Las piscinas naturales, las cumbres y los miradores son algunos de los principales reclamos que empujan a practicar senderismo, una actividad que podría entenderse como el camino a la cultura. Con el cierre del acceso a Serra del Montsant, las montañas de Tivissa i Vandellós o la Serra de Cardó Boix por riesgo de incendio, podría pensarse que se nos ha privado –al menos de forma temporal– de muchos puntos de interés, sin embargo, los espacios por descubrir todavía se cuentan a raudales: encontramos uno de los más preclaros ejemplos en la capital del Priorat. Falset atesora una de las ermitas más singulares de la provincia, un adjetivo que le otorgó la Diputación de Tarragona en su colección de templos distinguidos. Este lugar dedicado a Sant Gregori en el que se venera a Sant Antoni es el protagonista de la ruta de la semana, un itinerario que nos descubre la localidad y las tres ermitas que posee.
Instrucciones de la ruta
Accedemos a Falset y, en la rotonda, tomamos la primera salida hacia Gratallops, manteniéndonos en la carretera T-710. Inmediatamente después estacionamos en el aparcamiento municipal de la Font Vella, una suerte de descampado desde el que emprenderemos el itinerario. Los primeros compases discurren junto al Barranc de la Vila, cruzando la N-420. Ascendemos hasta el templo desde la Creu del Terme, no sin antes visitar la Cova dels Pastos o Els Racons. Desde Sant Gregori continuamos el ascenso, ahora más pronunciado, hasta la ermita de Sant Cristòfol, el punto más alto del recorrido y desde el que descenderemos hasta su estacionamiento. Así pues, alcanzamos un aparcamiento municipal contiguo a la N-420 para cruzar nuevamente la nacional y regresar así al aparcamiento.
Dificultad de la ruta
Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables. El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad, esta ruta es de dureza moderada por sus 7 kilómetros de distancia y 231 metros desnivel positivo o subida, que en conjunto supone un itinerario de 2 horas de duración que resulta poco demandante.
En lo que respecta a la complejidad técnica, el mayor obstáculo es permanecer en la senda, algo que puede resultar especialmente confuso en el primer tercio del recorrido. La dureza técnica aumenta más allá de la ermita de Sant Gregori: crece el porcentaje de inclinación del ascenso y se estrecha la senda hasta las inmediaciones del templo dedicado a Sant Cristòfol. Por suerte, el resto del itinerario es poco más que un paseo en el que sólo debe preocuparnos el encuentro con la carretera de Gandesa.
Las ermitas singulares
Nuestra provincia es una tierra rica en ermitas, tanto es así que hay un libro dedicado a ellas: Ermitas i santuaris singulars de la demarcació de Tarragona, editado por la Diputación de Tarragona. La obra constituye una colección de los templos más destacados, entre los que se encuentra la dedicada a Sant Gregori.
Otros templos que ameritan el esfuerzo de llegar hasta ellos son la Mare de Déu de la Roca, el santuario de la Mare de Déu de la Fontcalda o el dedicado a Santa Bàrbara, ubicado en la montaña que comparte con el castillo de Sant Miquel de Escornalbou. Si la visita a un único templo se nos antoja insuficiente, podemos completar el itinerario de las 14 ermitas de la Sierra de Cardó, aunque habrá que esperar el fin de la restricción.
Doble ermita de Sant Gregori
En el libro de la Diputación de Tarragona, en el que incluyen cincuenta ermitas, descubrimos dos curiosidades sobre el lugar dedicado a Sant Gregori. Por un lado, se justifica la existencia dos templos en honor al mismo santo. El primero, ubicado a los pies del segundo, fue destruido por un desprendimiento de rocas. Por otro lado, a pesar de que el templo lleve el nombre de dicho santo, la imagen venerada en este edificio protegido por la roca es de Sant Antoni.
El singular emplazamiento de la ermita fue ocupado en el Neolítico; de hecho, nos consta la existencia de la ermita desde antes del siglo XVIII, cuando se llevaron a cabo las reformas que apunta la inscripción de uno de sus muros. Como atestiguan las fotografías, el rasgo más destacado del conjunto es la coloración rojiza tanto del abrigo como del edificio, que puede admirarse desde su mirador.