La detección temprana es la clave. Niños y adolescentes también son vulnerables a sufrir una depresión. ¿Cómo padre, sabría identificar la depresión infantil? La psicóloga y psicoterapeuta Sònia Navarro explica que «una persona con depresión, sea un niño o un adulto, lo está cuando se encuentra más que deprimida, es decir, hay algo más que una simple tristeza, más o menos profunda, que todos podemos sentir en algún momento de nuestra vida».
El punto de partida para el correcto diagnóstico está en comprobar, según la experta, si esta tristeza interfiere en la vida cotidiana, es decir, si dificulta la capacidad de pensar, de aprender y de desarrollarse social y académicamente.
Sintomatología
La depresión en niños y adolescentes tiene algunos síntomas distintos respecto a los adultos. En la infancia, la diferencia más importante es, según Sònia Navarro, que «mientras en el diagnóstico de un adulto la tristeza y la falta de energía son muy visibles, en un niño es posible que no sea así. Sino que en lugar de estar triste y sin energía esté irritable y somatice físicamente, además de bajar el rendimiento escolar».
La psicóloga Sònia Navarro también aconseja a los padres prestar especial atención a molestias físicas continuadas, como por ejemplo dolor de cabeza o dolor de barriga, sin que exista ninguna causa médica aparente. «En este caso, es el momento de pensar que puede ser por una depresión», afirma la experta.
La misma subraya que en un adolescente la diferencia visible es que puede estar más irritable, tener más cambios de carácter, desobedecer más de lo normal o incluso empezar a consumir alcohol o drogas.
Tanto en niños como en adolescentes, además de los síntomas particulares de cada etapa, también hay otras señales generales como el ánimo bajo, la pérdida de interés en actividades que antes les gustaba hacer, enfadarse con mucha más facilidad, llorar más, mayor cansancio, tener problemas de sueño (desde que les cuesta dormir hasta que duermen mucho o se despiertan en mitad de la noche repetidamente), aumentar o disminuir las ganas de comer de una forma que no es la habitual, tener pensamientos negativos, etc. «En el caso de los adolescentes se podría dar el caso de que la falta de apetito terminase convirtiéndose en un trastorno alimentario», señala la psicoterapeuta.
Causas
La raíz de una depresión en la infancia o la adolescencia se puede encontrar en el contexto social, educativo y familiar. Sònia Navarro enumera algunas de las causas más comunes:
- Problemas en el colegio, ya sean relacionados con el aprendizaje o fruto de la relación con otros compañeros.
- Sentir soledad. «Adentrarse en el mundo emocional de los niños es complicado si no tenemos tiempo para escucharlos, y cuando llegan a la adolescencia ya no explican nada», detalla Sònia Navarro, y añade que «un padre a veces no sabrá cómo se siente su hijo sino ha hecho este trabajo y esfuerzo por escucharle».
- Cuando los padres atraviesan un momento depresivo, de tensión o una crisis familiar.
- Experimentar una pérdida. Puede ser el fallecimiento de un familiar, la pérdida de una amistad o que algún conocido atraviese una enfermedad grave, etc.
- Problemas de salud crónicos que requieren de medicalización y de una atención médica continua, lo que altera la rutina educativa y social del niño.
La terapia
El tratamiento de la depresión infantil y juvenil es la terapia psicológica que, en palabras de Sònia Navarro, «ayudará a discriminar qué le ocurre al niño». «La terapia en muchas ocasiones significa entrar en el mundo de las emociones y que los niños sepan reconocerlas, expresarlas y pedir lo que necesitan, porque cuando se bloquean no saben qué les pasa, a quién pedir ayuda y cómo hacerlo», detalla la psicóloga y añade que «en la terapia siempre hay una parte que se trabaja con los padres para que puedan reconocer estas emociones».