El archivo del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (COAC) en Tarragona está en pleno proceso de ebullición. Cajones, cajas y estantes están repletos con los más de 5.100 documentos que el 1 de diciembre de 2022 los hijos del arquitecto Josep Maria Jujol cedieron a esta institución, después de una larga contienda por la que pujó fuerte el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).
Con «discreción» y «silencio», los arquitectos ganaron la partida y podían hacerse con el legado de quien fue uno de los profesionales más ilustres que ha dado esta ciudad. «El Col·legi lleva desde los ochenta reconociendo el trabajo de Jujol», alega el presidente de esta institución en la demarcación, Jordi Romera.
Ya en 1989 empezaron a ocuparse de la restauración de la Casa Ximenis, haciéndose cargo de los honorarios del proyecto, y un año más tarde negociaron con el Ayuntamiento de Tarragona para evitar que se perdiera el cine del Metropol, después que estaba a punto de cerrarse una operación que pretendía convertir el espacio en una zapatería.
Así es que, cuando en 2017 los hijos del arquitecto donaron definitivamente una parte del archivo profesional al colegio, desde Tarragona enseguida tuvieron claro que estos documentos debían venir a la ciudad.
El fondo incluye los dibujos arquitectónicos de este colaborador de Gaudí en Barcelona y provincia. Consta de proyectos que van desde la arquitectura religiosa, al interiorismo, pasando por edificios comerciales e industriales. Así, por ejemplo, pueden verse las diferentes versiones que hizo de la iglesia de Vistabella o su carpeta de estudiante, además del dibujo que hizo de la fuente de la plaza de España en Barcelona.
Muy frágiles
En algunos casos son simples líneas trazadas sobre un papel, en otros edificios con todos sus detalles. Sin embargo, un elemento común es que si la obra de Jujol ya se considera rompedora por el uso del reciclaje que hacía de los materiales, cuando concebía sus bocetos también era así.
«Dibujaba en todas partes de forma compulsiva, ya sea en trozos de papel o en una factura y esto es lo que hace que haya soportes extremadamente frágiles», indica Ignasi Pagès. Dibujo sobre dibujo iba perfilando su obra y todo el proceso puede entreverse en unos documentos en los que no faltan cálculos y anotaciones por todas partes, incluso algunas en latín. Estas permiten conocer incluso la relación que mantenía con los profesionales que le proporcionaban los materiales.
«Los arquitectos podemos ver todo el proceso creativo e incluso cómo funcionaba su mente y cómo pensaba», indica Romera. Sin embargo, este galimatías dificulta enormemente el proceso de catalogación, en el que se hace una descripción de cada uno de los documentos y se digitaliza para preservar su conservación.
El objetivo es que «cuando esté todo acabado podrá consultarse desde la web del colegio, ya que debemos velar para que algunos de estos papeles se toquen lo menos posible», indica Neus Reverté, archivera del COAC.
El proceso se inició antes del verano del año pasado y ya se han catalogado cerca de 1.500 documentos, por lo que se prevé que a finales de este 2024 podrá acabarse con este trabajo. Tan solo faltará alguna carpeta que la familia se había quedado y sobre la que tendrá que hablarse con los descendientes, después que a mediados del pasado mes de diciembre falleciera Josep Maria Jujol hijo.
El Arxiu Jujol
Asimismo, está previsto que cuando finalice todo este proceso el Col·legi Oficial de Arquitectes de Catalunya en Tarragona también reciba los 108 expedientes que tiene esta institución en la sede de Barcelona, en la que todavía hay 997 planos.
Para los arquitectos, la custodia y preservación de todos estos documentos responde a la voluntad que abordar de una vez por todas una vieja asignatura pendiente de la ciudad, como es el Arxiu Jujol. El espacio que proponen es la Casa de les Ànimes, un inmueble propiedad del COAC, que están dispuestos a ceder si las administraciones se involucran y contribuyen en impulsar el proyecto.
Durante el pasado mandato ya se tenía el compromiso de la Diputació y el Ayuntamiento, que cada uno ponía un tercio de los dos millones de euros, en los que se estimó la inversión. Faltaba el ‘sí’ de la Generalitat que «no llegó a concretarse», según Romera.