Muchos de los que ahora entran no bailaron en sus pistas. Pero han oído hablar de ellas a sus padres. Tampoco se bañaron en la piscina bajo la cascada que caía desde el edificio principal, aunque han escuchado mil historias sobre ella. Y sobre la gran barra.
Que si allí se grabó el anuncio del Kas limón, «una bebida que lo petaba en la época». Y el de las maquinillas de afeitar Gillette. «Ese se hizo en los lavabos», se explican.
Y que pasaron los artistas más reconocidos y los mejores dj del momento. Y las fiestas... Y también la degradación cuando la cosa comenzó a caer y eran habituales las peleas en el aparcamiento que se vieron en todas las televisiones en la época.
Por eso muchos de los que entran ahora saben que pisan algo así como un santuario. El emblema de calidad de una época de macrodiscotecas que ya ha quedado en el olvido. Y Louie Vega era la mejor.
Por su piscina, sus jardines, las terrazas y ese avión empotrado en su fachada que entraba en la discoteca en forma de cabina donde sonaba lo último de cada momento.
Quedan los restos. Ya muy poco después de años de saqueos desde que cerró puertas en 2012, después de un intento de reabrirla en 2010 tras un primer cierre en 2008 que ya se presagiaba como definitivo.
Pero aún así todavía hay muchos jóvenes que quieren entrar para comprobar que aquello que han escuchado a sus padres y de sus hermanos más mayores fue cierto. Que Louie Vega existió. Y por lo que ven en lo que queda comprueban que lo que han escuchado no son leyendas. Que todo aquello fue real.
Los jóvenes entran y para dejar constancia que ellos también estuvieron sacan los móviles para inmortalizarse en unos selfies que de alguna manera les trasladan a un pasado que no vivieron.
Y esa práctica preocupa en Calafell. El Ayuntamiento ha tenido que volver a vallar todo el recinto para intentar evitar las incursiones por el peligro que puede suponer.
Ya no son para llevarse algo porque no queda nada. Sólo recuerdos impregnados en los hierros. Louie Vega es ahora una zona de derribo. En cualquier momento podría venirse abajo, dicen algunos. Y hay que evitar cualquier riesgo.
Valla
Por eso la valla. Pero que no valla nada. Son muchos los jóvenes que siguen intentando entrar en Louie Vega. La Policía Local hace alguna ronda por la zona para intentar evitar esa práctica de riesgo por un selfie.
Explicaron en su momento los impulsores de Loui Vega que el nombre de la discoteca rendía homenaje a una piloto que murió al estrellarse su avioneta llamada Comper Mouse en ese mismo punto en 1956. Ahora los restos son los del recuerdo erigido a la aviadora.
Catalogado
El edificio está catalogado por su singularidad arquitectónica. La construcción y el amplio terreno anexo que servía de aparcamiento se pueden ver en algún portal inmobiliario por un precio del entorno del millón de euros.
Quien la compre debería mantener el edificio por esa catalogación municipal. Pero ya poco queda a proteger. Esa degradación que avanza desde hace cinco años hace que ya no quede nada a salvar. Ni a reconstruir. Y quizá llegue el día que se autorice el derribo.
Quizá como recuerdo de la propia Louie Vega, la de verdad, la piloto, es que lo que mejor se conserva sea el avión incrustado en una de las paredes y que se convirtió en emblema de la leyenda.
FOTO de Sara Von Hammersmark. Mira http://forgottenmagicplaces.blogspot.com/