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Los vecinos de Tarragona, obligados a limpiar las calles ‘olvidadas’ del contrato de la basura

La zona del entorno del Hospital Joan XXIII, la urbanización de Tamarit y las zonas privadas de uso público, son algunos de los puntos negros de la ciudad en materia de limpieza

31 enero 2025 15:17 | Actualizado a 01 febrero 2025 07:00
Se lee en 4 minutos
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Ramon, Ashkhen, Analia y Magda. Estos son los nombres de cuatro vecinos de la calle de Covadonga –cerca de la antigua cárcel de Tarragona– que, desde hace unos meses, se ven obligados a limpiar su calle. «Si no lo hacemos nosotros, la mierda se nos acabará comiendo», explica Ramon Jodar, uno de los vecinos, quien añade que hace dos meses que no pasa ningún servicio de limpieza por allí. Hojas de los árboles y basura de todo tipo se acumulan en el lugar.

Como ellos, también hay vecinos de otras zonas que se ven obligados a limpiar la vía pública. Es el caso de aquellas calles que no están contempladas dentro del contrato de la basura. Calles olvidadas que no existían en el momento en que se aprobó el contrato de la basura, en el año 2002.

La mayoría de las calles que no constan en el contrato y, que por lo tanto, no se limpian con frecuencia, se concentran en el entorno del Hospital Joan XXIII –sobre todo en la parte más cercana a la antigua carretera de Valls–, la calle Túria del polígono Francolí, la urbanización de Tamarit, y las zonas privadas de uso público, como son por ejemplo, los porches de la avenida Catalunya, los de la calle Merceria, las zonas de interbloques de Sant Salvador, de Sant Pere i Sant Pau y de Campclar y, también, la parte de atrás de la calle de Covadonga.

La situación en esta última calle ha empeorado en los últimos meses. Los vecinos llevan años denunciando el caso y pidiendo que pasen a limpiar más a menudo. «Cuando nos quejamos, vienen. Pero no es plan de estar siempre así», explica Magda Blanch, otra vecina, quien añade que «a veces, cuando vemos a personal de la limpieza por el barrio, les pedimos que se acerquen a este punto. Nos dicen que no, que no está en el contrato». Muchas veces, se genera una especie de conflicto entre los trabajadores de pie de calle y los vecinos. Unos están hartos de la falta de limpieza y los otros aseguran no dar más al abasto.

Desde hace dos meses, la situación se ha vuelto insostenible. Nadie pasa a limpiar y la basura se está acumulando. «A mi me da vergüenza que vengan familiares a visitarnos y que vean lo sucio que está todo», explica Ramon Jodar. Hartos de todo, los vecinos de los tres bloques de la calle se organizaron para solucionar el problema. Cogieron escobas y cubos y, como mínimo una vez a la semana, lo limpian. «Es injusto. Nosotros pagamos los impuestos como cualquier ciudadano. Tenemos derecho a tener esto en condiciones», explica Ashkhen Mkrtchian, otra vecina, quien asegura que ya está cansada de llamar al Ayuntamiento. «Es alucinante. Llames donde llames te dicen que no es cosa de ese departamento. Se tiran la pelota unos a otros. Estamos desesperados», añade Mkrtchian.

Según explican los vecinos, esta parte de la calle que queda escondida era privada y hace unos años la cedieron al Ayuntamiento. Se encuentra justo entre la calle de Covadonga, el parque de la Colectiva y las viviendas unifamiliares conocidas como las casas baratas. «Aquí jugaban niños, ahora ya no. Con tanta suciedad es imposible», dice Jodar, quien asegura que «si el Ayuntamiento no pone solución, deberemos contratar a alguien para que limpie la calle».

Sacrificar otras calles

Fuentes municipales explican que en estas zonas no hay un servicio ordinario planificado como en otros puntos. El motivo es que no están incluidas en el contrato y, para limpiarlas, la empresa debe sacrificar otra calle que sí que está en el documento. «Lo que hacemos es mover el servicio de un lado al otro para poder hacer la limpieza, pero con menos frecuencia», explican fuentes del Ayuntamiento, quienes aseguran que están en contacto directo con los vecinos. «Hablan directamente con la concejal y con los técnicos, y también con un agente de la Guàrdia Urbana que controla el incivismo en el entorno de los contenedores», dicen fuentes municipales. Finalmente, el Ayuntamiento insiste en que, en el nuevo contrato, todas estas calles estarán incluidas de forma ordinaria.

El entorno de Joan XXIII

De calles «invisibles» para el contrato de la basura también saben un rato los vecinos del Parc Francolí. Rafael de la Peña vive en el barrio desde hace tres años. Cuando llegó pagaba 137 euros de basuras, hoy 196,41€. «Queremos el servicio por el que pagamos», se queja. En un paseo por las calles que no figuran en el contrato nos muestra zonas como la entrada del Sociosanitari Francolí. Allí una mujer empuja con el pie la montaña de hojas secas y basura para que un señor mayor que pasa por allí y que utiliza bastón, no resbale.

Metódico como es, de la Peña manda fotos al Diari, casi cada día, con el recuento de días que han estado sin limpiar la zona. Cuando acuden a hacerlo siempre es bajo demanda. Lleva 598 llamadas al Teléfono verde.

El problema, explica, no es solo que las hojas y la basura se acumulen en la acera, sino que llegan hasta las alcantarillas y las embozas. Desde Ematsa, acuden a limpiar (también cuando llaman los vecinos) pero dura poco porque enseguida vuelven a depositarse en los embornales.

Tampoco ayuda el hecho de que en la zona quedan muchos solares por urbanizar, donde las hierbas y cañas crecen a su antojo. En algunos, como el que une la Avinguda d’Andorra y Doctor Mallafré, no se trata solo de la suciedad y de la falta de poda, sino de que no hay una valla que lo delimite con el consecuente peligro para los viandantes, ya que hay un desnivel de varios metros que apenas se aprecia entre la hojarasca y por el cual sería fácil caerse. «Entendemos que deben ocuparse los dueños del solar, pero es el Ayuntamiento el que tiene que hacer que cumplan», se lamenta el vecino.

A la falta de limpieza se suma el incivismo de los dueños de mascotas que no recogen los excrementos. En una de las calles, de hecho, llama la atención la hilera de botellas de agua apostadas en los portales para evitar que orinen allí los perros.

La lista sigue con los grafiteros que se ensañan contra las fachadas. En la comunidad donde vive de la Peña la última vez tuvieron que contratar un servicio especializado que les cobró 1.500 euros por quitar el grafitti y volver a pintar. Ante la impotencia él y otro vecino se han comprado una manguera que utilizan para mantener limpia al menos la acera de entrada a su portal.

Roser Barrio, de la Associació de Veïns del Parc Francolí, explica que quienes fueron a vivir a la zona lo hicieron ilusionados por ir a un nuevo barrio, pero no contaban «con la letra pequeña» del contrato de la basura. Apunta, no obstante, que en los últimos tiempos han notado mejoría desde la incorporación de Mario Soler como concejal de barrio, pero el problema de fondo sigue siendo que no hay una periodicidad en el servicio.

Otro de los puntos negros se encuentra en la zona de interbloques de Sant Salvador. Allí se pueden llegar a contabilizar toneladas de basura acumulada a pocos metros de las entradas de los edificios. En este caso, el incivismo juega un papel importante, ya que algunos vecinos utilizan el espacio público como vertedero, dejando bolsas de basura y coches abandonados.

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