El rastro de las ruedas de los tractores en la calzada dejará huella. Esta semana, miles de payeses y payesas de todos los puntos del país han mostrado su músculo y han dejado claro que no pararán hasta que el sector logre sus tan ansiadas reivindicaciones.
Quieren paliar el golpe que la agricultura lleva años recibiendo: crisis, sequías, burocracia y demás dificultades que, según manifiestan, hacen casi imposible que alguien empiece desde cero a dedicarse al campo.
Seis campesinos y campesinas de diferentes edades y de diversos puntos de la demarcación de Tarragona cuentan su historia al Diari: explican cómo y por qué empezaron, qué ha cambiado desde entonces y cómo han vivido esta última semana, que tan especial ha sido para ellos y ellas.
Es la voz de la juventud y la de la experiencia. Una voz que se ha sentido históricamente invisibilizada y que ha aprovechado estas movilizaciones para hacerse escuchar. Para tomar la capital e intentar así concienciar a la población de cuál es su situación.
Advierten que no pararán hasta que el compromiso de las instituciones sea firme: el próximo martes, volverán a salir a la calle por toda Catalunya y muchos se citarán en el Port de Tarragona para protestar por lo que catalogan como «las importaciones de mercancías que hacen competencia desleal a los productos catalanes».
La cosa no se quedará ahí. El día 21 de febrero, llegarán hasta Madrid para concentrarse justo delante del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Ya al límite, el sector ha dicho basta. Muchos recuerdan cuándo empezaron a trabajar la tierra y manifiestan que entonces podían ganarse la vida y que ahora es cada día más complejo. Queda en el tintero lo que pasará con las próximas generaciones, que han demostrado esta semana que su fuerza es incorruptible.
Ester Gomis, Vilallonga del Camp: «Las mujeres payesas hemos estado muchos años invisibilizadas»
La de Ester Gomis es una historia curiosa: es hija de campesinos y creció en una casa donde la payesía lo es todo: «Pero nuestros padres nos dijeron a mi hermana y a mí que estudiáramos», recuerda. Ella hizo química y empezó a trabajar en la industria. «Cuando en el 2008, con veintisiete años, me quedé embarazada de mi primera hija, me dieron la patada y me encontré en casa de un día para otro».
«He vivido con mucha alegría que tanta gente haya despertado y se haya implicado»
«Iba a ver a mis padres, que aún trabajaban en el campo, y pensaba ‘cuando yo era pequeña, quería ser payesa’», narra. Al final, acabó cumpliendo su sueño de niña: trabajar de aquello que la hace feliz. Montó su propia tienda: Ca Rosset, que se dedica a vender la producción propia. Hace tres años, su hermana también se unió al negocio.
Afirma que «durante toda la vida ha habido mujeres que se han dedicado a la payesía, pero han estado muy invisibilizadas históricamente». Una dinámica que, según indica, ya está cambiando en la actualidad, pese a que apunta que «actitudes machistas las hay en todos lados». Confía en que las nuevas generaciones puedan darle la vuelta.
«Cuando era pequeña, siempre pensaba que, de mayor, yo quería dedicarme al campo»
«He vivido con mucha alegría que tanta gente haya despertado y se haya implicado en la lucha», afirma en relación con las protestas que se han llevado durante la última semana y que han llenado la ciudad de Barcelona de centenares de tractores.
Jordi Aixalà, Torroja del Priorat: «Cada año gasto en trámites 30.000 euros, y eso sin contar nóminas de trabajadores»
«Mi padre falleció cuando yo tenía catorce años y nuestro terreno no se utilizó hasta que yo cumplí los dieciocho, en el 1994, y empecé a recuperarla; en el 2001, entré como profesional», cuenta Jordi Aixalà, de Torroja del Priorat.
Ahora tiene 48 años y lleva treinta en el sector agrícola: «Cuando empecé, se podía vivir de esto, pero si no hubiéramos montado la bodega, tendría que cerrar». Fue en el 2005 cuando nació el Celler Aixalà i Alcait. A partir de 2008, con la crisis, dejó de vender parte de la vendimia, ya que muchos compradores no pagaban, y la dedicó toda a la producción de vino para la bodega.
«Lo que yo quiero es poder vivir de mi trabajo, y no depender de que me den o no una subvención o ayuda»
En la actualidad, vuelve a vender una parte: «En un año normal, podemos producir unas 25.000 botellas y vendemos veinte toneladas de cosecha a otras bodegas». No obstante, entre el golpe de calor de 2019 y las pérdidas de los últimos años, la situación es crítica.
«Lo tengo todo asegurado, pero es que doy trabajo a seis personas, he producido un total de 12.000 euros en valor de mercado y el seguro tan solo me ha pagado 5.800; y que quede claro que yo no quiero subvenciones ni ayudas, que lo que quiero es poder vivir de mi trabajo», denuncia.
«Necesito hacer entre diez y doce horas de papeleo a la semana»
«Necesito hacer entre diez y doce horas de burocracia a la semana», argumenta Aixalà, quien afirma que le gustaría ver cómo su hija continúa en el negocio, aunque admite que, de momento, lo ve algo complicado: «A veces pienso en vender», asegura.
Núria Brull, El Perelló: «Me emocionó mucho ver a tantos compañeros en Barcelona»
Núria Brull nació en la ciudad de Tarragona, pero explica que su familia tenía tierras en L’Ametlla de Mar y en El Perelló y que iba cuando era pequeña: «Desde que tengo memoria, recuerdo venir a hacer olivas».
Años después, se casó con un payés y, ya hace más de una década, con 38, empezó en el oficio. Hoy, se dedica a producir olivas y almendras ecológicas en unas fincas que se incluyen en el sello de la Reserva de la Biosfera de las Terres de l’Ebre.
Forma parte del sindicato Unió de Pagesos y afirma que cada día hay más mujeres en el sector: «Pese a que los hombres sean mayoría, yo siempre me he sentido muy respaldada», asegura.
«Esta ha sido una semana de mucho trabajo, muchos nervios y mucha tensión»
Lo que ve más complicado es el relevo generacional: «Es algo de lo que hablamos mucho, aunque me emocionó ir a Barcelona y ver a toda la juventud que salió con los tractores». «Si se le da valor al producto y podemos ganarnos la vida, habrá gente dispuesta».
Insiste en que «ha sido esperanzador ver a tantos compañeros en las protestas». «Cuando vi entrar a los tractores por la Diagonal, se me puso la piel de gallina y acabé entre lágrimas», confiesa Brull, quien agradece a los Mossos d’Esquadra del territorio «por su entrega total».
Admite que ha sido una semana de «trabajo, nervios y tensión», pero que le enorgullece la capacidad de organización que ha habido en todo el sector.
Joan Figueras, El Morell: «Mi abuelo trabajaba en el campo, mi padre también, y conmigo se acaba todo»
Con Joan Figueras, que cumple ochenta años, se acaba una familia de payeses: «Mi abuelo y mi padre lo eran, y yo seré el último». Tiene dos hijas, pero ya se dedican a otros trabajos.
«Ver imágenes como las de las protestas de esta semana me ha emocionado mucho»
Recuerda que, durante su juventud, estudió peritaje mercantil, pero explica que, con quince o dieciséis años, ya empezó en el tros: «Muchos éramos arrendatarios de los marqueses, que luego acabaron vendiendo las tierras». Así empezaron en El Morell. Poco a poco, para de esta manera labrarse un futuro.
«Cuando yo empecé, no te hacías rico cultivando la tierra, pero te ganabas bien la vida; aquí había melocotones y avellanas, aunque los melocotones se acabaron», comenta Figueras, que cultiva avellanas y olivas y que admite que las crisis de los últimos años han hecho bastante daño.
«Ha llegado un momento en el que la gente se ha cansado de aguantar»
«Nosotros empezamos con la mula y el carro y pudimos comprar los tractores cuando yo volví del servicio militar», narra. Opina que «en lugar de ir hacia arriba, todo ha ido bastante hacia abajo últimamente». Él se jubiló hace veinticinco años.
«Cuando yo empecé, no te hacías rico trabajando la tierra, pero podías ganarte bien la vida»
Manifiesta que «ha llegado un momento en el que la gente se ha cansado de aguantar». «Ver imágenes como las de las protestas que se han llevado a cabo durante esta semana me emociona mucho», indica este campesino, un hombre que ha dedicado toda una vida al campo y que ve cómo, en su caso, tener un relevo generacional será tarea difícil.
Rafel Verdiell, Amposta: «Soy agricultor por vocación; no me veo en otro lugar»
Los Verdiell son familia payesa desde hace ya muchas generaciones: «Sinceramente, nunca me he visto trabajando en un sitio que no fuera el campo», admite Rafel, que desde joven apostó por seguir la estirpe.
Explica que es y siempre ha sido «un apasionado de la naturaleza y del medioambiente». Con diez años, el pequeño Rafel ya ayudaba a sus padres en el huerto. Fue con dieciséis cuando empezó a formarse profesionalmente y con veintidós ya formó su propio negocio.
«Siempre he sido un apasionado de la naturaleza y del medioambiente»
Recuerda cómo, durante los 70 y los 80, en el Delta hubo una eclosión muy fuerte de hortalizas y verduras. Todo hasta que la salinidad del terreno le obligó a plantearse un cambio de orientación productiva para focalizarse en el arroz.
Con 62 años, cuenta que es «un privilegiado» por disponer de un relevo generacional. Tiene un hijo de veintidós que, ya a los dieciséis, quería incorporarse, y ha estado formándose para hacerlo.
«Para poder vivir de la tierra en la actualidad hay que tener una explotación más o menos grande; es muy difícil para alguien que no venga de familia payesa»
Argumenta que «para poder vivir de la tierra en la actualidad hay que tener una explotación más o menos grande; es muy difícil para alguien que no venga de familia payesa».
Verdiell también apunta que la normativa actual del sector en el territorio es un agravio comparativo con respecto a otros países, cosa que hace perder mucha competitividad a los productores locales.
Josep Llorach: «Siempre nos habíamos escondido y acatado órdenes»
Los hermanos Llorach son la voz de la juventud. Tanto Josep como Sergi, de veinticuatro y diecinueve años, siguen los pasos de su familia: «Ya hace treinta años que mi abuelo formó la empresa y, cuando mi padre y mis dos tíos se hicieron mayores, se unieron», explica Josep. Tocaban avellano, frutos secos y viña, además de realizar trabajos a terceros.
«A mi hermano y a mí la tierra nos ha gustado desde siempre, desde que éramos pequeños»
Cuando cumplió los dieciséis, empezó a incorporarse a la empresa: «A mi hermano y a mí la tierra nos ha gustado desde siempre, desde que éramos pequeños». «Es más, es que si no te gusta, no te dedicas, ya que es un trabajo muy duro», añade.
«Si, ahora mismo, un joven quiere empezar de cero, le va a ser muy difícil incorporarse»
«La suerte que hemos tenido nosotros es poder tener la empresa rodada y el apoyo de la familia», argumenta Josep, que también destaca que «si, ahora mismo, un joven quiere empezar de cero, le va a ser muy difícil entrar al sector porque vivir de la tierra es cada día más difícil». En consecuencia, han tenido que buscarse alternativas de negocio.
«Antes se valoraba más el producto, además de que los costes de producción no eran tan altos como ahora»
Afirma que está muy contento por las movilizaciones de esta semana: «Nos hemos unido y hemos salido a plantar cara; siempre nos habíamos escondido, habíamos acatado órdenes y nunca nos habíamos plantado». Los jóvenes payeses son la voz de la rebeldía y la valentía.