Hubo una época en que la mayor parte de locales abiertos en la Part Alta de Tarragona no eran restaurantes ni, mucho menos, tiendas de souvenirs, sino prósperas bodegas. Así lo cuenta Julio Villar-Robles, en el Carrer Comte (o Pilon’s street) a la puerta de un conocido restaurante. Allí mismo hubo hasta los años setenta una conocida bodega de la que hoy apenas quedan indicios más allá de la amplitud del portal para que pudieran entrar los carros.
La visita guiada (que se repetirá esta mañana) forma parte de los actos de la octava edición de La Embutada. La iniciativa, organizada por la asociación Santa Teca junto con el Ayuntamiento de Tarragona, nació con la idea de recordar la época en que acababa la fermentación del vino y la gente se acercaba a las bodegas a probar el primer vino de la temporada (el vi novell). Una de las peculiaridades es que para probarlo se usaba un embudo que iba pasando de mano en mano y que es una peculiaridad única del Camp de Tarragona.
Pero mejor ir por orden, Villar-Robles recuerda que el cultivo de la vid llegó a Tarragona de la mano de los romanos. Y vaya si el vino tarraconense recorrió mundo que en unas excavaciones arqueológicas realizadas en el estado indio de Karala se encontró un ánfora que llegó a transportar vino tarraconense.
El recorrido pasa por las calles de la Part Alta donde hay documentada la existencia de bodegas, algunas incluso del siglo XVI. Para acompañar las explicaciones, los miembros de Santa Teca van trasladando un carrito que, entre parada y parada, va ofreciendo a los asistentes la posibilidad de catar alguno de los vinos de este año.
La visita se centra en pequeños detalles, como los ganchos que todavía se conservan en las fachadas de muchas casas. Su función era facilitar el uso de poleas, pero también se usaba para colocar una rama de pino en señal de que el vino nuevo ya estaba disponible.
El siglo XVII fue la etapa dorada del aguardiente. Cuenta el guía que este auge tenía bastante que ver con la imagen que tenemos de las películas de piratas, y es que entonces era imposible tener agua potable durante las largas travesías en barco y por eso los marineros empleaban el aguardiente para higienizar el agua (o beberla, directamente).
A finales del siglo XIX el aguardiente dio paso a la producción de vinos, esta vez más elaborados. Así lo demuestra el hecho de que en la Exposición Universal de Londres del año 1862, de los 189 expositores de vinos catalanes, 101 eran de Tarragona; en la de París de 1878 ya eran 216.
El recorrido hace una parada en el Antic Ajuntament, donde un grupo de actores ayuda a imaginarse a las familias que se hicieron ricas con los florecientes negocios del vino y el aguardiente, así como a sus trabajadores compartiendo el embudo de mano en mano. Había que ser rápido, porque quien se quedaba con el embudo vacío en la mano pagaba la ronda.
Aunque no hay que perder de vista que el alcohol causaba y causa más de una desgracia. No en vano una de las calles por donde pasamos albergaba una bodega conocida como ‘La puñalada’. Allí se sabe, por lo que publicaba el Diari de Tarragona en 1911, que un pescador de Vilafranca acabó con la vida de un compañero de oficio de Valls.
Herederos de la tradición
El recorrido, como no, acaba en la Plaça del Rei para probar los vinos de este año que han traído los 34 cellers participantes: Bàrbara Forés, Carlania, Celler Sanromà, Tuets, Ficaria, Mas del Botó, Nini, Niu Celler, Mas Sabatera, Josep Foraster, Jesús Alonso-Oidà Celler, Un sol cel, David Baixas, Celler 9+, Comalats, L’Apotecari, Solà D’Ares, Constel·lats, Celler Dues Voltes, Tanca els ulls, Terra del Cister, Clos de Paguera, Celler Arrelats, La Vinaventura Vins, Nomada Wines, Entrevinyes, Escabeces, Anna Serra, Frisach, Gemma Miró, Vilalta Pere, Desantesos, Álvarez González Marcos y Finca Parera.
Todo acompañado de las propuestas gastronómicas de El Cortijo, La Clotxa, El Cup Vell, Forn Jordi Andreu, Quidel y el Llagut, y ambientado con música.
La feria termina siendo un lugar no solo para probar y comprar vino, sino para saber sobre todos los oficios relacionados. Un ejemplo es Jordi Arnabat, maestro botero, que muestra como da forma a la madera de roble y de castaño para construir sus barricas. Cuenta que comenzó como aprendiz en un taller y hoy se gana la vida gracias al oficio.
muestra de oficios
También hay una cestera tejeindo junto a su exposición con cestas de diferentes fibras, o un vidriero que ha trasladado hasta aquí su horno.
La copa de la feria parece de cristal, pero en realidad es de un tipo de resina que da el pego y además es reciclable. Pero para no perder la tradición también se puede comprar el tradicional embudo de latón. De hecho Berna Ríos, presidente de la Associació Santa Teca, cuenta que acaba de hablar con un enólogo que había ido expresamente a comprar uno para un cocinero de renombre de Zaragoza que había escuchado hablar el artilugio.
Las actividades siguen hoy con dos visitas guiadas gratuitas, la primera en castellano a las 10.30h y la segunda en catalán 12h, para las cuales es necesario apuntarse. A partir de las 12 del mediodía la Plaça del Rei vuelve a acoger la muestra de oficios y la cata de vi novell con los distintos productores. A las 13h arranca el servicio de restauración y desde las 13.15h, hasta las 14.45h. habrá un concierto vermut.