Cuando ven que está nublado o empieza a llover, los vecinos de la Part Baixa de Tarragona ya tiemblan. Concretamente los que viven alrededor de la confluencia entre la calle Smith y la calle Castaños, la zona que más sufre con las fuertes lluvias y las inundaciones que estas provocan en el Barri del Port. La gota que colmó el vaso fue la tormenta del pasado 23 de septiembre, día de Santa Tecla, cuando llegaron a caer en la ciudad hasta 200 mililitros por metro cuadrado en un intervalo de entre 10 y 15 minutos.
El colector de la Part Baixa es muy pequeño y no es capaz de evacuar toda el agua cuando se producen fenómenos meteorológicos de este calado, con lo que se inundan las calles, pero en este punto concreto entre Smith y Castaños también los parkings de los edificios y las zonas comunes de las primeras plantas, en muchos casos dañando los ascensores. Y no solo se anegan de agua, sino también de las aguas residuales que transportan las cloacas.
El caso es que los vecinos están hartos y un grupo de ellos ya ha iniciado los primeros pasos para la constitución de la Plataforma d’Afectats per les Inundacions dels Barris Marítims, con el objetivo de reclamar que el Ayuntamiento de Tarragona lleve a cabo la substitución del colector actual por uno de mayor capacidad que evacúe en el Riu Francolí, pues creen que es la solución definitiva a la problemática de las inundaciones. Para conseguirlo, aseguran que llevaran a cabo movilizaciones en las próximas semanas.
Desde el consistorio y la Empresa Municipal d’Aigües de Tarragona (Ematsa) señalan que tanto las obras del nuevo colector como la opción de crear piscinas subterráneas que acumulen el agua de la lluvia en tres puntos del barrio están sobre la mesa y se están estudiando, pero no se realizarán a corto ni medio plazo por las dificultades añadidas y la lentitud que pueden comportar a nivel arqueológico y urbanístico y, también, porque requieren de una inversión económica muy elevada. En este sentido, apuestan por acciones paliativas consistentes en la mejora de las infraestructuras existentes y en la autodefensa por parte de los vecinos en sus comunidades. También defienden que la estación de bombeo de saneamiento de la calle Barcelona ha permitido que en los tres episodios de fuertes lluvias previos al de Santa Tecla el sistema de evacuación funcionara perfectamente.
Jorge Lustros es el impulsor de la plataforma de afectados, y lamenta que «en las últimas décadas hemos visto como en la zona de la calle Smith, la calle Castaños, la calle Reial y la plaza dels Infants, principalmente, tenemos inundaciones cada vez que llueve, y las sufrimos un par o tres de veces cada año», y añade que «cada vez son tormentas más virulentas y más frecuentes». El día de Santa Tecla fue el peor, debido a la gran cantidad de agua que cayó en cuestión de 15 minutos, y Lustres recuerda que los parkings se llenaron de agua, de lluvia y fecales, también las entradas a los edificios, y los ascensores se bloquearon. Repararlos y quitar toda el agua del bloque le costó, a la comunidad en la que vive Lustres, casi 15.000 euros. Eso en cuanto a los daños comunes, pero es que señala también que muchos vecinos perdieron sus coches y otro vecino con movilidad reducida estuvo una semana sin poder salir de casa porque no funcionaban los ascensores y la entrada estaba llena de agua. Otra vecina tiene un hijo con autismo «que ahora cada vez que llueve entra en crisis, reaccionando de forma muy extrema», dice Lustres.
El impulsor de la plataforma lamenta que el diámetro del colector actual son 40 centímetros, «para un vecindario de unas 1.200 personas afectadas con las inundaciones, en el último episodio 29 comunidades de vecinos».
A causa de la última inundación se reunieron el 7 de noviembre con el Ayuntamiento de Tarragona, del que dice que «no nos han dado ningún tipo de solución». Tras el encuentro, los vecinos de la zona ven como única solución definitiva, para evitar que se vuelvan a producir este tipo de episodios, el cambio del colector actual por uno de mayores dimensiones.
Esto está sobre la mesa del consistorio, se está valorando, pero no está previsto ni a corto ni medio plazo. Según el concejal y presidente de Ematsa Jordi Fortuny, «cambiar el colector implicaría abrir toda la calle Reial, con los cortes de tráfico que ello comportaría, y que se podrían alargar mucho en el tiempo debido a los restos arqueológicos que se conoce que existen en esa zona». También costaría mucho dinero, pero eso no preocupa a Fortuny: «lo encontraríamos».
Otra opción que valora el Ayuntamiento es la de construir tres piscinas subterráneas –llamadas tanques antitormenta– que recojan el agua de la lluvia en la plaza dels Carros, en la plaza dels Infants, y en frente del Pavelló del Serrallo. Esta opción, para los vecinos, no sería definitiva ni solucionaría el problema de raíz, con lo que no apuestan por ella. De hecho, Fortuny considera que esta sería una acción paliativa, como también cree que la de un nuevo colector seria paliativa «porque llega un momento en que todo tiene una capacidad limitada», aunque la opción de los tanques no afectaría al tráfico.
En definitiva, Fortuny, que recuerda que la estación de bombeo de la calle Barcelona ha mejorado mucho la problemática de las inundaciones en la zona, apuesta por aplicar sistemas de autodefensa, como poner barreras en las puertas y hacer las rampas de acceso a los aparcamientos más altas, y acciones paliativas como el mantenimiento del colector existente para que esté limpio y fluya más, entre otras.
Una solución, la de los sistemas de autodefensa, que tampoco compran los vecinos, que quieren sí o sí, y se tarde lo que se tarde, un nuevo colector más grande. «Lo de protegernos lo hacemos desde hace años porque no nos queda otra», lamenta Lustres.
El impulsor de la Plataforma d’Afectats per les Inundacions dels Barris Marítims cuenta que ya han dado los primeros pasos para la creación de la entidad: «Arrastramos el problema desde hace décadas y nos hemos juntado unos cuantos vecinos porque estamos hartos, nadie hace nada y esto no puede seguir así, es muy duro». Preparan manifestaciones «para que se nos escuche».