Después de escribir ‘Historia torcida de España’ e ‘Historia torcida de la literatura’, el historiador Javier Traité explora ahora la conquista de América para ir más allá de los tres grandes nombres que todos recuerdan, Colón, Pizarro y Cortés, y «rescatar del olvido a los que nadie recuerda o quedaron reducidos a un segundo plano».
Para Traité, Diego de Nicuesa, Pánfilo de Narváez, Cabeza de Vaca y Vasco Núñez de Balboa eran «una pequeña gran familia de auténticos psicópatas en muchos casos».
La selección de los «conquistadores secundarios» fue «aleatoria» a partir de estudiar esa tripleta titular, pues «entre ellos, todos se conocían» y a pesar de estar escrito con humor y presentado con una cartografía satírica, remarca que todo lo que cuenta en ‘Conquistadores secundarios’ es «riguroso».
El autor no cree que se pueda hablar de exterminio, ya que «no hay voluntad de genocidio, los españoles no tienen problema en amancebarse con mujeres indígenas y la mayor parte de la mortandad entre las poblaciones originarias tiene un origen biológico al sucumbir a los virus transmitidos por los españoles; y cuando hay matanzas no son mucho más bestias que las que hay en Europa. En cualquier caso, nos da lecciones por si alguna vez contactamos con extraterrestres».
Traité desmitifica la llegada de los españoles a América, que ve «muy caótica», protagonizada en su mayoría por «hidalgos de cuarta» y que «a pesar de su tosquedad, al final funcionó porque se hicieron con el territorio en un período de tiempo relativamente corto».
Para ilustrar la precariedad con la que se aventuraban aquellos conquistadores que se habían quedado en el paro tras la toma de Granada, Traité señala que «viajaban con escasez de medios y tripulaciones de no más de 200 personas» y con estas penurias lo raro era tomar lo conquistado.
«Núñez de Balboa, que había navegado escondido en un barril con su perro Leoncico, fue de los pocos que llegó a ver sus conquistas, descubrió el mar del Sur -el Pacífico- y fundó la primera ciudad permanente, Santa María la Antigua del Darién».
A diferencia de las expediciones de Ojeda o Nicuesa, que fueron un «desastre», Balboa es de los primeros que estableció alianzas en tierra firme con algunas tribus en contra de sus enemigos.
Nicuesa, el gafe
Nicuesa es, sin duda, a decir del autor, «uno de los más gafes, al que todo le sale mal»: Le conceden la gobernación, monta fiestas en Santo Domingo, le financian finalmente y naufragan, pierden las armas, le abandona la mitad del equipo, y «cuando llega a Tierra monta una ciudad cutre que dura tres meses en medio de una zona pantanosa. Lo rescatan y morirá en otro naufragio».
En un territorio que avivó tanto la imaginación y propició tantos mitos falsos como el de Las Siete Ciudades de Oro de Cíbola, Traité se queda con el mito de El Dorado, adonde llegó Gonzalo Jiménez de Quesada, «aunque lamentablemente lo hizo un siglo después de que hubiera desaparecido».
Para el historiador barcelonés, el que más suerte tuvo fue Américo Vespucio, que «dio nombre a todo el continente a pesar de que apenas participó en algunas expediciones que no fueron a ningún lado, y todo por sus exitosas obras ‘Mundus Novus’ y ‘Carta a Soderini’, en las que narra, o mejor dicho, se inventa los viajes a América; un auténtico caradura, pero un lince del marketing».
En la actualidad, Traité trabaja en una continuación de este volumen, con los «Conquistadores principales», Colón, Pizarro y Cortés, y probablemente también Sebastián Elcano.