El Departament d’Agricultura ha incrementado un 80% las ayudas de la Estrategia Alimentaria, que pasan de 10,6 millones de euros a 18,5 millones de euros. El conseller Òscar Ordeig ha destacado que el objetivo es impulsar la transformación del sistema agroalimentario y afrontar retos como el cambio climático o el desperdicio alimentario.
La primera convocatoria benefició a 1.326 proyectos con ayudas directas en toda Catalunya. Ahora se acaba de abrir la segunda convocatoria, que dispone de diez líneas de ayudas. Así lo ha anunciado el consejero en una visita a la Fundación Sant Tomàs, una entidad que trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual de Osona y el Lluçanès, y que fue beneficiaria de la primera convocatoria de ayudas.
La nueva convocatoria cuenta con 10 líneas de ayudas dotadas con un importe de 18,5 millones de euros, lo que supone un incremento de 7,8 millones en relación al presupuesto de la convocatoria anterior. Según el Departament, este aumento se justifica porque las ayudas son este año plurianuales, permitiendo ampliar la ejecución de los proyectos, y también porque se convocan nuevas líneas y sublíneas de ayudas.
Además, se incluye una dotación extraordinaria de 3,5 millones de euros provenientes del Fons de Transició Nuclear, que se destinarán a aquellos municipios situados en zonas catalogadas como nucleares. Este fondo se creó en 2020 con el objetivo de garantizar que el compromiso con la desnuclearización de Catalunya se llevara a cabo de manera justa, sin dejar a ningún territorio atrás.
Entre las novedades de esta segunda convocatoria destaca un incremento de 1,15 millones de euros en una nueva ayuda para fomentar infraestructuras compartidas para la distribución y comercialización conjunta de productos agroalimentarios. Otra novedad es la promoción del mapa de infraestructuras compartidas, un plano interactivo que localiza obradores y mataderos de baja capacidad en el territorio, facilitando su uso a pequeños productores y elaboradores para hacer viables sus proyectos.
Por otro lado, la ayuda para el cálculo del perfil de sostenibilidad ambiental aumenta de 1 a 5 millones de euros, ampliando los sectores productivos que pueden acceder a ella. Además, se da continuidad a los proyectos liderados por mujeres y se dota con 1 millón de euros una línea específica para promover la inclusión de la dimensión de género y la igualdad.
El consejero ha explicado que se está trabajando en una futura ley de la alimentación que, entre otros objetivos, busca poner en valor el sector agroalimentario, el primer sector económico del país. “Estamos trabajando para que en el futuro las administraciones públicas estén obligadas a comprar como mínimo un 50% de productos de proximidad”, ha dicho el consejero, “precisamente para fortalecer la posición de nuestros productores alimentarios y de todo el ecosistema”.
Proyecto social contra el desperdicio alimentario
El consejero de Agricultura, Òscar Ordeig, visitó este lunes la Fundación Sant Tomàs, una entidad que trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual y sus familias en Osona y el Lluçanès. Esta fundación fue una de las beneficiarias de la primera convocatoria de ayudas con un proyecto para evitar el desperdicio alimentario. En concreto, el proyecto de la Fundación reaprovecha la comida que elaboran en su cocina central y que no se ha servido en ninguno de los centros con los que trabajan.
De hecho, tras analizarlo, explicó la responsable de cocina de la Fundación Sant Tomàs, Imma Aumatell, se dieron cuenta de que desperdiciaban unos 35 kilos de comida al día. Una cifra que anualmente significaba 7.000 kilos de alimentos.
La propuesta para combatir este problema consiste en enfriar la comida no consumida mediante un abatidor de temperaturas hasta 4ºC y envasarla con una termoselladora en bandejas etiquetadas con el nombre del plato, ingredientes y alérgenos, fecha de producción y fecha de caducidad.
Los productos reaprovechados se destinan a las personas y familias vinculadas a la entidad que, por motivos socioeconómicos determinados por una trabajadora social, los necesitan. Además, Aumatell explicó que han analizado las causas del desperdicio y detectaron que solían preparar más comida de la necesaria, que los menús no estaban bien ajustados o que había platos que no gustaban tanto. Por ello, también han hecho un esfuerzo por ajustar las cantidades desde el inicio.