Impotencia. Esto es lo que sienten Josep y Ester, un matrimonio tarraconense que lleva un año viviendo en una furgoneta, mientras su chalet es ocupado por otra familia. La pareja vive un autentico infierno. Piden que la justicia les ayude a poner fin a esta situación. Josep y Ester pasan los días en un garaje de apenas 25 metros cuadrados, ubicado a 150 metros de su casa. El matrimonio sobrevive como puede con un lavabo portátil, un hornillo y unas colchonetas donde poder dormir. Los ocupas, quienes alquilaron la casa hace cinco años, se niegan a irse, pese a haberse finalizado el contrato de alquiler.
La historia de Josep y Ester se remonta al año 2013, cuando el matrimonio y su hija de 10 años decidieron cambiar de aires, dejar su Tarragona natal y emprender una nueva vida en las Islas Canarias. Dos meses después de irse, una vecina les propuso que alquilaran su casa –un adosado con jardín en el barrio de L’Albada– a un conocido suyo. «No nos lo habíamos planteado, pero nos pareció buena idea. Le alquilamos el chalet por 550 euros. Preferíamos que pagasen poco, pero que fuera gente de confianza», explica Ester. Seis años más tarde, los inquilinos se fueron de la casa, pero antes propusieron a los propietarios que la alquilasen a una hermana suya. Josep y Ester también aceptaron. Esta vez subieron la renta a 600 euros.
En 2021, los nuevos inquilinos preguntaron al matrimonio si había alguna opción de venderles la casa. Josep y Ester les dijeron que no, que no sabían cuando, pero que la intención era volver.
En julio de 2023 tomaron la decisión de regresar a su ciudad y a su casa, tras diez años en las Canarias y con una hija a punto de entrar a la universidad. Ester se lo informó a los inquilinos y estos reaccionaron de malas maneras. No querían irse del chalet. El contrato de alquiler expiraba en noviembre de 2023 y contemplaba que, en caso de querer volver antes, los inquilinos tenían un plazo de cuatro meses para irse. «Pedimos a la inmobiliaria que les mandara un burofax comunicando de forma oficial que tenían que abandonar la casa», explica la protagonista. Aquí llegó el primer problema. «En lugar de los dos meses que habitualmente suelen contemplar los contratos para abandonar una vivienda, las fincas habían prorrogado el plazo a cuatro meses», explica Ester. El matrimonio tenía que buscarse la vida, al menos, hasta marzo de 2024.
Josep y Ester decidieron entonces presentar una demanda por incumplimiento de contrato, ya que pedían recuperar su vivienda por una cuestión de necesidad. No tenían donde ir. Los inquilinos, sin embargo, dilataron el procedimiento y finalmente alegaron que los propietarios no necesitaban la casa. «La vista previa se celebrará de aquí un año, en noviembre de 2025. No podemos estar un año viviendo así», explica, desesperada, Ester, quien asegura que, a diferencia de ellos, la familia que está ocupando su casa cuenta con un piso de propiedad en el barrio de Bonavista.
Vivir en 25 metros cuadrados
El matrimonio se vio obligado a camperizar una furgoneta y a vivir en una especie de cochera de apenas 25 metros cuadrados. «Menos mal que teníamos un garaje en La Floresta. Era eso o vivir en la calle», explica Ester, quien añade que «nadie nos quería alquilar nada. Mi marido está parado y yo trabajo un 24% de la jornada». Se pensaban que la situación se alargaría unos cuantos meses, pero ahora ven que la cosa va para largo. «No podemos seguir así. Nos tenemos que duchar a trozos y pasamos frío», aseguran.
Josep y Ester ven como, a escasos 150 metros, otra familia disfruta de su chalet. «Nos da mucha impotencia pasar por delante de nuestra casa y ver como hay ocupas que disfrutan tranquilamente de nuestra casa, mientras nosotros tenemos que vivir en una furgoneta, sin los servicios básicos», añade Josep.
Además, con este panorama, la hija del matrimonio decidió alquilarse una habitación en el centro de la ciudad. «Para mi es muy importante poder recuperar mi casa. No solo para hacer vida normal, sino también para poder volver a juntar a mi familia que, ahora, está rota y separada. Les hecho de menos», insiste Ester.
El matrimonio pide que la justicia vaya más rápido y que los plazos se agilicen de una vez por todas. «No puede ser que no se tengan en cuenta las condiciones de las personas a la hora de celebrar un juicio. Necesitamos recuperar nuestra casa, ducharnos con tranquilidad y poder despertarnos en una cama», dice la protagonista.