«La Política Agraria Común (PAC), nos ha complicado la vida, sobre todo, a nivel burocrático, ya que tenemos que repetir el papeleo para tres administraciones diferentes. Lo han hecho muy complicado porque quieren tenerlo todo controlado de una forma que es innecesaria». Jordi Miró, de Carlania Celler, es un payés de Barberà de la Conca, donde se encarga de las tierras familiares que un día pertenecieron a su padre y a su abuelo. En ellas trabaja la viña, el olivo y los melocotones de secano, aunque en estos tiempos teme que se pierdan las nuevas generaciones de agricultores.
Presupuestariamente, la PAC constituye la principal política de la Unión Europea (UE). Sin embargo, las protestas en su contra se han ido produciendo desde los años 80, ya fuera por la peste porcina, el sector lácteo o los precios en general. Miró cuenta que justamente a finales de los años 80 y durante los 90, la PAC sugirió plantar variedades de origen francés, lo que ellos llamaban nobles, «merlot, cabernet, syrah o chardonnay, en detrimento de las autóctonas. Muchos arrancaron viñas y se ha comprobado que ha sido un fracaso porque se compite con unas variedades que están en todo el mundo, en Francia principalmente, pero también en Sudamérica, Australia o Nueva Zelanda. Nosotros los escuchamos y plantamos merlot, pero no arrancamos macabeo ni parellada».
Actualmente, no obstante, Miró explica que no existe ninguna ayuda directa a la siembra como, por ejemplo, se produce en el cereal. «En los años 90 las ayudas europeas estaban vinculadas a este plan de reestructuración de la viña, una parte de subvención europea que se aplica en toda la UE. La reestructuración todavía continúa, aunque ahora podemos plantar lo que queramos, siempre y cuando estemos autorizados. Entonces, en las plantaciones se destina una parte de ayudas para el material que se necesita para emparrar la viña, pero son porcentajes cambiantes. Es decir, unos años fue del 40%, otros del 25% y si miramos atrás en el tiempo, había sido del 80% para renovar las viñas, ya que se estaba envejeciendo la viña en Catalunya».
Precios justos
Sin embargo, Miró hace hincapié en que si hubiera unos precios adecuados, «que pagaran por encima del coste de producción, no harían falta estas ayudas. Si la gente se ganara bien la vida no tendría que haber. Otra cosa sería puntualmente, como ahora que es un momento de sequía». Y es que como muchos otros payeses, uno de los problemas principales actuales es la falta de agua, aunque como destaca, «no podemos hacer nada. En relación a las ayudas por este tema, aquí todavía no han dado ninguna, están estudiándolas. No tenemos agua, no hay riego porque el agua del pueblo para consumo y para las granjas es agua de pozos, subterránea mientras que la del Ebre canalizada solo llega a la industria, no al campo».
El colectivo no se cansa de repetir en estos días de movilizaciones que cobran por debajo del precio de coste, por lo que es «el pez que se muerde la cola. Personalmente, creo que los que nos dedicamos a la viña somos los que menos subvencionados estamos porque es un producto del que después se elabora otro, el vino y es diferente».
En cualquier caso, Miró está convencido de que «los que nos dedicamos a la fruta somos una minoría, principalmente en la parte mediterránea y Europa, con la PAC, quiere que seamos cerealistas, que llegue la leche del norte de Europa, que el cereal esté en todos los países y la fruta, ya la traerán de fuera de la Unión».