Si en alguna cosa han cambiado los mercadillos de Tarragona en los últimos tiempos es en la proliferación de paradas de ropa de segunda mano. Este fenómeno hace años que se arrastra, pero los paradistas aseguran que el «aumento desmesurado» llegó después de la pandemia. Son paradas que venden ropa usada, a uno, a dos y a tres euros. Algunos también a cincuenta céntimos. Un hecho que preocupa y mucho a los paradistas que venden género nuevo y que ven como sus ventas han bajado más del 50%.
Con el objetivo de poner solución a esta situación, la Empresa de Mercats –organismo que gestiona todos los mercadillos de la ciudad– se plantea modificar la ordenanza municipal de venta no sedentaria, para regularizar la presencia de este tipo de paradas. «No nos referimos a eliminarlas, sino a dignificarlas de alguna manera, exigiendo, por ejemplo, una mejor presentación de las paradas», explican fuentes de la Empresa de Mercats.
Los paradistas llevan años sufriendo la situación. Es el caso de Alícia Barberà, propietaria de una parada de ropa. «El mercadillo ha dado un cambio de 180 grados desde la llegada de la ropa usada», explica Barberà, quien añade que «personalmente, a nosotros nos ha perjudicado mucho porque la clientela va a buscar lo más barato. Yo tengo ropa a precio de mercado de 15 a 20 euros. A dos metros de nuestro puesto, venden jerséis a tres euros. Es difícil luchar contra esto».
La situación no es exclusiva del mercadillo de Corsini. De hecho, Barberà ha tomado la decisión de dejar de montar parada los domingos en el mercadillo de Bonavista. «Actualmente, el 75% son paradas de segunda mano. La gente va a lo que va y yo iba para nada», añade la empresaria.
En una situación parecida se encuentra Ana, otra paradista. Lleva desde los 12 años detrás de un puesto. «Nos han reventado. Desde la llegada de las paradas de ropa usada, las ventas han bajado un 80%. Ahora que llega el buen tiempo, yo traeré bañadores y bikinis a 18 euros. Delante mío, los venderán a tres euros. Más me valdría bajar la persiana y dejar de montar», dice Ana.
Más prudente es Juan Benítez, paradista y representante del colectivo, quien asegura que el problema no es de los vendedores, sino de lo complicado que es llevar género de calidad. «Pagamos precios desorbitados para montar y, encima, la clientela no compra. ¿Cómo quieren que demos un buen servicio?», se pregunta Benítez.
Algunos paradistas –y también clientela– se pregunta de donde sale esta ropa usada que la venden a cincuenta céntimos o a un euro. Nos lo responde la otra cara de la moneda. Él es Adán Muñoz, paradista «desde que nació»; dice. Hace diez años, decidió dejar la lencería para vender ropa de segunda mano. «Lo hice por un tema puramente económico. El género nuevo es muy caro y no teníamos tanta liquidez. Ahora, con esto, podemos ir tirando, aunque justos», explica Muñoz, quien añade que «la ropa la sacamos de grandes almacenes que hay en Alicante y Valencia». Lo cierto es que, en este caso, la parada está impoluta. Las prendas colocadas por colores y correctamente etiquetadas. «La ropa la ponemos en cuarentena y la desinfectamos. Hacemos el tratamiento adecuado», explica Muñoz, quien añade que «no me gusta que los compañeros se quejen. No todo es positivo. Hay que pensar que yo tengo que vender cinco piezas para ganar lo que ellos en una sola venta».
«La presión fiscal nos ahoga»
Algunos paradistas aseguran que la presencia de este tipo de puestos ha contribuido a la «degradación» del mercadillo de Corsini. Pero no es el único motivo. Dicen que hay algunas paradas que han decidido no renovar la autorización por «los precios abusivos que cobran los Ayuntamientos», asegura Juan Benítez, representante de los paradistas.
Lo cierto es que, sea por este motivo, o por el frío de este mes de febrero, últimamente se ven muchos huecos vacíos en la Plaça Corsini. «El mercadillo está en decadencia porque la presión fiscal nos ahoga, no tenemos dinero para renovar el género y entonces la clientela deja de venir. Es el pez que se muerde la cola», dice Benítez. En su caso, por ejemplo, paga 492 euros al mes por montar una parada de 14 metros ocho mañanas al mes. «Cuesta más esto que un alquiler en la Rambla», dice, medio en broma. Y añade: «Y no solo es este gasto, también hay el vehículo, la gasolina y el género». El empresario asegura que «luego se quejan de que el mercadillo no es atractivo. Los paradistas hacemos lo que podemos».
El colectivo alerta del peligro que corre este y otros mercadillos de la ciudad. La falta de relevo generacional, la decadencia de las paradas y la falta de clientela, podrían acabar a corto plazo con los martes y jueves de mercadillo.