¿Se imaginan dar la vuelta al mundo en un velero sin poderse mover de la cubierta, durmiendo y haciendo vida las 24 horas al día a la intemperie, teniendo prácticamente un metro cuadrado? Es el escenario en el que durante prácticamente tres años tuvieron que sobrevivir los 18 hombres que en 1522 se enrolaron en la Nao Victoria, capitaneada por Juan Sebastián Elcano, para dar la vuelta al mundo. Comenzaron otras cuatro naves, pero solo ella llegó al puerto de origen: Sevilla.
La réplica de la nave, que se realizó con motivo de la Expo 92 de Sevilla, tiene una eslora de 26 metros y una manga de siete. La construcción comenzó en marzo de 1991 en Isla Cristina (Huelva). Durante ocho meses, carpinteros de ribera e ingenieros trabajaron en su construcción con el máximo de rigor histórico.
Desde ayer, una réplica exacta de la Nao Victoria se puede visitar en la zona de Marina Tarraco –ya estuvo en Tarragona en junio de 2021– . Lo único que se ha cambiado es la zona de la bodega. Y es que en el navío original, los ‘sótanos’ no eran habitados sino que es donde se guardaban los alimentos, los animales, víveres, el agua, el vino, etc. Para entrar y salir de los puertos dispone de motor.
Ahora, la mayor parte está ocupada por los camarotes de la tripulación, mientras que la parte central hay unos mapas sobre la primera vuelta al mundo y también otro con la que hizo esta réplica en 2004. En este caso, estuvo dos años en el mar, con una tripulación de 20 hombres, recorriendo 26.894 millas, y haciendo escalas en 17 países de cinco continentes diferentes.
Durante las travesías, siempre que haya viento de popa, navega a vela.
En la cubierta
El único que disponía de sus propios aposentos es el capitán. Se puede ver cómo eran sus aposentos y, para ambientarlo, se han añadido algunas espadas y una mesita. La tripulación dormía, comía y hacía su vida en la cubierta, a la intemperie. Ese es uno de los aspectos que más sorprende a los visitantes.
Cuando uno visita el barco, uno de las partes que busca es el timón. Por mucho que lo busquen, no lo van a encontrar, porque se inventó un siglo más tarde. El sistema de gobierno del siglo XVI era el pinzote, una especie de palanca vertical con la cual se gobierna el rumbo del buque. A veces, para navegar, se precisas de hasta tres personas para poder seguir el rumbo deseado.
El visitante puede realizar el recorrido por su cuenta. Para ello, cuenta con seis códigos QR con explicaciones sobre las historia y las zonas, así como carteles explicativos y también se puede contar con los comentarios de la tripulación.
La tripulación oscila entre 12 y 16 personas –actualmente son 15–, que viven en la nao.
«Vete al carajo»
Expresiones que actualmente son todavía se hacen servir actualmente provienen de aquella época. Por ejemplo, cuando se dice «salvados por los pelos» hace referencia a que los marineros tenían el pelo muy largo y, cuando caían al mar, eran agarrados por sus pelos.
Ah, y si les envían al «carajo», que sepan que es la pequeña canasta de madera que el palo mayor del buque tenía en su punto más elevado. Cuando un marinero se portaba mal, se le enviaba a estas alturas. Muchos se caían de la canasta porque iban borrados de las extrañas mezclan que hacían.
Ahora, los que la quieran ver lo pueden hacer hasta el próximo 6 de abril. Las visitas son libres –suelen durar entre 20 y 30 minutos– aunque durante los atardeceres de entre el 31 de marzo y el 2 de abril, a las 19.15 horas, habrá un programa de visitas guiadas. El precio de estas visitas es de 6 euros los adultos y tres los niños de entre 5 y 10 años.
Si la visita es libre –de 10 a 20 horas–, el precio es el mismo. Hay un pack familiar –dos adultos y un niño de entre 5 y 10 años– de 15 euros , y también precios especiales para grupos de escolares.