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Las vueltas dan mucha vida, y en camper la vida da muchas vueltas: ¡Camper Diem!

Crónica. 1.000 furgonetas en el PrimaveraVan. El camping Playa Montroig Camping Resort acogió la sexta edición del festival de furgonetas camper más grande de España, al que acudieron más de 4.000 personas.

07 mayo 2023 17:28 | Actualizado a 07 mayo 2023 20:38
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«Me fui a ser feliz. No sé cuando vuelvo». Analicen bien esta frase y piénsenla. Y ustedes, ¿dónde se irían a ser felices ni que fuera por unas horas? Venga, empiezo yo. Yo viajaría, no hace falta muy lejos (son solo pocas horas), pero me iría a algún lugar donde me sintiera como en casa, un lugar en el que pudiera ser yo misma sin nadie que me juzgara, un lugar que fuera hogar en su máxima expresión.

Ayer pude sentir esa sensación en las emociones de centenares de personas que me rodearon durante eso, unas pocas horas a lo largo de la mañana. Eran los campistas que se habían desplazado desde toda España para ir hasta el camping Playa Montroig Camping Resort, donde 1.000 furgonetas se concentraron en la sexta edición del PrimaveraVan, el festival de furgonetas camper más grande de España que hasta ahora se celebraba en Girona (disculpen, un pequeño guiño a este apunte: las camper clásicas estaban concentradas en la calle Girona del camping).

Vi ese, literalmente, ambientazo, y no pude evitar formar parte de él. Me enamoró, me hizo sentir eso: yo misma, al igual que todas esas personas que pasaban por mi lado mirándome y haciéndome, algunas, giños de bienvenida. En ese momento deseé poder sacar ‘mi’ camping gas, ‘mi’ mesa y silla portátiles, desplegar ‘mi’ toldo y sentarme junto a ‘mi’ camper a escuchar el concierto de bongos, reaggeton y ska siendo, de verdad, una más de ellos. Sin filtros. Sin máscaras. Sólo yo. Eso, señores y señoras, es la felicidad.

Pero como yo no tengo camper, ni camping gas, ni mesa y silla portátiles, ni toldo desplegable, me limité a escuchar, ver y observar cómo las 4.000 personas que cada año tienen una cita ineludible en el PrimaveraVan, lo vivían por mi.

Y entonces conocí a Eva. Me estaba sirviendo un vermut con unas aceitunas y unas patatas y su extroversión me cautivó. Era la perfecta representación de lo que allí se vivía. «¿A que no sabes qué quiere ser mi hijo de mayor?» me preguntó. Yo, completamente excéptica, estuve a punto de decirle: «¿caravanista?», pero antes de abrir boca me lo soltó: «¡Director del PrimaveraVan!». Lo dijo emocionada, como si lograr eso fuera, y así era, el sueño de sus vidas (el de ella y el de su pequeño de 7 años). Eva estaba afónica, orgullosamente afónica: «llevo hablando sin parar desde el viernes», me decía, «¡es brutal reencontrarse con la misma gente cada año y preguntarles cómo les ha ido estos meses!». ¿Saben qué? Que espero, el año que viene, poder compartir esto con ella. Yo, desde luego, volveré. Lo que decía, solo fueron unas horas, pero miren, como me dijo ella, «ya somos amiguis». Ahora sólo me falta la camper.

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