Dolores Martínez, una vecina del barrio del Port, se queda mirando las escaleras y se queja de que «parece que haga una década que no limpian ni arreglan esto». Acto seguido, se da la vuelta para sentarse en uno de los bancos de la plaça dels Carros. Es una de las vecinas afectadas por unas escaleras mecánicas inoperantes. De las cuatro que hay en el paso subterráneo, ayer solo funcionaba una de ellas: las de bajada por la parte del Port. «¡Milagro!», exclama Dolores.
La escena es de una dejadez que duele describir. Una notable cantidad de hojas de árbol secas se amontona en la parte inferior de alguna de las escaleras. Un molesto ruido, entre hojarasca que rebota y de motor, emana del único de los elementos operativos.
Desde el temporal que azotó Tarragona durante la jornada de Santa Tecla, parece ser que la vida de casi todas las escaleras ha llegado a su fin. Y de los ascensores. Ninguno de ellos va. Sin señal en el de plaça dels Carros, ni en la entrada superior, ni en la inferior. Sin respuestas en el ascensor de la parte del Port. Inoperante arriba y, abajo, con la puerta abierta, una luz tenue indica un ligero atisbo de vida electrónica. Al pulsarlo, ningún resultado. En su interior, una caja de cartón, un cojín rojo y, por supuesto, más hojas secas.
Xavier Gomis, un transeúnte habitual de la zona, apunta que desde hace unos meses, «las escaleras ni están ni se las espera». Además, considera que el paseo soterrado «da una imagen nefasta a los alrededores». Ciertamente, el estado del espacio inferior no es mejor que el de las escaleras, con paredes rotas por golpes, dejando ver el interior del muro. Gomis considera que estaría bien trabajar en arreglar estos desperfectos para dar un poco de «alegría y vistosidad» a un espacio que define como «dejado y desangelado».
Una década después de su inauguración, parece que las escaleras han traído más quebraderos de cabeza que soluciones. Francesc Pla, vecino, asegura que su instalación fue «una buena medida que ayudaba a adecentar la zona y conectarla con el Port con seguridad». Ahora, Pla se indigna al hablar de la situación. «Cuando no falla una, lo hace la otra, y cuando no son estas son las del Palau de Congressos, aunque las de la Plaça dels Carros se llevan la palma».
Para Joan Fernández, que pasea cada día por la zona con su perro, las escaleras «dan una imagen muy pobre de la ciudad para aquellas personas que pasan por aquí para ir a la playa». Fernández se queda mirando las escaleras que no funcionan y sentencia: «lo que no logro a entender es cómo el anterior ayuntamiento instaló unas escaleras de interior en una zona exterior». Para este vecino, a lo mejor la solución podría pasar por «tapar las escaleras con alguna construcción fija»
Los vecinos
Desde la Associació de Veïns del Barri del Port están más que descontentos con esta situación. Su presidenta, Mari Carme Puig, lamenta que «somos un barrio que vive cerca del mar pero de espaldas al mismo». Esta situación incomunica las dos zonas, siendo la única opción de pasar de un lado a otro, pasando por el túnel del Serrallo.
Desde la entidad vecinal aseguran haber hablado con el ayuntamiento, pero la respuesta es la misma. «Tiran balones fuera». Puig quien añade que «nos dan la razón, pero no queremos la razón, sino soluciones». Con el caso de las escalas del carrer Vapor, Puig explica que «el anterior ayuntamiento respondió algo similar al actual, que las escaleras son de interior y no de exterior».