pueden hacer.
¿Cómo se imponían las mujeres lanistas a los gladiadores?
No veo ninguna diferencia. Al final, la mayoría de gladiadores eran esclavos. Probablemente tuvieran personas a su lado igual que los lanistas masculinos, que se encargaban de adiestrar a los gladiadores. Es decir, la lanista dirige el centro, pero los que de alguna manera obligaban con fusta, con látigo, eran otras personas.
¿Era habitual que los gladiadores murieran en la arena?
Solo el 10% de los gladiadores moría. Por una sencilla razón, los lanistas compraban gladiadores y los entrenaban. Es decir, no luchaba cualquiera en la arena. Un gladiador tenía que tener una formación física y también mental porque era muy importante recibir el dolor y la muerte de manera estoica, que no hicieran gestos extraños cuando recibieran la muerte. Del mismo modo, tenían una buena alimentación, comían muchísimo. Porque a pesar de lo que podemos pensar, lo lógico sería que estuvieran obesos ya que la grasa les protegería los órganos principales. Por tanto, el lanista tenía que hacer una inversión importante, como para que en el primer combate se lo mataran. Mal negocio sería entonces. Además, se sabe que si el gladiador moría, el lanista recibía diez veces su valor por parte del editor, que era quien pagaba los juegos. Así que ni al editor, para no gastarse demasiado, ni al lanista, les interesaba que el gladiador muriera.