El cóctel es peliculero: cochazos, chalets de lujos y zulos para esconderse. También hay Camorra, ostentación y droga, mucha droga. Y blanqueo, mucho blanqueo de dinero. Los rasgos clásicos de la mafia y la banda organizada también se perciben en Tarragona, algo así como el paraíso para esta delincuencia a gran escala.
El sol y la playa atraen al delincuente; también la oportunidad de camuflarse entre paisanos y pasar desapercibidos. La buena climatología siempre es un refugio para la mafia en particular y para todas las bandas organizadas en general.
Tarragona es la séptima provincia de España en las que operan más grupos de crimen organizado. El Ministerio del Interior estima que entre 31 y 50 bandas están activas en la provincia, a la altura de Murcia y Sevilla, y por detrás de Valencia, Alicante, Cádiz y Málaga, y las dos primeras, Barcelona y Madrid, por donde se desenvuelven más de 100 grupos de esta índole.
Delitos en la costa
En total, Interior tenía registrados a finales del año pasado 444 grupos en toda España. El panorama sobre estas mafias que acaba de mostrar el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco) en el informe de 2016 confirma la inercia de los últimos años: una actividad delictiva sesgada claramente hacia las provincias del litoral mediterráneo y de la que Tarragona no queda al margen.
Los ejemplos del año pasado son variados: la Operación Usura, un golpe a la mafia rusa en Cambrils, Salou y Reus; la Operación Pande, donde se detuvo al capo de una banda internacional de narcotraficantes que residía en Roda de Berà; o la Operación Metallica, en la que se pudo dar caza en Calafell a un hombre vinculado a la mafia Ndrangheta, de Calabria (Italia). No se trata de un grupo o banda cualquiera. En la categoría de crimen organizado entran aquellos clanes que reúnen cuatro requisitos: estar formados por un mínimo de tres personas, tener una actividad prolongada en el tiempo, cometer delitos graves y aspirar a un beneficio económico o poder a través de sus acciones.
Hay otras características básicas: uso de la violencia, blanqueo de capitales, corrupción de autoridades públicas o privadas, empleo de estructuras económicas y comerciales, asignación de labores específicas para cada miembro y extensión más allá de las fronteras. Otra actuación emblemática y perteneciente al año pasado fue la desarticulación de un grupo rumano que actuaba en Tortosa y dedicado a la estafa y el blanqueo. A este caso hay que añadir la ostentación que se hacía en redes sociales. Los rumanos detenidos exhibían incluso en videoclips el tren de vida que llevaban: coches de lujo, boxeo y fiestas en un local nocturno repartiendo billetes de 50 euros.
Tarragona es la segunda provincia catalana con más bandas, por detrás de Barcelona. En las comarcas tarraconenses se ha producido un aumento. Si en 2015 estaba en la horquilla entre los 21 y los 30 grupos, el saldo en 2016 muestra ese incremento, ya que Interior estima que entre 31 y 50 bandas están operativas.
Pasar inadvertidos
Tarragona también ha destacado en los últimos años como una de las provincias con más arrestos de fugitivos extranjeros. «Los fugados suelen elegir la capital y provincias de la costa mediterránea porque en ellas residen grandes colonias de ciudadanos extranjeros, lo que les facilita pasar inadvertidos», sugieren desde la Guardia Civil.
¿Qué lleva a los delincuentes internacionales a establecerse y operar en lugares como la Costa Daurada? Motivos heterogéneos y, en palabras del teniente coronel Luis Peláez, de la Jefatura de Policía Judicial del instituto armado, en apariencia «triviales» y prácticamente comparables a las motivaciones turísticas para elegir lugar de verano.
Según fuentes de la Guardia Civil, el buen clima –factores como el sol y la playa– es uno de esos alicientes pero, sobre todo, la posibilidad de pasar desapercibido entre las colonias de ciudadanos extranjeros instalados en el lugar en cuestión. A un latinoamericano, por ejemplo, le resulta más fácil «camuflarse» entre sus numerosos paisanos que residen en nuestro país, como también a un británico o un alemán le permite escabullirse mejor mezclarse con ciudadanos de su nacionalidad en la Costa del Sol o en los archipiélagos, donde son claves las colonias de extranjeros.
A pesar de la abundancia de estas actividades, el Ministerio saca pecho de la lucha contra el crimen organizado. En 2016 hubo 5.356 arrestados, un número de detenidos que acumula cuatro años consecutivos de descensos –en contraste con los 6.460 de 2012–. Sin embargo, el negocio que se mueve es ingente. El pasado ejercicio, los agentes les intervinieron efectos por valor de 171 millones. Entre otros, 1.717 vehículos, 125 embarcaciones, 9 aeronaves, 182 inmuebles y 16,6 millones de euros en efectivo.