Muchos tarraconenses están redescubriendo los espacios verdes de la ciudad en los últimos meses. El Pont del Diable, las cuevas del Llorito, el Bosc de la Marquesa o el Gurugú se han convertido en algunos de los puntos de interés para los excursionistas. Unas zonas que ahora, con el confinamiento de fin de semana, son especialmente concurridas, generando los primeros indicios de saturación, a causa de la difícil convivencia entre los diferentes usos.
Sin lugar a dudas, el parque ecohistórico del Pont del Diable es una de las zonas más frecuentadas. Esta finca municipal constituye la puerta de entrada a la Anella Verda, un espacio no urbanizable de casi 2.500 metros cuadrados de superficie desde el que puede accederse a decenas de senderos. La gran afluencia hace que durante los fines de semana y festivos haya momentos en los que las setenta plazas del aparcamiento sean insuficientes, de forma que los coches que siguen llegando intentan buscarse la vida como pueden. Hasta hace muy poco esto era una situación insólita. Ahora, no. «Aparte de esto, uno de los problemas es que es un espacio con muchos usos y entiendo que no todos son compatibles», indica Eduardo Soler, responsable de la empresa Limonium, encargada de la gestión de la finca.
Incidentes leves
Cada fin de semana pasan centenares de personas por el Pont del Diable. Algunas visitan el monumento, otras van a pasear y un tercer grupo cada vez más numeroso es el de los ciclistas. Soler afirma que este es un colectivo que les preocupa. «Sobre todo, porque algunos de estos pasan como si estuvieran en un circuito de carreras y esto no es compatible con las familias que pasean», indica. Teme que cualquier día pueda producirse algún accidente. De hecho, asegura que ya se han registrado algunos incidentes leves, sin más trascendencia. «Al final, algún día pasará algo, porque los espacios accesibles tampoco son tantos. La red de caminos es limitada y todos pasan por los mismos sitios sobre las mismas horas», narra.
Limonium hace siete años que gestiona el Pont del Diable. La empresa asegura que en reiteradas ocasiones se había planteado abandonar la concesión, por la falta de gente y de interés por parte de la administración local durante la etapa anterior. A raíz de la Covid-19 la situación ha dado un giro de 180 grados. Este verano han habido conciertos, la Casa del Guarda se ha habilitado como restaurante y finalmente el Ayuntamiento hizo la esperada y reivindicada parada de autobús. Pese a ello, Soler defiende la necesidad de un plan de usos de la Anella Verda. «No puede ser que esta tan solo exista sobre el papel y al final pasará lo de siempre, que actuaremos cuando haya pasado algo grave», afirmaba.
La empresa gestora lamenta el vandalismo y el incivismo de algunos de los visitantes, que cruzan por encima de los laterales del puente, sin importarles que en su parte más alta el acueducto mide 27 metros.
La administración local defiende que se está mirando con «especial atención» este espacio. La semana pasada se presentó un plan de ocupación con 18 personas, que se encarga de la gestión forestal del entorno del Pont del Diable. Asimismo, el departamento de Medi Ambient tiene a uno de sus tres técnicos, que exclusivamente se dedica a este entorno. «Hay que establecer estrategias para que todo el mundo pueda acceder en las condiciones de máxima seguridad», indicaba el responsable municipal de Medi Ambient, Xavier Puig.
El edil republicano afirma que este es un momento de «apuesta» y «reflexión» alrededor del parque. Y esto pasa por replantear cuestiones como el aparcamiento e incluso la concesión. «Es un espacio interdisciplinar sobre el que estamos trabajando para hacer algo potente, que nos permita salvaguardar el entorno y a la vez impulsar un proyecto fuerte vinculado con las escuelas e institutos», indicaba.
Función social
El Consistorio defiende que será en esta fase más avanzada cuando se hablará sobre los usos. Un aspecto que la plataforma SOS Costa Daurada defiende que debería abordarse desde ya, y que debería incluir todo el ámbito de la Anella Verde. «Con la pandemia y el cierre perimetral, la densidad de población en todo este ámbito se ha incrementado muchísimo y está muy bien, porque estamos viendo la función social, pero es importante que empecemos a hablar de un plan director o de un plan de protección especial en el que se identifiquen qué puede hacerse y qué no, con un calendario de actuaciones», defiende Lluís Estamariu, portavoz del colectivo.
La plataforma defiende que este instrumento es clave para consensuar criterios técnicos entre los diferentes municipios limítrofes con la Anella Verda, dado que «es un ámbito que sobrepasa los límites de Tarragona».
Bicis, motos y quads
Más allá del ámbito del Pont del Diable, la zona del Llorito es otro de los puntos con más afluencia de vehículos durante los fines de semana. En cambio, a medida que uno va introduciéndose en la zona boscosa, las bicicletas son las protagonistas. «Cada vez vemos un uso más intensivo y, por suerte no hemos tenido problemas graves con motos, a pesar de que las hay, pero si que los tendremos con las bicis y especialmente con las eléctricas, si no se hace nada», indica Rafael López-Munné, geógrafo especialista en la red de caminos de la Anella Verda
Tarragona siempre ha sido la ciudad de la industria química y las chimeneas y es muy desconocida por sus senderos, el camino de ronda o la zona boscosa que limita el perímetro de la ciudad en la zona norte. Este gran pulmón verde no está tan concurrido como Collserola o les Muntanyes de Prades, a pesar de que algunos problemas pueden ser similares. López-Munné defiende que «la gran pregunta está en cómo queremos que sean las inmediaciones de Tarragona. Ahora mismo, la Anella Verda es un cinturón degradado sin ninguna personalidad. La mayoría de los terrenos no tienen más protección que el hecho de estar dentro de los suelos no sostenibles, por lo que ha llegado el momento de empezar a hablar seriamente sobre gestión forestal o si es necesario impulsar un banco de tierras».