Tarragona es la única capital catalana que no tiene ninguna biblioteca municipal en condiciones. Solo hay una, en Torreforta, pero no es una biblioteca al uso. Tiene una superficie de 330 metros cuadrados, ocupa dos alas del centro cívico y está pendiente de ser trasladada a otro equipamiento que debe construirse. Las otras capitales sí han hecho los deberes. En Lleida, hay una biblioteca que depende del Ayuntamiento. En Girona, cuatro, además de dos puntos de lectura, y en Barcelona 45, una en cada distrito. El gobierno municipal es consciente de este déficit histórico que se arrastra desde hace 40 años y se marca como principal prioridad de esta legislatura poner en marcha la nueva biblioteca de Torreforta –llamada Pepita Ferrer– e iniciar los trámites de la de Sant Pere i Sant Pau.
«En muchas ciudades, el servicio público mejor valorado por la ciudadanía son las bibliotecas. Son la puerta de acceso a la cultura», dice Sandra Ramos, concejal de Cultura i Festes del Ayuntamiento de Tarragona, quien añade que «somos conscientes de la necesidad que hay y, por eso, nos lo hemos marcado como prioridad».
Tarragona es una ciudad de casi 140.000 habitantes, que cuenta con una biblioteca pública de la Generalitat –la de la calle Gasòmetre– y con un espacio adaptado –en Torreforta– de 300 metros cuadrados. «La magnitud de la tragedia es importante», reconoce la concejal.
El Ayuntamiento trabaja con urgencia el traslado y puesta en marcha de la biblioteca Pepita Ferrer. Desde hace 30 años ocupa dos alas del centro cívico de Torreforta. Presta servicio a los barrios de Torreforta, El Pilar, Icomar, La Granja, Parc Riuclar y Riuclar. Una población de 15.827 personas, lo que representa el 11,5 del total de la ciudad.
El espacio ha quedado pequeño y los vecinos llevan años reivindicando una mejora. Sin ir más lejos, cada vez que llueve las instalaciones sufren daños. Durante los últimos episodios de lluvias se tuvieron que tirar a la basura cerca de 200 libros. «En los barrios de Ponent hay pisos pequeños con familias grandes. Quizás hay casas sin Internet o sin ordenador. Hay que dar respuesta a estas familias», dice Ramos.
La propuesta de trasladar la biblioteca de Torreforta ya se puso encima de la mesa en 2015. Diez años después, poco se ha avanzado.
Los presupuestos municipales reservan cada año una partida para este equipamiento. «Ahora tenemos cerca de cuatro millones de euros a disposición», explica la concejal. La idea es ampliar la biblioteca a una parte del mercado y levantar un edificio que conecte todo el equipamiento.
El proyecto básico ya está redactado y en breves se licitará el ejecutivo. «Queremos hacerlo a través de un concurso de ideas, como se ha hecho con el plan del Amfiteatre», dice Ramos, quien se compromete a que el proyecto ejecutivo esté listo este año. «El año que viene se licitarán las obras y, antes de terminar este mandato, queremos comenzar los trabajos», añade la concejal de Cultura.
Una vez esté acabada la biblioteca Pepita Ferrer será el turno de la de Sant Pere i Sant Pau. La ubicación ya está decidida. El nuevo equipamiento se construirá en el solar municipal que hay al lado de la Llar de Jubilats –el edificio rojo, en la entrada del barrio–. «Pero para ello, deberemos esperar unos años. Quiero ser realista y no crear falsas expectativas a la ciudadanía. Estamos hablando de obras grandes con inversiones muy importantes. Los trámites de la administración son lentos y largos », confiesa Ramos.
Por eso, mientras tanto, el Ayuntamiento trabaja para poder reabrir este año el punto de lectura, ubicado en los bajos del bloque Europa. El proyecto ejecutivo ya está listo y a la cola del Departament de Contractació. La concejal se compromete a reabrir el punto de lectura de Sant Pere i Sant Pau antes de terminar este año. La inversión es de 400.000 euros y el local será reformado de forma integral. «Será un espacio pequeño, pero con una gran actividad», explica Ramos.
Cabe recordar que el gobierno de Pau Ricomà se planteó abrir otro punto de lectura en otro bloque del barrio, pero el proyecto fue descartado por el actual equipo municipal.
Con la mirada puesta en el POUM
Todos los gobiernos que han pasado por el Ayuntamiento de Tarragona han iniciado un plan de bibliotecas. Los más famosos fueron los de los concejales Begoña Floria (PSC) y Josep Maria Prats (Units per Avançar). Ni uno ni otro llegó a buen puerto.
Ahora, la concejal Sandra Ramos quiere poner en marcha una nueva hoja de ruta que marque donde deben estar ubicadas las futuras bibliotecas de la ciudad. «Debemos pensar no solo en la población actual, sino también en cómo se prevé el crecimiento de la ciudad. Estas herramientas nos las tiene que dar el urbanismo. Por eso trabajamos, mano a mano, con los redactores del POUM para elaborar el plan de bibliotecas y planificar los equipamiento culturales», explica la concejal, quien insiste en que esta hoja de ruta debe ser consensuada con todos los grupos políticos «para que no se pierde cuando entren otros a gobernar».
Ramos asegura que el hecho de no haber bibliotecas municipales puede ser una oportunidad para «hacer nuevos equipamientos modernos, adaptados al siglo XXI», acaba la concejal.