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Nadia Ghulam: «A los talibán no se les tiene que derrocar, hay que educarlos»

La educadora social y activista afgana vuelve a poner el foco en la realidad de su país tras la marcha de Estados Unidos y el regreso al poder de la organización político-religiosa islamista

04 agosto 2022 08:51 | Actualizado a 04 agosto 2022 09:03
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La activista Nadia Ghulam no ha conocido un Afganistán en paz. A los ocho años, una bomba le destrozó la vida y la de los suyos. Entre múltiples operaciones quirúrgicas, aquella niña sobrevivió durante una década haciéndose pasar por un chico, para poder llevar algo de comer a casa. Hace 16 años que Nadia Ghulam vive en Catalunya, donde es educadora social y fundadora de la asociación Ponts per la Pau y entre sus muchos desvelos se encuentra un incesante trabajo por traer a su familia. Ahora, en Somiant la pau. Una mirada femenina al nou Afganistan dels talibans (Rosa dels Vents), reflexiona sobre la realidad de su país, en un momento en que prácticamente ha desaparecido de los medios de comunicación.

Es un libro con mucho dolor.
Siento mucho dolor en la soledad de estar 16 años sin mis seres queridos. Y es un sentimiento de ser inmigrante en un país en el que el ataque racista y la xenofobia están presentes. Soy muy empática, recibo el dolor de los demás, por lo que a pesar de que a mí me traten bien, lo paso mal cuando se discrimina a otra persona.

Cuando habla de xenofobia, ¿se refiere a Catalunya?

No únicamente. En general, España y también Europa.

¿En algún momento se imaginó que los talibán pudieran regresar al poder?

Cuando en 2020 Estados Unidos decidió sentarse con los talibán en una mesa de negociación en Doha, donde creó oficinas para ellos, me di cuenta de que no se trataba de un pacto de paz, sino de un negocio para vender Afganistán a Arabia Saudí y a otros países, que permitía a Estados Unidos coger el dinero invertido en el petróleo y marcharse.

Con Estados Unidos fuera, ¿cómo derrocar a los talibán?

A los talibán no se les tiene que derrocar, no se les tiene que echar del poder. Ellos son afganos y 50 años de guerra han hecho que estas personas no vean otra cosa. Hay que reeducarlos.

¿Es posible?

Sí. Yo soy educadora social y creo en la educación. Es posible que no funcione con un talibán de 60 años, pero sí con el resto. Es importante para que no haya futuros talibán. Tenemos que tener esta esperanza porque la educación es la base de la paz. Sin ella no la podemos construir.

¿Cree que alguna vez verá Afganistán en paz?

«A pesar de que los humanos han creado muchas fronteras, somos de la misma piel, aunque hemos nacido en otro trozo de tierra»

Espero que sí. Echo mucho de menos a Arcadi Oliveres, quien defendía que en la sociedad se deben hacer movimientos en favor de la paz. Yo recuerdo a la gente salir a la calle contra la guerra de Irak. Pero ahora es todo lo contrario, se aboga por enviar armas a Ucrania y esto es lo que me duele. Por ello les pido a mis lectores que hagan alguna cosa, por pequeña que sea, porque no podemos aceptar la guerra. Tenemos que cambiar la sociedad hacia un mundo justo, mejor y con igualdad. Tenemos que colaborar entre todos para que esto sea posible. Hacer esfuerzos para querernos porque este mundo es para todos. A pesar de que los humanos han creado muchas fronteras, somos de la misma piel, aunque hemos nacido en otro trozo de tierra que, no es que se haya destruido de forma natural, sino que los humanos han encendido fuego en ella.

Propone empezar por uno mismo.

Sí porque no hace falta ir tan lejos a ayudar, a Siria, a Ucrania, a Palestina. Aquí se están fabricando armas y también hay muchas injusticias, muchos refugiados, muchos inmigrantes que sufren. Entonces, para poder trabajar por la paz, tenemos que empezar por aquí y cuando lo hayamos conseguido, podremos trabajar en otros lugares. En Afganistán existe el dicho de que «la luz que ilumine la casa es suficiente para la mezquita», lo que quiere decir que primero debemos iluminar nuestro hogar y, después, la mezquita. Necesitamos esta luz en nuestra convivencia, en nuestra sociedad.

¿Cuál es la situación de las mujeres en Afganistán?

Están perdiendo todas las libertades. La violencia contra ellas se ha triplicado, tanto en casa como fuera de ella. La mujer, cada vez más se trata peor que un objeto, la ayuda humanitaria no llega, hay falta de recursos... Y la situación empeora si el marido o el hermano no trabajan o si no están en casa.

En ‘Somiant la pau’ habla de represión, de desaparecidos.

Sí, muchísimos. En mi caso, tengo dos primos de los que no encontramos rastro y como ellos, muchas mujeres y hombres de los que no se sabe nada, ni dónde los han llevado ni si los han matado.

Hace un llamamiento a la reagrupación de las familias. Usted se ha desvivido por traer a la suya.

Sí, y no solo hago referencia a mi familia. Muchas personas, entre ellas yo, no podemos volver a Afganistán por la inseguridad. Perdemos el privilegio de estar con los nuestros. Hay familias que pasan más de una década sin ver crecer a sus hijos. Cuando no tienes la posibilidad de ver a tus seres queridos es como si estuvieran muertos, como mi hermano, al que no veré nunca más. Por ejemplo, mi madre no me puede ver, no me puede tocar ni mirar a los ojos. No sabe si estoy feliz o triste. Entonces, ¿qué tipo de vida es esta?

¿Echa mucho de menos Kabul?

Muchísimo.

¿Y cómo es?

Ahora me harás llorar. Es muy bonita, pero la han destruido totalmente. Kabul está presente en mi corazón, es mi paraíso y siempre lo será. Pero para que no quede en la oscuridad, tengo que encender pequeñas luces. Una de las maneras es ayudando a los refugiados porque ellos son el futuro de Kabul, de Afganistán. Ellos llevarán estas pequeñas luces en forma de educación a mi país.

¿Cómo es Nadia fuera de las cámaras?

Nadia es muy perseverante. Además, su obsesión es ver feliz a los demás, es cuando se siente bien. A pesar de las dificultades, siempre mira adelante. Es lo único que podemos hacer.

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