Más de la mitad de los contratos indefinidos firmados por mujeres en Tarragona durante al año pasado eran de jornada parcial. Son, en concreto, 12.400 de un total de 22.200, aproximadamente el 56%. Es una arista más de la brecha laboral. Ese dato contrasta con el de los hombres, donde únicamente el 27% de vínculos laborales son de ese tipo.
Son los datos oficiales del Ministerio de Trabajo, que ilustran un desequilibrio en todos los ámbitos. Es palpable, por ejemplo, en términos de estacionalidad. De junio a agosto, en temporada alta, ellas firmaron 2.587 contratos indefinidos a jornada completa y 3.389 a parcial. Los hombres suscribieron 5.680 contratos completos y solo 2.382 parciales.
Si el foco se amplía y se incluyen todo tipo de contratos, no solo los indefinidos, los datos del Observatori del Treball de la Generalitat indican que casi 39.000 de los 82.597 firmados durante todo 2022 en el Camp de Tarragona eran a tiempo parcial. Es el 47%, prácticamente la mitad.
Más elevado es ese porcentaje en las Terres de l’Ebre. Ahí 9.651 contrataciones del total de más de 19.100 del año pasado tuvieron un carácter parcial. Es justo la mitad.
Pese a la reforma laboral desplegada durante todo 2022, la brecha sigue existiendo y se erige, un año más, en motivo de reivindicación para salir a la calle este 8-M, junto con la violencia de género, los delitos sexuales o el machismo en sus diversas manifestaciones.
Según algunos indicadores, esa brecha es incluso mayor que antes de la pandemia. Ellas cobran de media 5.221 euros menos al año en Tarragona, según las cifras de 2021, último año disponible, de la Agencia Tributaria. Es un incremento respecto a 2020, año de irrupción de la pandemia, cuando esa separación entre géneros se ubicaba en 5.095 euros. Así, después de años de reducción, esa distancia se ha vuelto a ampliar y continúa sin bajar del umbral de los 5.000, al menos en 2021.
Queda mucho, pues, por hacer, aunque ha habido avances. En 2017 ese desfase se ubicaba en 5.512 euros. Un análisis más en perspectiva muestra el progreso de la última década. En 2007, en los últimos coletazos de la bonanza económica previos al estallido de la burbuja, la diferencia entre hombres y mujeres se enfilaba a los 6.800 euros, según esa estadística de la Agencia Tributaria.
El nombre de los puestos
Pero más allá de estas cuantificaciones numéricas, el agravio salarial tiene otros rostros y se muestra en ocasiones con aspectos diarios algo más sutiles. «Aparte del salario, hay un factor invisible que tiene que ver con las nomenclaturas de los puestos», denuncia Maria Rosa Llurba, presidenta de la Associació de Dones Jubilades i Pensionistes de Tarragona.
Llurba aclara: «Un hombre y una mujer hacen el mismo trabajo en una fábrica, pero sus puestos tienen nombres distintos para pagar menos a ella. Por ejemplo, al hombre que lleva la máquina se le denomina torero y a la mujer empleada de almacén o algo por el estilo. Tienen nombres diferentes para pagarles menos a ellas pero la labor es la misma».
Para Llurba, «hablamos mucho de brecha salarial, hacemos jornadas y discursos, pero en el momento de la equiparación, de la equidad efectiva, no es algo real». Llurba sostiene que «no hemos progresado al mismo ritmo en que lo ha hecho la sociedad», y apunta al parón provocado por la Covid: «Muchas mujeres volvieron a casa, porque su trabajo se acabó o porque tuvieron que cuidar a los suyos, y no han regresado al mercado laboral».
Más datos para una radiografía en clave tarraconense: el 59% de los parados en la provincia son mujeres, los hombres aglutinan el 87% de las nóminas más altas –la franja que reproduce más de diez veces el Salario Mínimo Interprofesional– y ellas concentran el 54% de los sueldos en el estrato más bajo, el que ni siquiera llega al umbral de ese SMI. La presencia masculina crece cuando llegan los tramos salariales más altos.
Llurba indica que «la mayor parte de ese desequilibrio se acaba notando en la jubilación». Así lo corroboran las pensiones, según las estadísticas de febrero de la Seguridad Social. La pensión media de jubilación de los hombres se situó en 1.570 euros y en las mujeres en 975, un 38% menos. El desfase se ve también en las pensiones totales: 1.441 euros mensuales en el caso de ellos y 910 para ellas. Es un 37% menos.
Tomasa Guerrero, responsable de mujer y políticas LGTBI+ de CCOO en Tarragona, admite que «se ha notado una cierta mejora en los últimos años pero la tendencia es muy lenta, cuesta mucho avanzar». Guerrero reconoce que «estamos intentando que las empresas suban los salarios y que apliquen los planes de igualdad, porque son la herramienta más fuerte que tenemos».
Guerrero apunta a una de las claves: «Todo empieza en casa, en el cuidado a los dependientes o a las criaturas, todo eso recae en las mujeres, que son las que se acaban cogiendo las excedencias, las bajas por maternidad o la reducción de jornada. Por eso tenemos que avanzar en políticas de responsabilidad para que esos cuidados no recaigan siempre en las mujeres y por eso son tan importantes los planes de igualdad».
Ana Isabel Jiménez-Zarco, profesora de los estudios de Economía y Empresa en la UOC, cree que «vamos mejorando poco a poco en la brecha pero queda camino por recorrer». Para la docente, es una cuestión de «cultura y de tipo de tejido empresarial» tanto en España como en Catalunya: «El perfil mayoritario que tenemos aquí es el de micropymes o pymes, y no es la gran corporación, donde la cultura de la igualdad puede estar más avanzada».
Para Jiménez-Zarco, «prima mucho la mentalidad del emprendedor y del empresario que cuando está invirtiendo su dinero busca a un trabajador más estable, más a largo plazo, a alguien que ‘no le vaya a fallar’». La profesora pone un ejemplo: «En una pareja donde haya igualdad, a quien llaman desde el colegio si el hijo ha tenido algún problema es a la mujer. Eso persiste en la mentalidad empresarial y cuesta cambiarlo».