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En Tarragona solo tres de cada diez mujeres de menos de 40 años tiene hijos

Precariedad económica, prolongación de la formación, desarrollo profesional, cambio de metas, crisis de los cuidados... La fecundidad cae en picado entre las jóvenes de la ciudad

15 octubre 2024 19:34 | Actualizado a 16 octubre 2024 07:00
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Lía tiene 31 años, la misma edad que tenía su madre cuando la dio a luz. La diferencia entre la época de su madre y la suya, opina Lía, está en que ahora muchas mujeres «se han liberado de esa presión social en la que si no tenías un hijo no estabas completa. Muchas de nosotras tenemos otras aspiraciones que priman sobre la maternidad, como conseguir una carrera laboral fructífera o dedicar el dinero a otras actividades como viajar».

Ni Lía ni ninguna de sus amigas de la misma edad tienen hijos o se plantea tenerlos de momento. Pero matiza, no es solo cuestión de apetencias personales: «Económicamente es muy complicado. Los sueldos se van en alquileres y gastos mensuales. Y es muy difícil tener la estabilidad económica suficiente como para plantearte tener hijos... Al menos siendo joven».

Así pues, a Lía no le sorprende cuando se le muestran los últimos datos de la estadística de fecundidad que publica el Idescat. Dice que solo el 34,3% de las mujeres de 16 a 39 años de la ciudad de Tarragona tiene hijos (en el conjunto de Catalunya es el 29,9%).

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Y ¿por qué fijarse en las mujeres de 16 a 39 años? Porque se entiende que en este grupo se encuentran las que están en su momento más fértil, biológicamente hablando.

El dato de las más jóvenes contrasta con la generación de la madre de Lía. En la ciudad, el 92,9% de las mujeres de 50 años o más sí tuvo hijos.

Los datos del Idescat también apuntan a los motivos que señala Lía. A medida que aumenta el nivel de estudios se retrasa la edad de la maternidad. En Catalunya el 65,9% de las mujeres de 30 a 34 años con educación primaria o inferior tiene hijos, mientras que entre las mujeres con educación superior el porcentaje es de 29,7%.

También hay una correlación clara entre vida laboral y fecundidad. Las mujeres ocupadas a tiempo completo son las que tienen menos hijos.

Hay, además, otro determinante: la nacionalidad. Un ejemplo es que en Catalunya el 43,5% de las mujeres extranjeras de 25 a 29 años ya han tenido algún hijo, mientras que solo el 10,7% de las españolas de esa edad han sido madres.

Por primera vez, la estadística también ofrece datos de paternidad. En la ciudad de Tarragona en el grupo de 16 a 39 años el porcentaje de los hombres que han sido padres es apenas de 20,8%.

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Precariedad juvenil

Joan Alberich es profesor del Departament de Geografía y del grupo de investigación GRATET (Anàlisi Territorial i Estudis Turístics) de la Universitat Rovira i Virgili. Reconoce que se trata de valores bajos, aunque similares a los del conjunto de Catalunya.

En la lista de porqué las mujeres más jóvenes no tienen hijos hay muchas respuestas y una de ellas es la postergación. La edad media de la maternidad ha ido aumentando y cada vez son más las mujeres que tienen su primer hijo a los 40 o pasada esa edad.

Y hay, como no, un cambio de las costumbres sociales y de valores. «Muchas parejas jóvenes no tendrán hijos. No es un cambio ni positivo ni negativo... Es una tendencia en la mayor parte de los países occidentales, con el agravio de que en España hay que sumarle la dificultad en el acceso a la vivienda. Hay parejas jóvenes que no pueden emanciparse o no pueden hacerlo en las condiciones que les gustaría», recuerda.

El investigador dice que cuando las administraciones piensan qué se puede hacer para aumentar la natalidad se suele hablar de ayudas directas cuando en realidad «el problema tiene que ver más con la precariedad que sufren los jóvenes. El problema ya no es el paro, que se ha ido reduciendo, sino las condiciones laborales», señala.

Lo sabe bien Laura (22 años) que vive con sus padres y, de momento, lo de ser madre lo ve muy lejos por el tema económico. En su caso le preocupa, además, «que yo salgo con una chica. Si nos planteamos la maternidad a nosotras nos va a suponer mucho más dinero», dice (en referencia a un posible tratamiento de fertilidad).

¿Quién cuida?

Marta (35 años) ha sido madre recientemente. Saca cuentas y, de una veintena de amigas de entre 32 y 40 años, solo cinco han sido madres. Ahora que se encuentra en la situación no le extraña.

Cree que su generación ha tenido que invertir mucho tiempo en formarse y en tratar de encontrar una estabilidad laboral, «también hemos querido viajar y disfrutar», puntualiza.

La maternidad, no obstante, sigue penalizando a las mujeres. Marta tiene una reducción de jornada y cree que la maternidad «Te hace sentir que nunca haces suficiente, ni en la crianza ni en el trabajo... A mi hija la están criando mis madre y mi suegra», apunta.

Montserrat Soronellas, profesora de Antropología Social de la URV explica parte de lo que describe Marta tiene un nombre: «Crisis de los cuidados».

Soronellas recuerda que venimos de un sistema de valores alimentado por el franquismo en el que el papel de la mujer era estar en casa y cuidar tanto a los hijos como a los mayores.

Ahora, apunta, estamos en un momento de emancipación «hay más mujeres cursando estudios universitarios y quieren trabajar porque se sienten plenas, pero eso tiene un impacto brutal en quién se dedica a los cuidados». La prueba, dice, está en que las mujeres que consiguen mayor nivel profesional tienen menos hijos o no los tienen. Las que llegan más lejos y tienen hijos es porque pueden pagar alguien que los cuide.

A esto se suma una falta de políticas de bienestar fuertes. No hay suficientes plazas públicas de guardería, por ejemplo, ni la ley de dependencia llega tan rápido ni hasta donde debería. La consecuencia es que, en términos generales, son ellas las que reducen la jornada o se quedan en casa.

Y cuando no se quedan a cuidar «esto genera muchos dilemas morales a las mujeres. Estamos en una transición y costará», dice.

Por otra parte, señala que los hombres se han incorporado a los cuidados, pero todavía no lo han hecho masivamente. Además la presión social no es, ni de lejos, la misma para ellas que para ellos.

«Es un pez que se muerde la cola, no tenemos hijos por no poder cuidar y tenemos más necesidad de cuidados porque, al no tener hijos, envejece la población», sentencia.

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