Dicen que la colonia ferroviaria de Sant Vicenç de Calders huele a eucalipto. Porque varios majestuosos de esos árboles forman parte desde el primer momento, hace más de un siglo, del conjunto de barracones que acogieron a los trabajadores del tendido ferroviario.
Varias generaciones de vecinos que han pasado por las viviendas del barrio junto a la estación de Sant Vicenç han convivido con esos ahora grandes ejemplares aunque su olor ya pierde frente a otros que rodean al núcleo.
«Recuerdo que las familias íbamos a coger las hojas para hacer vahos cuando estábamos constipados. Todos hemos hecho vahos con las hojas de esos árboles», explica Adriana Rivas, que vivió con su familia en el núcleo.
Ahora uno de los históricos eucaliptos ha caído al suelo. «Faltará algo en la postal de la colonia», lamenta otro vecino. En las fotos más antiguas en blanco y negro ya están los ejemplares.
Pero ¿por qué esos eucaliptos? Hay varias versiones. Una más romántica y que se sitúa en el ámbito de la leyenda y otras más técnicas y, quizá, precisas. Pero a los vecinos les gusta repetir el mito que trasluce lo que fue la colonia: una gran familia en sus mejores momentos.
Cuentan en el barrio que en los primeros momentos llegó una familia y la mujer de la casa tenía problemas pulmonares. Como las hojas del eucalipto tienen propiedades anticatarrales, balsámicas y expectorantes se plantaron esos árboles para crear un ambiente más propicio. Y la vecina mejoró.
La otra versión es más prosaica. Cuando comenzó a construirse la colonia ferroviaria la zona era de marismas y estaba inundaba. En diciembre de 1905 estuvo construido el primer pabellón a cargo de la compañía ferroviaria MZA ((Madrid, Zaragoza, Alicante).
El eucalipto es un árbol que consume gran parte del agua que se acumula en el subsuelo. Por eso se plantaron. Era una forma de desecar el terreno.
Eliminar tanta agua del entorno de las casas tenía el objetivo de evitar el paludismo por la proliferación de mosquitos. De ahí no sólo los eucaliptos. También las mosquiteras que había en las ventanas de todas las viviendas ya en su construcción.
Adriana Rivas, autora de trabajos de investigación sobre la colonia añade que esos árboles se colocaron además estratégicamente frente a los barracones porque allí estaban en su origen las fosas sépticas y era una manera de mantenerlas a nivel ya que los eucaliptos absorbían el agua.
Con los años y la mejora de las viviendas, esos árboles han visto bajo sus copas reunirse a muchos vecinos a descansar a su sombre y a los chavales correr alrededor. «Forman parte de la colonia. Mira las fotos más antiguas».
Ahora uno de esos majestuosos ejemplares está en el suelo. ¿Por que ha caído? Como su origen, también le rodea una incertidumbre. Pero ninguna es tan poética como la de la plantación para aliviar los problemas catarrales de aquella primera vecina.
Era el árbol de la curva, explican en le colonia. «Quizá alguna furgoneta le ha dado un golpe», explica Ainoa, vecina del barrio y miembro de la Associació Preservació Colònia Ferroviària Sant Vicenç de Calders que trabaja para reivindicar la protección de ese núcleo.
Pero los vecinos temen más a otra razón que de hecho es aplicable a toda la colonia. «Falta de mantenimiento. Aquí nos tienen olvidados y todo acabará cayendo». Esos árboles pueden ser el aviso de la necesidad de una intervención urgente.
Quienes vivieron en ella y muchos vecinos de El Vendrell reclaman hace años una protección integral para ese patrimonio ferroviario antes de que caiga como el eucalipto.