Desayunos, de lunes a domingo, en la Plaça Peixateries Velles; comida en los comedores sociales de la calle Apodaca y la Part Alta; cenas, según el día, en el Parc Saavedra, la Plaça dels Carros, la de la Mitja Lluna... En total siete entidades ofrecen alimentos en algún momento de la semana para las personas sin hogar de Tarragona (otro buen número se dedica a dar alojamiento, duchas, ropa...) En la mayoría de los casos los voluntarios de las ONG llevan años realizando esta labor, pero hasta hace relativamente poco cada uno trabajaba por su cuenta.
Pero la situación, por fin, comenzó a dar cierto cambio con la puesta en marcha en 2017 de la Xarxa d’Atenció Integral de Persones Sense Llar de Tarragona en la que participan, desde entonces, representantes de 15 entidades de características muy variadas que trabajan en la ciudad. Hay desde ONG internacionales hasta otras que sólo funcionan a nivel local; unas ligadas a alguna religión y otras laicas. A este grupo se suman, además, 15 técnicos de diferentes administraciones que también tienen relación con el colectivo; desde responsables de servicios sociales o salud a cuerpos de seguridad.
Ahora la red acaba de sistematizar todo ese trabajo de saber «quién hace qué» en un Catálogo de Serveis per a Personas Sense Llar editado por el Institut Municipal de Serveis Socials (IMSST).
«Comenzamos con la previsión de dar 40 comidas diarias y hoy hacemos de media 270», Encarna Quílez, Associació Joventut i VidaEl gerente del IMSST, Josep Miquel Beltran, explica que la guía «permite identificar todos aquellos agentes y recursos disponibles que de forma directa o indirecta podrían ofrecer servicios a las personas sin hogar. Muchas veces no son recursos específicos para este colectivo, sino universales a los que también puede acceder estas personas. Con esta guía se ha podido localizar todas las entidades que ofrecen comida y donde están; se ha podido identificar toda la oferta de vivienda de inclusión que tenemos en la ciudad, los diferentes recursos de soporte social que existen… Esta guía abre la puerta a trabajar mucho mejor la coordinación entre las diferentes entidades y administración con el fin de optimizar los recursos y promover una atención mucho más integral».
Es la primera vez que se hace un esfuerzo de estas características en Tarragona. Como referente está la ciudad de Barcelona que tiene una guía de recursos online y un catálogo de la Comunitat Sant Egidi.
«Estamos desbordados, ayer vinieron a desayunar 120 personas... Y cada vez hay más jóvenes», Teresa Beà, Càritas InterdiocesanaEso sí, Beltran reconoce que el catálogo es un «punto y seguido» para seguir trabajando con un colectivo tremendamente complicado. De hecho actualmente no existe un estimado de personas que viven en la calle. Señala que Tarragona es una ciudad de paso, con buen clima en la que un recuento realizado en invierno nada tendría que ver con uno hecho en verano.
El último recuento, organizado por el IMSST y la red, se hizo en mayo de 2017 y entonces se contabilizaron 92 personas sin hogar entre las que se encontraban aquella noche en la calle y las que estaban en albergues. La cifra, no obstante, se refiere sólo a personas que están en la vía pública o en cajeros, pero no quienes viven en zonas más apartadas o naves abandonadas, por ejemplo. Este año la red se está planteando si hacer un nuevo recuento.
Tampoco es predecible el tipo de ayuda que aceptarán. Beltran señala, por ejemplo, que en el primer día de la activación de la Operación Iglú (cuando baja la temperatura de 0 grados) el año pasado, de 14 personas que identificaron, ninguna quiso ir a dormir a un albergue.
«Damos cama a entre 550 y 600 personas cada año y aunque es un colectivo impredecible, la cifra no baja», Josep Maria Carreto, Fundació BonanitHablando con algunas personas sin hogar reconocen que prefieren seguir en la calle porque tienen miedo de perder el sitio donde duermen, porque no pueden entrar con sus mascotas si las tienen o porque saben que se trata de una solución temporal.
Pero la demanda no baja
Aunque a falta de datos concretos, la percepción de las ONG es que la cifra de personas viviendo en la calle está lejos de bajar.
Así lo relata Encarna Quílez, de la Associació Joventut i Vida, cuyos voluntarios atendían ayer por la noche a una cuarentena de personas en el Parque Saavedra. Ayer hacía frío, así que los usuarios marcharon pronto, pero siempre que pueden la idea es quedarse a charlar un rato con ellos... «Y con ellas», explica, porque paulatinamente también han comenzado a llegar mujeres.
Esta entidad también se ocupa del comedor social de Bonavista, «que nació con una previsión de atender a 40 usuarios y ahora tenemos unos 270 de media cada día. Eso sí, no en todos los casos se trata de personas sin hogar sino que viven en situaciones muy precarias.
Toda la comida que sirven es producto de donaciones del Banc d’Aliments, de supermercados, de los propios vecinos... Incluso acaban de firmar un convenio don el Hospital Joan XXIII.«Esto es como la multiplicación de los panes y los peces, pero cada día», dice.
«Estamos desbordados»
Otro de los servicios que se ofrecen cada día es el de la cafetería social Café i Caliu de Càritas Interparroquial de Tarragona. Aquí la primera cara visible desde hace años es la de la voluntaria Teresa Beà, quien asegura que «estamos desbordados». Al servicio, gestionado por voluntarios y en el que los alimentos también provienen de donaciones, acuden a desayunar cada día, un centenar de personas «el martes tuvimos 120. Para atenderles necesitamos muchísimos alimentos y los voluntarios también son gente mayor», explica.
Uno de los aspectos que más llama su atención sobre el perfil de los usuarios es el hecho de que cada vez acuden más personas jóvenes, muchas de ellas inmigrantes.
«Nos preocupa; si antes traíamos 15 cenas los sábados hoy son 30... Ahora vemos más caras nuevas», Valentín Puertas, ONG ADRABeà es, además, la encargada de distribuir las camas de albergue que ofrece la Fundació Bonanit, entidad que se dedica expresamente ofrecer alojamiento temporal a personas sin hogar. Aquí también se ha visto un aumento de la demanda en general pero también de este colectivo de jóvenes. «Recientemente me llamaron de un centro de Barcelona buscando alojamiento para tres o cuatro chicos que cumplían la mayoría de edad. Les tuve que explicar que este no era el sitio indicado, que este es un albergue temporal y estos chicos necesitarán otro tipos de servicios además de una cama».
Josep Maria Carreto, coordinador de la entidad, recuerda que Bonanit atiende entre 550 y 600 personas cada año y el número no baja. Se trata, eso sí, de un perfil impredecible «un día podemos no tener ni una cama libre y al siguiente la situación cambia radicalmente», relata.
Bea señala que les preocupa que los mayores esfuerzos por dar alojamiento se hacen en los meses de invierno así que a partir del 1 de abril sólo contarán con 20 camas en la fundación.
Labor de hormiguita
Pero incluso las entidades más pequeñas, que hacen acciones más puntuales, relatan están notando que sus usuarios aumentan. Es lo que cuenta Valentín Puertas de la ONG ADRA (vinculada a la Iglesia Adventista) que ofrece cenas los sábados en la Plaça de la Mitja Lluna, cuenta que ellos también están preocupados porque han pasado de atender a unas 15 o 20 personas de media el año pasado a unas 30 este año. Antes había más caras conocidas, hoy vemos cada vez más caras nuevas».
En su caso la comida que reparten la cocinan los voluntarios, una veintena que se van turnando, en sus propias casas «tratamos de que sea una comida nutritiva y caliente», señala.
En definitiva, este catálogo, además de ser un recuento de servicios públicos y de entidades que no se dan, ni mucho menos, abasto para llegar a un colectivo difícil de atender, es también una buena foto de la solidaridad tarraconense.