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Ángela Banzas: «Emilia Pardo Bazán debió sentirse tremendamente sola»

Con ‘El aliento de las llamas’ la autora rinde homenaje a la escritora y a todas las mujeres que abrieron camino a las demás

15 febrero 2025 20:42 | Actualizado a 15 febrero 2025 20:47
Se lee en 4 minutos
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«Encuentra a Jimena. La nada, aquí». Estas son las palabras con las que Leonardo, víctima de un siniestro, encarga a Elvira Pardo Losada buscar a una mujer, Jimena, en un pazo de Galicia. Es el arranque de El aliento de las llamas, de Ángela Banzas (Suma), una novela en la que retrocede hasta el siglo XIX para visibilizar a las mujeres que lucharon por tener una habitación propia, como diría Virginia Woolf, y por que las venideras lo tuvieran un poquito más fácil. Banza la describe como «una novela con mucho desarrollo emocional. Quería poner el foco en estas mujeres para que el libro provoque en los lectores y lectoras un latido y también una reflexión, justamente con el objetivo de seguir avanzando».

¿Es un homenaje a Pardo Bazán?
Ha resultado ser un homenaje, pero no solo a Pardo Bazán, sino también a muchas mujeres del siglo XIX, literatas y social-literarias. Es un poco el reconocimiento a las que colocaron las primeras piedras para que ahora nosotras tengamos ya parte del camino hecho para poder transitar por él, aunque aún queda por construir.

Era un momento en el que la literatura escrita por mujeres se menospreciaba.
Sí. De hecho, la novela arranca en 1889 porque fue cuando se publicaron las cartas, hasta ese momento inéditas, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, en las que se aireaban las gestiones que había llevado a cabo, como unos 50 años antes, tratando de ingresar en la Real Academia. Y en ese momento, en 1889, lo que hicieron fue publicarlas para airear esa ambición femenina, de querer el reconocimiento, como lo podía tener cualquier literato. Ese mismo año, otra mujer volvía a sonar con fuerza, doña Emilia Pardo Bazán, tras el éxito de Los Pazos de Ulloa. Publicando esas cartas lo que pretendían era afear una vez más lo que podía hacer una mujer. O sea, es la doble moral, la doble vara de medir determinadas cualidades en un sujeto masculino como positivas, como fortalezas, como puede ser la ambición, y en el caso de la mujer, pues no. Igual que al contrario. Incluso a día de hoy se ve como debilidad que un hombre tenga sensibilidad en las letras o en el arte, o en la vida en general, y no se percibe de la misma manera en una mujer. En algunas cosas hemos avanzado y en otras, no.

También podemos retroceder.
Lo que más me preocupa es la involución. Veo con auténtico pavor algunos comportamientos de las nuevas generaciones. Por eso es tan importante poner el foco en lo que ya se ha hecho y en lo que ha costado hacerlo, para que sigamos avanzando hacia adelante. En estos tiempos líquidos en los que vivimos es muy importante echar la vista atrás porque son unos tiempos en los que solamente estamos pensando en el presente. A veces ignoramos el pasado y ni siquiera miramos al futuro.

¿Podríamos decir que ‘El aliento de las llamas’ es un thriller?
No es un thriller. Realmente, me encanta trabajar la ambientación, es una ambientación más gótica, oscura, de intriga sobre todo, que enganche al lector. Lo que ocurre es que thriller es un concepto, es un género que ahora mismo está un poco manoseado y a veces se malinterpreta. Lo que yo intento es acogerme un poco al suspense, a la intriga como elementos para poder avanzar dentro de la novela.

Que va de Madrid a Galicia. En el arranque hay una persona desaparecida.
Exacto. Digamos que el leitmotiv de la novela es la búsqueda, el encontrar a esta mujer que, además, representa el perfil de esa mujer del siglo XIX, su construcción. Es la que está con los ojos vendados, por lo tanto no ve; con las manos atadas, por lo tanto no se puede mover y amordazada porque tampoco tiene voz. Así es como se presenta esta mujer, Jimena, que hay que encontrar, y que está en un pazo gallego.

¿Qué paralelismo se puede establecer con Virginia Woolf, por ejemplo?
En el siglo XIX tenemos la figura de las mujeres literatas. Las que sí tenían la suerte de estar alfabetizadas y tener acceso a libros se evadían, tenían esa imaginación. Incluso dentro de la literatura podemos ver figuras descritas por plumas masculinas como Madame Bovary o Anna Karenina. Después, tenemos a la mujer que escribía y se consideraba que se le consentía, siempre que lo que escribiera quedara circunscrito, relegado al ámbito doméstico. Escribe pero guárdalo en un cajón, o sea no necesitas visibilidad. A la mujer, a ser posible, que no se la vea, que no se la escuche. Entre las que escribían, cada una tenía su personalidad. Virginia Woolf pertenece a otra forma de sentir diferente. La pulsión por la escritura no era la misma. Por ejemplo, la figura de Pardo Bazán la he tenido que desdoblar en dos personajes por lo intenso de su vida y obra y todo cuanto se puede aprovechar de ella. Avellaneda también me sirvió de inspiración, todas me han servido de inspiración. Esto no se puede acotar. Y Virginia Woolf también está presente de alguna forma, aunque yo ni siquiera a veces sea consciente.

En cualquier caso, estas mujeres sí que pertenecían a la clase alta. Tenían privilegios que aprovecharon para abrir camino a las demás.
Exacto. Es lo que pongo en valor. Recojo a las mujeres que tienen nombre y apellido y lo han utilizado, así como sus recursos, porque además Pardo Bazán era una mujer que gracias a tener recursos económicos pudo hacer lo que hizo, igual que Avellaneda. Pero es verdad que aquí recojo muchas otras voces que son las mujeres del campo, mujeres que incluso no estaban alfabetizadas, pero ya sabían que tenían que renunciar a sus sueños, al sino que tenían o a su suerte, sabían que no iban a poder conseguir más, pero a través de la educación trabajaron muy duramente para darle una mejor suerte a quienes veníamos detrás. Dentro de esta novela trabajo mucho esas mujeres que sabían asentir, que sabían bajar la cabeza, pero en las que latía esa fuerza interior, ese fuego. Pardo Bazán y muchas otras mujeres conciben la educación como único vehículo para poder prosperar.

¿Con la educación realmente se puede cambiar?
Yo confío en que el verdadero motor del cambio y de la evolución, para que alcancemos mayor igualdad tiene que ser la educación. Pero educación no entendida como algo mercantilizado porque hoy en día incluso la educación parece que es algo que queda perfectamente acotado, bajo un título académico, en un espacio de tiempo y luego ya es rendimiento. Cuando hablo de educación me refiero a algo que no tiene final, o sea, no es un objeto, es un proceso, no es algo que adquieres en un momento dado, es algo que se tiene que perpetuar a lo largo de la vida. Algo que afecta a nuestra forma de pensar y de concebir todo. En la novela hay un momento en el que digo que el arte se utiliza para alcanzar la libertad, para conquistar la libertad. ¿Y cómo se conquista dentro del arte, por ejemplo? Deconstruyendo, deshaciendo todas esas premisas sociales que nos van construyendo desde que nacemos. Cuando hablo de educación, me refiero a esa educación que nos permite ir tomando un poco el control de lo que vemos para poder discernir. Porque a lo mejor dentro de estas cadenas, generación a generación, hay que romper muchos eslabones y hay que romperlos para iniciar cadenas nuevas.

Los que las rompen suelen pagar un precio muy alto.
Sí, por supuesto. Me mencionabas a Virginia Woolf, pero está la propia Pardo Bazán, que incluso siendo una mujer poderosa, yo me preguntaba mientras escribía, ¿cuánto dolor tenía dentro de esa habitación propia, como diría Virginia Woolf, por mucha cara que sacara, porque era una mujer totalmente aguerrida? ¿Cómo se tenía que sentir ella dentro de esa habitación? Porque escuchaba comentarios incluso de colegas, de gente que ella respetaba tanto, y con la que se sentía hasta cierto el punto respetada. Pero cuando llegaba el momento y hacían esos comentarios de tan mal gusto hacia ella, tenía que sentirse tremendamente sola. Creo que esa es la palabra.

Comentarios que nos han acompañado hasta hoy.
Exacto.

¿Cuántas mujeres hay ahora en la Real Academia?
Pues son 8 mujeres y 33 hombres. Son datos objetivos. Teniendo en cuenta que las mujeres leemos más que los hombres... Se entiende que cuando lees más tienes mayor pulsión por escribir. Por norma general una cosa lleva a la otra. Y en cambio el reflejo, la correspondencia dentro de la Real Academia sigue siendo así de desigual.

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