Cuando vine al mundo, mis padres vivían en el número 54 de la calle Mallorca de Miami Platja, en una modesta casita levantada en fines de semana. Mi padre formaba parte de aquella primera oleada de emigrantes atraídos por el faraónico proyecto urbano de Marcel·li Esquius, levantado sobre en el antiguo coto de caza del marqués de Marianao a mediados de los años 50.
Una de las historias orales que tuve el placer de conocer de primera mano fue la de la inauguración de la plaza de sir Alexander Fleming, un espacio por el que transitamos hoy ante la mayor de las indiferencias olvidando que un día mereció la portada de ABC y que ocupó las páginas centrales de La Vanguardia y el Diari (en aquella época Diario Español de Tarragona).
Hablamos del domingo 24 de julio de 1960, cuando Amalia Koutsouri-Vourekas, viuda del científico británico, visitó Miami Platja para inaugurar una plaza dedicada a su difunto marido.
¿Por qué no invitamos a la viuda?
Fleming había sido galardonado con el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1945 por el descubrimiento de la penicilina. Amalia era una joven doctora griega que había viajado hasta el laboratorio del Saint Mary’s de Londres con una beca. Seis años más tarde, en 1953, se habían casado.
La idea de que fuera ella quien presidiera el homenaje póstumo se gestó en el torreón del ya desaparecido Hotel Miami de la avenida Barcelona, cuando Joan Gou Miró y Antonio Alonso Cerdá, dos empleados de Marcel·lí Esquius le daban vueltas al asunto. Joan soltó a su amigo Antonio: ¿Por qué no invitamos a su viuda?». Parecía una locura pero había que intentarlo.
Lo cierto es que la jugada salió bien porque la carta que se remitió a Inglaterra tuvo una respuesta afirmativa. El sábado 23 de julio de 1960 Amalia Fleming juntamente con su compañera científica en St Mary’s Hospital, la doctora Giordani (o Giovanni) viajaron en avión desde Londres hasta el aeropuerto de Muntadas, que era el nombre que tenía El Prat durante la posguerra, según me explicó Paquita Eraso, mujer de Joan Gou.
Después de tomar tierra en Barcelona, serían recibidas por Marcel·lí Esquius i Joan Gou, secretario, traductor e interlocutor con las ilustres visitantes. Ellos mismos la acompañarían hasta el Hotel Ritz de Barcelona donde pasarían la noche y descansarían del viaje. A la mañana siguiente las recogieron en la Ciudad Condal y junto a Paquita Eraso y al pequeño Josep iniciaron el viaje en coche hasta Miami Platja donde les esperaba una muchedumbre.
Calles adornadas para la ocasión
Las calles se habían engalanado con banderas de España para hacer los honores. El día era claro y muy caluroso. Las palmeras recién plantadas aún no daban sombra por lo que se había instalado un entoldado donde se mantenían a la sombra los «Plim». La orquesta Eslava de Riudoms animaba el acto con su música.
La lista de autoridades invitadas era impactante. Llama poderosamente la atención la numerosa representación del estamento militar y eclesiástico que asistió a este acto. Solo se puede entender si contextualizamos la época. No podemos olvidar que estamos hablando de 1960, en plena dictadura franquista y donde el nacional catolicismo impregnaba la vida social del país.
Estuvieron presentes el cardenal Benjamín de Arriba y Castro, arzobispo de Tarragona entre 1949 y 1970; mosén Josep Maria Franquet Muntané, rector de Mont-roig del Camp desde 1959 hasta su muerte en 1971; el gobernador militar de Tarragona, el general de infantería Sabas Navarro Brinsdon; el gobernador civil accidental Rafael Lluis Anchorena; el comandante de Marina, capitán de fragata Alberto Cervera Balseyro, jefe del Sector Marítimo; el alcalde accidental de Tarragona, Luis Roca García; el vicepresidente de la Diputación, doctor don Esteban Meseguer Gil; el jefe accidental de la Comandancia de la Guardia Civil de Tarragona comandante Lobato; el delegado provincial accidental de la delegación de Sindicatos, Mariano Pellicer, el alcalde de Mont-roig, Salvador Ferré Riba; así como el cónsul general de Gran Bretaña en Barcelona, sir Bernard C. A. Cook y el vicecónsul en Tarragona, Ignacio Navarro.
El ramo de flores
A su llegada a Miami Platja, el sr. Valí en nombre de los vecinos del carrer del Carme de Barcelona hizo entrega a lady Fleming de unos ramos que habían elaborado las floristas de la Rambla y regaló a todos los concurrentes una litografía con el retrato del microbiólogo, obsequio de los Laboratorios Wassermann de la Ciudad Condal.
El homenaje póstumo al sabio escocés continuó con la bendición de la plaza y del monumento en Miami por parte de mosén Franquet. Lady Amalia descubrió el busto de su esposo que estaba cubierto por la bandera británica, mientras la Orquesta Eslava de Riudoms interpretaba los himnos inglés y español.
La figura de mármol blanco fue obra del escultor de Barcelona Josep Miret i Llopart (1900-1978), autor de trabajos tan conocidos como la estatua de ocho metros del Sagrat Cor de Jesús del Tibidabo o la figura de Ponce de León del Passeig Sant Joan.
El pedestal sobre el que está depositado este busto en Miami Platja es obra de Sebastià Javaloy Cánovas, constructor de la iglesia de Santa Magdalena, el torreón dels Penyals y el Hotel Miami.
A pie del monumento se pronunciaron los discursos. Amalia Koutsouri-Vourekas sin ocultar su emoción y con unas frases entrecortadas por la emoción pronunció unas sentidas palabras de gratitud por el homenaje que se había tributado a su esposo. En el mismo sentido habló el cónsul de Gran Bretaña.
Marcel·lí Esquius por su parte ponía en relieve el afecto y el emocionado recuerdo de todos los españoles hacia la memoria del gran investigador y benefactor de la humanidad.
Los actos se dieron por finalizados con una actuación de sardanas y continuarían con un almuerzo en un comedor del Hotel Miami, donde asistieron todos los invitados y en el que se puso de manifiesto una vez más a través de los parlamentos pronunciados el homenaje de Miami Platja a sir Alexander Fleming.
Ese mismo domingo las dos científicas volvieron a Barcelona donde se quedarían hasta el jueves día 28. Aprovecharon la visita para conocer la ciudad y Montserrat. Londres y Atenas serían sus siguientes destinos.
La represión de Amalia sufrida en Grecia
Tengo que reconocer que la figura de Amalia me ha impactado porque lejos de la imagen casi ornamental que transmitía la prensa de la época estaba una de las personalidades más relevantes de la vida intelectual y política helena. Militó en organizaciones demócratas desde su juventud. Fue encarcelada en Atenas bajo la ocupación nazi y condenada a muerte.
Durante la dictadura de los coroneles griegos, a finales de los años sesenta fue sentenciada a 16 meses de prisión. Liberada a causa de sus problemas de salud, fue desposeída de la ciudadanía griega y expulsada del país. A ella se le atribuye la famosa frase de «ninguna mujer firmaría una declaración de guerra».
Joan Gou Miró, otro de los protagonistas, fue soldado de la Quinta del biberón, luchando en el bando republicano, el que perdió la guerra, por lo que pasó 15 años de prisión en las cárceles franquistas.
El homenaje póstumo a Fleming unió, sin saberlo, a dos personas marcadas por la represión y la privación de la libertad por causas políticas. Dos ejemplos de resistencia, respeto y tolerancia.
Mientras preparaba el reportaje me he acercado a observar el estado actual del monumento. Lo contemplo en silencio, frente a frente, y solo puede pensar en las cosas que me inspira esta escultura pública de Fleming, hoy olvidada: educación, conocimiento, ciencia, cultura…. valores que nuestra sociedad necesita que resistan el paso del tiempo.