A simple vista parece sólo un trozo de jardín florido, pero basta con quedarse unos minutos para percatarse de que está lleno de vida. Enseguida empiezan a sobrevolar gordos abejorros y alguna mariposa que, con suerte y un poco de buena vista, pueden identificarse gracias al cartel explicativo que hay en una esquina. En unos minutos de observación vemos desde una sencilla mariposa de la col hasta un ‘bufaforats’ que, por su larga trompa y rápido vuelo, recuerda a los colibríes.
Es el ‘Jardí de les papallones’ que inauguró hace un año la URV con la colaboración de Repsol. La buena noticia es que, pasado este tiempo, las mariposas no sólo vienen aquí a alimentarse sino que han criado. Así lo certifica el profesor Antonio de la Torre, técnico de gestión ambiental de la universidad y uno de los impulsores de la idea. Cada vez que tiene oportunidad se acerca al jardín, cámara en mano, a ver la evolución. Cuenta que, de la vistosa mariposa reina, por ejemplo, tuvieron tres generaciones el año pasado.
Plantas apetitosas
Todo este fenómeno ha sido posible gracias a que en el jardín se han plantado especies (tanto autóctonas como foráneas que se adaptan bien al clima mediterráneo) que dan flores a lo largo de todo el año para que los insectos liben su néctar. Se complementan, además, con plantas cuyas hojas resultan apetitosas a las orugas, como el hinojo, la ruda o las coles. El mantenimiento del espacio, de unos 200 metros cuadrados, no obstante, es mínimo, y los requerimientos de agua escasos.
El jardín ‘refresca’ la mirada de quienes salen de la biblioteca del CRAI, pero más allá de esa sensación, explica de la Torre, la intención es la sensibilización ambiental: «aquí estamos formando a los profesionales del futuro, la gente que tomará decisiones y no está de más que consigamos que tengan conciencia ambiental».
Predicen la calidad ambiental
Las mariposas, de hecho, son buenos predictores de la calidad ambiental porque la degradación de los hábitats provoca que no puedan completar su ciclo vital. La población de mariposas en Catalunya es ahora un 45% menor que hace 15 años, según datos de Catalan Butterfly Monitoring Scheme, un proyecto de seguimiento de las poblaciones de estos insectos.
La intención también es demostrar que los pequeños gestos son capaces de cambiar las cosas y, sólo con plantar las especies correctas, cualquiera puede atraer a mariposas a su casa. De la Torre, por ejemplo, vive en un piso en pleno centro y recibe en su piso la visita periódica de mariposas que también crían allí.
Al jardín se puede acceder mientras la universidad está abierta de lunes a viernes, aunque los fines de semana se puede observar desde arriba. El mejor momento para ver mariposas es a media mañana, entre las nueve y las diez, porque todavía están un poco ‘frías’ y su aleteo es más lento. Además ahora, en plena primavera es una buena época.
La experiencia del jardín de Tarragona ha sido tan positiva que se ha exportado a Reus donde está a punto de inaugurarse un espacio de similares características, aunque de mayores dimensiones, en el Campus de Bellisens.
Un jardín para la química
Además del jardín de las mariposas, en el mismo campus de Sescelades se encuentra el jardín de la química. Aquí, durante años, cada promoción plantaba un árbol de laurel, pero últimamente, por iniciativa del profesor Joan Carvajal, se ha decidido comenzar a sembrar plantas en un jardín que se irá ampliando. La peculiaridad es que a cada una de estas plantas les acompaña una placa explicando al menos una de las sustancias químicas que pueden obtenerse de ellas.