La ciudad de Tarragona se quedará dentro de 37 días con una sola gran librería histórica. Después del cierre de la Llibreria La Rambla del 30 de junio de 2018, el mismo día pero de este 2022 será el último de la emblemática La Capona, que abrió el 11 de julio de 1997 y que bajará definitivamente la persiana también un 30 de junio, convirtiendo esta fecha en la más denostada para el sector cultural tarraconense. Dos importantes bajas en solo cuatro años así lo atestiguan, dejando a la Adserà –en la Rambla Nova– como la única de grandes dimensiones abierta con una trayectoria de décadas a su espalda. Adserà aparte, la ciudad cuenta en estos momentos con otros negocios más «jóvenes», como la Cooperativa Abacus, la Caverna (en la calle Sevilla) o la Re-read, en Ramón y Cajal.
Ayer, contra todo pronóstico, la sorpresa llegó a media mañana cuando los gestores de La Capona enviaron un comunicado en el que anunciaban su «merecida jubilación», tras un «largo proceso de reflexión» y de un cuarto de siglo en el que consideran «haber desarrollado un proyecto empresarial y cultural de éxito». «Hemos intentado, y creemos que lo hemos logrado, ofrecer a nuestra clientela –tanto particulares como escuelas, institutos, universidad y empresas en general– un servicio ágil y acurado», se añadía en el texto que dejó estupefactos a clientes, amigos y conocidos.
Sin relevo generacional
El comercio cultural se estableció en la calle Gasòmetre de la mano de Pitu Rovira y Ricard y Pau Espinosa, que se conocieron mucho antes: en la antigua Vyp de la calle Lleida. Rovira reconoce que uno de los motivos que ha llevado a los gestores a bajar la persiana es el hecho de que «no hay relevo generacional». «La forma de comprar ha cambiado mucho, y el comercio tradicional está en un momento crítico», indica el socio quien, sin embargo, reconoce que «si fuéramos más jóvenes seguiríamos pese a que en este negocio toca picar molta pedra». Sobre este cuarto de siglo de La Capona, Rovira recuerda que «en su momento fuimos muy valientes, ya que sin un duro construimos una librería de referencia».
De manera parecida se expresa Ricard Espinosa. «Me sabe mal cerrar, pero no vemos ninguna posibilidad de traspasar el negocio» afirma, a la vez que añade que la situación actual del sector «es la que nos hemos buscado por la aparición de las plataformas y de otras formas de ocio». Pese a ello, afirma quedarse «con la complicidad de los clientes y el día a día de un trabajo que me apasiona».
Pau Espinosa, por su parte, recalca que durante estas dos décadas y media «hemos gestionado un tipo de librería próxima y que cumpliera un servicio para la ciudad, con actos y presentaciones». Ayer recordaba «a los carpinteros aún por el local el mismo día de la inauguración» y reveló que la marca del negocio se escogió «porque los tres venimos de la Part Alta, y buscamos un nombre relacionado con el Casc Antic», como es la capona de la Catedral.
«Una mala noticia para la ciudad»
Las reacciones no se hicieron esperar tras confirmarse el cierre por las redes sociales. «Es una muy mala noticia para la ciudad. La Capona es mucho más que una librería. Es un espacio cultural en el que se programan actividades culturales como presentaciones de libros o recitales de poesía», indica el alcalde –Pau Ricomà (ERC)– quien añade que «durante estos años ha jugado un papel muy activo en la ciudad. Solo podemos tener palabras de agradecimiento para las personas que han liderado durante décadas este emblemático establecimiento». Por su parte, el exalcalde Ballesteros lamentó la «mala noticia». «¡Os echaremos de menos!», añadió.
La concejal de Cultura, Inés Solé (CUP), lamentó la «pérdida de historia cultural en nuestra ciudad» porque baja la persiana «una librería de proximidad, que conoce el producto y que los libreros son más que vendedores de libros: son asesores literarios que nunca se podrán sustituir por la venta digital ni por la venta en establecimientos no específicamente de libros».
Una de las personas más afectadas por la noticia es la escritora Olga Xirinacs. «No son exageraciones si les digo que he llorado al saberlo. Han sido siempre tan amables, serviciales, amigos, también a ratos confidentes... casi familia si consideramos que la librería la entendemos como nuestra casa», relataba. Por su parte, el presidente de Òmnium Cultural Tarragonès, Zacarias Henar, recalca que el cierre del negocio «es una gran pérdida por el papel que siempre ha tenido para la promoción de la lengua y de la cultura».
Desde el sector cultural, la presidenta de la Associació de Professionals i Estudiosos de Llengua i Literatura Catalanes (Apellc) –Anna Gispert– considera que «no nos podemos permitir el cierre de un espacio como este, no se puede cerrar la puerta a la palabra, el diálogo y la reflexión», y apuesta por «intentar buscar un relevo antes del cierre definitivo, con otra manera de entender las librerías si es necesario».
El gestor cultural Jordi Bertran recalca que la ciudad «no pierde solo un negocio de referencia, sino un espacio de cultura», destacando que «sus fundadores han estado largamente vinculados al mundo de los libros», mientras que el fotógrafo Pep Escoda califica como de «lástima» el hecho de que «vamos perdiendo comercios de proximidad y buen trato». Eduard Boada, de Ganzell Edicions, asegura que La Capona «es una de las librerías en mayúscula de los Països Catalans». Finalmente, el dramaturgo Marc Chornet se muestra contundente al afirmar que «una librería es un establecimiento de primera necesidad como una farmacia, y deberían ser tratadas como tales y no según las leyes del mercado».