La celeridad con la que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias dieron a conocer el preacuerdo para un Gobierno conjunto simplificó mucho las cosas al PP. La dirección de Pablo Casado vio allanado el camino para mantenerse al margen de la partida del desbloqueo y pasar a ejercer la oposición. Y el sector de la formación conservadora más proclive a negociar con los socialistas asumió que ese debate, al menos por ahora, ha quedado zanjado. Liberado de la carga, el presidente de los populares compareció para reivindicarse como alternativa y marcar distancias con el PSOE: «Es evidente que cierran la puerta con estruendo a cualquier colaboración».
La noticia del pacto por la izquierda sorprendió a los populares en el encuentro del Comité Ejecutivo Nacional que habían convocado para decidir su estrategia poselectoral. Ni tan siquiera habían entrado a discutir a fondo si los ciudadanos esperan del PP «una abstención patriótica» para poner fin a la parálisis o si facilitar la investidura de Sánchez puede acabar dando alas a Vox en la oposición. Confirmados los planes del PSOE, se lanzaron a la censura del presidente en funciones. «No se ha dignado a llamar», afeó Casado al presidente en funciones tras haber intentado ponerse en contacto con él el domingo a última hora. En su entorno insistieron en que la llamada nunca fue devuelta y escenificaron su enfado por que Sánchez tan sólo respondiera el lunes con un mensaje de móvil en el que se excusaba por no haber podido atender el teléfono.
No hubo tregua. El líder del PP acusó al candidato de los socialistas de apostar por la «radicalidad» de izquierdas, de ser como «la cabra que tira al monte», como el «alacrán» que en la fábula pica a la rana porque está en «su naturaleza». Le reprochó haber «validado» con su apuesta por Unidas Podemos el pacto del Tinell, que en 2003 tendió en Catalunya un «cordón sanitario» al PP. Y fue entonces cuando situó al candidato socialista alejado del PSOE tradicional que «llegaba a acuerdos» con los populares. «Es importante que Sánchez se vaya (...) –siguió la línea argumental de la noche del 10-N– y es urgente que el PSOE sensato vuelva».
También el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, trasladó que con el partido en manos de Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba, las conversaciones habrían comenzado el mismo 10 de noviembre.
Gobierno de concentración
¿Pero estaba el PP en realidad dispuesto a abrir una negociación con los socialistas? Algunos líderes territoriales sí eran partidarios de que así fuera en última instancia para frenar una tercera repetición electoral. Pero el núcleo duro de Casado negó este mismo lunes una abstención para facilitar el Gobierno de Sánchez. «Por supuesto, no se la vamos a dar», avanzó el secretario general del partido, Teodoro García Egea.
Como mucho, en la dirección se estudió la posibilidad de tomar parte en el juego y hacer su propia oferta. Esa línea pareció seguir ayer Cayetana Álvarez de Toledo cuando tomó la palabra en el Comité Ejecutivo Nacional para defender un Gobierno de concentración «constitucionalista» conformado por PP, PSOE y Cs.
La tesis, sin embargo, nunca ha contado con el visto bueno de Casado. El presidente del PP ha explicado en numerosas ocasiones que una alianza de esas características sería contraproducente al dejar la alternativa en manos de Podemos o Vox. Y ayer sólo el exministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, coincidió en público con la portavoz de los populares en el Congreso.
Casado aspira, en realidad, a erigirse en alternativa del PSOE y dar la batalla en los próximos comicios. Y con ese objetivo, varios cargos populares abogaron por mantener la «centralidad» en el rumbo y aprovechar la circunstancia de un Ciudadanos en horas bajas para atraer a su electorado. El líder de los populares volvió, de hecho, a la carga con la unidad del voto: con España Suma, Sánchez habría tenido, dejó caer, menos opciones de gobernar.