Los amigos de ellos dos, una comedia escrita por Matías del Federico y dirigida por Daniel Veronese, promete en su planteamiento inicial un estudio profundo sobre las relaciones humanas y las tensiones que surgen de las comparaciones entre pares. Sin embargo, lo que comienza como una ingeniosa comedia, se despliega en escena como una obra que oscila entre el humor y el drama, resaltando la ilusión de elección libre en una sociedad capitalista en etapa avanzada.
La trama parte de una situación sencilla: Nicolás y Elisa, interpretados por Malena Alterio y David Lorente, una pareja que encarna la media en todos los sentidos (mediana edad, clase media y una vida medianamente decente) llegan puntuales a su cena semanal con su pareja de mejores amigos. Esta vez, pero, los amigos no aparecen. Esa ausencia prolongada se convierte en el catalizador que saca a la luz inseguridades, rencillas y, sobre todo, una profunda insatisfacción vital, que será el conductor de toda la obra.
El texto refleja las tensiones de una amistad de más de una década, marcada por la comparación constante, ¿y es que quiénes somos sino la gente que nos rodea? La otra pareja -perfecta, exitosa y aparentemente impecable- es el espejo distorsionado en el que Nicolás y Elisa proyectan sus frustraciones. Lorente plasma con maestría la esclavitud de la rutina y la rabia contenida de Nicolás, mientras que Alterio brilla al dar vida a Elisa, el antagónico paciente y negociador que encarna la cobardía del bienestar. Juntos, logran tergiversar conceptos y tramas ligados magníficamente por la soledad de la rutina del hombre del siglo XXI como hilo conductor, condensando en 70 minutos toda la psicología de los problemas modernos.
Bajo la capa humorística se esconde un retrato agridulce de las renuncias y conformismos que definen muchas vidas contemporáneas. Aquí es donde Los amigos de ellos dos intenta coquetear con una mayor inferencia existencial, pero sin terminar de comprometerse con la queja. Aunque hay pinceladas de crítica social, no siembran la base suficiente para sostener una trama que, en ocasiones, se vuelve reiterativa y surrealista, pero sin llegar a justificar el inverosímil final.
A pesar del estancamiento en las mismas ideas, la obra consigue arrancar carcajadas genuinas del público, que llega a identificarse con sus desquiciados protagonistas en más de una ocasión gracias a la complicidad y el talento de sus actores principales. Lorente y Alterio tienen la química y el carisma necesarios para convertir una situación cotidiana en un retrato psicológico de una pareja atacada por el hábito. No obstante, la obra se conforma, pues, como sus personajes, no se atreve a romper con sus propios límites ni a explorar a fondo las posibilidades de su premisa. Quizás sea esta una intención más de los creadores en su intento de desquiciar al público.
Al final, Los amigos de ellos dos deja un regusto muy amargo de estancamiento e insatisfacción. Un retrato agridulce que, aunque apunta a la crítica de una sociedad atrapada en la comparación y el conformismo, no termina de desarrollar todas las posibilidades de su planteamiento. Los personajes están condenados a esperar, quizás entre risas y abrazos, la llegada de una vida idealizada, como lo hacemos la gran mayoría de nosotros.