Humilde y de aprovechamiento, así es la torrija, una receta típica de Semana Santa, y de Navidad en lugares como Cantabria, que puede presumir de tener una familia enorme repartida por todo el mundo porque sus ingredientes, pan, leche y huevos, se han encontrado, históricamente, en casi todos las culturas.
Como cualquier receta popular, hablar del origen, del lugar y el día del nacimiento de la torrija es cuanto menos complicado, y más tratándose de una elaboración que nace de aprovechar el pan duro para convertirlo, tras mojarlo en leche o vino, en una masa esponjosa.
La primera aparición documentada de la torrija aparece durante los siglos IV y V, cuando el gastrónomo romano Marco Gavio Apicio reflejó en su obra un producto muy parecido, a pesar de prescindir del huevo como ingrediente y ser sumergida solamente en leche.
Un bocado que, antes de convertirse en un popular postre que ya se consume en cualquier época del año, los expertos apuntan que su asociación a la Semana Santa se debe al aprovechamiento de pan sobrante en una época donde no se permitía comer carne. Y es precisamente la sencillez de sus ingredientes lo que obra la magia de que se puedan encontrar en muchas pastelerías del mundo.
Pese a que torrija es el nombre más común, en Galicia o Menorca también se las conoce como ‘torradas de parida’ o ‘sopes de Menorca’ dado que esta receta se consideraba un bocado de alto valor energético para los enfermos o las mujeres embarazadas.
Tanto es así que hay referencias escultóricas a este plato, como la del retablo de la iglesia de Santa María de Pontevedra (s. XVII), donde al lado de una mujer que amamanta a un niño hay otra que vierte leche de su pecho en lo que podría ser un pan.
Cantabria y País Vasco comparten la denominación de ‘tostadas’ cuando se habla de torrijas, pero es en la primera donde esta es una receta navideña, y no de Semana Santa.
Aunque con algunas variaciones en su elaboración, este pan bañado en leche y cubierto en huevo para freírse y cubrirlo con azúcar, tiene también paisanos fuera de nuestras fronteras, como sucede en Francia, donde su versión de nuestra torrija es el ‘pain perdú’ (pan perdido).
En Portugal y Brasil, por su parte, optan por llamarlas ‘rabanadas’ o ‘fatias de parida’ (también haciendo referencia a su función de chute energético).
Desde tierras británicas nos llega el ‘eggy bread’, una versión salada de nuestra ilustre torrija, o el ‘poor knights of Windsor’, que sí que es casi idéntica a nuestra receta.
En Alemania, Dinamarca o Suecia cuentan con el ‘arme ritter’, que, al igual que en muchas recetas de torrijas usan el pan brioche; y en Rusia tienen el ‘grenki’, otra versión que comen, sobre todo, en los desayunos.
La lista de familiares continúa en Suiza con sus ‘fotzelschnitten’ o en los Países Bajos con sus ‘wentelteefjes’, que al igual que en el resto de países europeos no están relacionadas con la Semana Santa, sino con desayunos y meriendas.