Estos días los alumnos de sexto de primaria de la demarcación han recibido en los colegios sus dosis de vacunas contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), la meningitis C, la hepatitis A y la varicela, cada uno en función de su calendario de vacunación y siempre bajo la autorización firmada de los progenitores.
Sin embargo, es una medida con la que no todos los padres están de acuerdo. Argumentos hay de todo tipo sobre un fenómeno que no es nuevo, sino que nació al mismo tiempo que la vacunación. «Desde que Jenner desarrolló las primeras vacunas frente a la viruela, en los siglos XVIII y XIX, surgió de inmediato el rechazo, basado en sentimientos religiosos o porque se pensaba que era mejor la enfermedad natural», explica el Dr. Goran Ristic, miembro de Top Doctors.
Este pediatra defiende que «no hay ninguna duda de que el valor de las vacunas es incalculable, y junto con el lavado de manos se considera una de las medidas más coste-efectivas en salud pública». Añade que «los programas de inmunización infantil previenen enfermedades, discapacidad y muertes ocasionadas por enfermedades prevenibles mediante vacunación, incluyendo el cáncer de cérvix, la difteria, la hepatitis B, el sarampión, la parotiditis, la tosferina, la neumonía, la polio, la meningitis, la diarrea por rotavirus, la rubeola y el tétanos. Se estima que la vacunación evita entre dos y tres millones de muertes en el mundo».
Los colectivos contrarios han puesto en duda, sin embargo, la fiabilidad de las vacunas y, sobre todo, sus efectos secundarios. Una madre y profesional sanitaria reusense que accedió a hablar con el Diari bajo anonimato, manifiesta que «toda enfermedad que está en el cuerpo de una persona no deja de ser una adaptación al medio. Es que el cuerpo te está avisando de que alguna cosa no haces bien. La parte física no deja de ser una manifestación más de una parte tuya emocional que no funciona bien. Esta parte emocional afecta a la salud y hoy en día nadie duda de que se te puede caer el pelo por los nervios». Sobre la posibilidad de que alguno de sus hijos se contagie de una enfermedad infecciosa, manifiesta que «no creo que las enfermedades se contagien. De hecho, hay muchas que vienen condicionadas por la genética».
Esta madre comenta que «en mi época no se ponían tantas vacunas y hoy en día todo el tiempo se está vacunando. En las vacunas hay mercurio y productos que no sabemos qué pueden provocar en el cuerpo porque no hay estudios que hayan demostrado que no pasa nada. De hecho, tengo compañeras que sus hijos han tenido problemas de distrofia muscular a raíz de las vacunas de hepatitis B». Añade que «son cosas que dan que pensar. Por ejemplo, cuando hubo el brote de la Gripe A, todo el mundo se tuvo que vacunar, y al año siguiente, ¿qué? O ahora en el caso de la gripe, ¿los que están vacunados no cogen la gripe? ¿La cogen más floja? Pues no se sabe. Igual el cuerpo se hubiera comportado de la misma manera», concluye.
El doctor Ristic, que ejerce en el Hospital Universitari Dexeus/Paidodex, reconoce que las vacunas «también tienen sus limitaciones y ninguna está completamente libre de riesgos ni es efectiva al 100%. Pero a diferencia de los activistas antivacunas, que difunden sus falsas teorías de forma muy activa, siempre trato de escuchar atentamente a los padres y de proporcionarles una información veraz y detallada explicándoles el beneficio de las vacunas sobre las enfermedades que previenen y sus complicaciones».
«Vacunas y el lavado de manos son unas de las medidas en salud pública más coste-efectivas»El facultativo niega algunos de los argumentos esgrimidos por los colectivos contrarios, como que «el tiomersal de las vacunas produce daño neurológico, así como que el adyuvante aluminio es tóxico». Explica que «está muy claro que la triple vírica no produce autismo, las vacunas monodosis no contienen tiomersal, el aluminio es un adyuvante necesario para mejorar la respuesta inmunitaria y es el más usado desde hace años, no habiéndose encontrado efectos negativos en las vacunas que lo contienen debido a la poca cantidad presente en ellas».
Agrega que «cuando se postuló falsamente que la vacuna triple vírica producía autismo se generó un miedo que aún persiste. Esta falsa hipótesis fue difundida por Andrew Wakefield, que publicó un artículo con datos falseados en la revista ‘The Lancet’, en 1998. La propia revista se retractó totalmente de su publicación, notando que los datos de los manuscritos habían sido falseados. Wakefield fue excluido del registro médico del Reino Unido en mayo de 2010».
Pese a todo, existen asociaciones, como la de Afectados por Vacunas, que consideran que éstas «no son seguras como nos hacen creer». Se trata de una asociación de padres que cuentan su experiencia personal y hacen referencia a «daños irreversibles y en muchos casos de fallecimientos, como fue el de mi hijo», explica Federico Sánchez-Apellaniz, padre afectado y presidente de la asociación. No se manifiestan contrarios a la vacunación, sino que piden «que se apliquen las que verdaderamente sean necesarias, efectivas y seguras».
Mientras, en Francia, desde el pasado 1 de enero los niños tendrán que recibir once vacunas de forma obligatoria, y no tres, como hasta ahora, para ser admitidos en la guardería o en la escuela, una medida que se ha decidido ante las reticencias a esta profilaxis en el país.