Un año más, Cambrils vivió ayer una jornada de ilusión, la que se ve reflejada en cada uno de los niños que acude con su carta hasta las Escales Reials del Mollet del Rec para entregarlas en primera persona a los pajes reales.
«Estamos aquí desde hace media hora», explicaba Lluïsa mientras trataba de calmar a su hijo pequeño, nervioso ante la cercanía de la llegada de la comitiva real. Al mediodía en punto, alrededor de 800 personas (entre grandes y pequeños) vieron colmadas sus esperanzas. Desde la entrada del Port se vislumbraba cómo el Garrote II -el barco que transportaba a los escuderos de Sus Majestades- avanzaba a toda máquina en busca de las misivas de los niños.
La alegría no tardó mucho en desbordarse en el mismo instante del desembarco. Besos, abrazos, gritos de «¡aquí, aquí..!» de los más pequeños que querían entregar sus peticiones en mano. Nervios, lloros de emoción y hasta suspiros. «¡Qué bien que ya estéis aquí! Habéis tardado mucho. Ya hace días que os he escrito la carta», les decía el pequeño Manuel, impaciente porque llegue la Noche de Reyes y los Magos de Oriente depositen todas sus esperanzas en forma de regalos en el interior de su casa.
«Ya sé que la lista es larga, pero me conformo con el monopatín y los auriculares», les repetía Toni, que asistía por tercera vez a este acto mágico.
«También estamos los abuelos. Para nosotros es importante estar con nuestros nietos», aseguraba Francisco, que recogía los dulces desde el suelo para luego meterlos todos en uno de los bolsillos de su chaqueta.
Los diez servidores de los tres Reyes se dividieron en tres grupos en su camino hacia los carruajes impulsados por tractores para hacer el recorrido del Passeig Marítim en trazado de ida y vuelta. Y, mientras eran aclamados por los niños, los pajes de Melchor, Gaspar y Baltasar recogían cada una de las misivas de diferentes tamaños y colores que recibían para luego embolsarlas en los mismos capazos de donde sacaban los caramelos.
Antes de subir a las carrozas en las que luego transitarían, Melchor leyó un manifiesto en el que recordó la importancia de portarse bien y de que «también habrá carbón para quien lo merezca», al tiempo que recordó que aún se pueden depositar las cartas en el Ayuntamiento. Adornadas con palmeras, hielo y fuego, cada una de las carrozas se acabó alejando en el recorrido. Pronto regresarán para cumplir los deseos.