La primera película de María Zanetti es una obra sencilla, y en la que indaga en sus propias experiencias familiares y en el punto de vista de la adolescencia.
Situada a finales de los noventa, “Alemania”, la primera película de María Zanetti, se basa en las vivencias de la propia directora. Esta cercanía se desprende de una película sencilla, quizá poco ambiciosa, pero precisamente por esto muy correcta. La protagonista es Loli, interpretada por una espléndida Maite Aguilar. La chica, que se encuentra en ese momento de la adolescencia en la que todo parece muy complicado cuando en realidad no lo es, no logra centrarse precisamente en los conflictos propios de la edad. Su vida y la de toda su familia gira alrededor de la hermana mayor de Loli, cuyos problemas psíquicos determinan el día a día de todos.
Así, los exámenes, los primeros amores o el deseo de viajar a Europa de Loli quedan en un segundo plano, y la chica no termina de hacer su vida. Este es el conflicto, y a partir de aquí se elabora un trayecto de crecimiento.
Lo mejor de “Alemania” es que carece de estridencias. En la línea de óperas primas de carácter autobiográfico como “Estiu 1993”, la película se pega mucho a su personaje principal. Planea a partir de aquí una mirada muy cercana y respetuosa con lo que se está narrando, que hace de este estreno un interesante ejercicio de honestidad.
«Alemania» se estrenó en el pasado festival de San Sebastián, en una edición repleta de películas argentinas. En el fondo, era la señal de que en los últimos años se está haciendo buen cine en un país con grandes dificultades económicas. Lo que consiguió el cine argentino, y esto se desprende de la película de Zanetti es realizar obras de buena factura, cuidadas y muy correctas, con miradas autorales marcadas, y sin grandes dispendios económicos. Es, seguramente, lo que toda cinematografía quiere lograr. Que el nuevo gobierno amenace con eliminar el instituto del cine, la principal institución cinematográfica del país, enciende todas las alarmas.