«En el proceso creativo nunca puedes forzar la música, pero sí ves la cara que va teniendo el niño». Las palabras de Marc Gili, frontman de la banda barcelonesa Dorian, referencia del movimiento independiente desde principios de los años 2000, desprenden una idea común que se ha confirmado.
Futuros imposibles (2024), el octavo álbum de estudio de la formación, ha reencontrado el reconocimiento del público, hasta el punto que se ha considerado como el segundo trabajo más influyente de toda la trayectoria de Dorian. En él hay manuales de buenas acciones, el dolor de la pérdida, recuerdos sin rencor, vaivenes emocionales y el adiós sentimental de una relación, la de los dos líderes del proyecto; el mismo Marc y Belly.
Ésta se retrata con maestría en el tema Algo especial, una canción power pop de sabor agridulce que se convierte en punto crucial de la narrativa del disco. «¿Para qué evocar lo que un día nos dolió, lo que el viento se llevó, si no vamos a volver?», se expone en una letra a pecho descubierto.
La nueva propuesta no escapa de la habilidad que el grupo siempre ha mostrado para hallar voces colaborativas que mejoran sus melodías. «Es imprescindible que eleven la canción a otro nivel», confirma Marc en relación a Rafa Val, voz y guitarra de Viva Suecia, que participa en Lo que recuerdo de ti, un himno solemne en memoria del amigo perdido entre vicios y precipicios. «A Rafa se le rompe la voz en la segunda estrofa, la energía que se genera es brutal». Santiago Motorizado colabora en El Sur, un huida hacia adelante, un grito de esperanza afectiva. «Tenemos munición, tenemos balas y toda la intención de terminarlas», reza. Finalmente, la dulzura detallista de la argentina Daniella Spalla congela sentidos en A cámara lenta.
En el recetario estilístico, Dorian acude de nuevo a las cuerdas de bajo gruesas, sintetizadores que llaman a las tinieblas nocturnas, guitarras deliciosas y esa colisión entre desdicha y euforia que continuamente da forma a su mensaje.
Trilogía reconocible
Futuros imposibles se ubica en un espacio imprescindible en la carrera de la banda, sobre todo ofrece salud de hierro en tiempos revueltos. Después de Ritual, un trabajo seguramente incomprendido y que generó alguna sospecha, el nuevo hallazgo otorga un poso artístico repleto de credibilidad, hasta el punto que «forma parte de una trilogía discontinua de discos que marcan una misma línea artística como La ciudad subterránea y Justicia Universal», reconoce Gili.
El álbum se ha pensado para devolver la música de Dorian a las salas. «Llamamos a nuestra oficina y les dijimos que era prioritaria una gira por salas, creo que es el presente y el futuro de la música independiente. Estamos muy agradecidos a los festivales, porque siempre cuentan con nosotros, pero la pureza de una banda está en la sala».
De ahí que el recorrido se haya diseñado por todo el ámbito estatal hasta ahora con éxito. Este viernes, y después de un show en la mítica sala Razzmatazz de Barcelona, Dorian aterriza en la San Miguel Tarraco Arena con material de calidad y un enjambre de emociones por transmitir. La propuesta barcelonesa presume de un recorrido avalado por el contenido de sus creaciones. No se trata de un proyecto fugaz, de flor de un día. «Creo que, en estos tiempos donde todo va tan rápido y parece que haya que hacer canciones de un día para otro, es más importantes componer poca música, pero buena», proclama el vocalista de Dorian, una banda de culto para los que suspiran por la profundidad y no por el postureo.