«Puede ser un perro pequeño, un yorkshire, y ser un perro peligroso», explica Aina Paredes, vicepresidenta de la sección de Derecho Animal del Col·legi de l’Advocacía de Tarragona. Verónica Araunabeña, vicepresidenta del Col·legi Oficial de Veterinaris, está más que de acuerdo, porque lo ha vivido en carne propia durante su trabajo: «Aunque algún dueño te mira como si estuvieras loca cuando se lo comunicas», reconoce.
Esta es apenas una de las muchas lagunas que suelen tener los dueños y conductores (la persona que saca al animal) de Perros Potencialmente Peligrosos, PPP. De hecho, una encuesta realizada recientemente por el portal de mascotas Toppercan entre 5.000 socios encontró que tres de cada cuatro usuarios reconocían desconocer la normativa que regula la tenencia de estos animales.
Se estima que el número de perros de estas características se ha duplicado en España desde 2013. En la ciudad de Tarragona hay censados 336.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que en la ciudad para tener un perro de estas características hay que contar con una licencia, para cuya obtención es necesario pasar por un examen médico, no tener antecedentes penales y contar con un seguro de responsabilidad civil. En la ciudad, según la ordenanza que entró en vigor hace unos meses, conducir un perro de estas características sin la respectiva licencia comporta una multa de 2.500 euros. Además estos perros, igual que el resto, deben censarse dentro del registro municipal, algo que no hay que confundir con la identificación con microchip.
Este año el Ayuntamiento ha creado un carnet para propietarios de perros potencialmente peligrosos que han enviado a todos los que tienen licencia. Dicho carnet deben llevarlo encima cuando portan el animal.
Pero antes de llegar a este punto, lo primero es plantearse qué habría que tener en cuenta antes de hacerse con un animal de estas características. Araunabeña señala que lo primero es saber que la persona cuenta con suficiente fuerza y capacidad física para manejar al animal.
Tan importante como esto, resalta, está el hecho de que deben tenerse conocimientos sobre cómo adiestrarles desde pequeños, «porque hay que marcarlos muy bien». Ante cualquier duda el veterinario tiene la responsabilidad de avisar del tipo de comportamiento del animal y lo remite a un etólogo, que es el encargado de hacer el diagnóstico y proponer las medidas oportunas.
En este punto, Paredes explica que uno de los errores frecuentes con que se topan es el hecho de encontrarse a menores de edad paseando a estos perros, algo completamente prohibido.
Como novedad, en la ordenanza de Tarragona se contempla la figura del paseador de PPP, para lo cual se debe contar con una licencia especial.
Siempre atado y con bozal
Donde sí hay un poco más de conocimiento es en lo que se refiere a cómo deben conducirse en el espacio público: atados con una correa no extensible de como máximo dos metros y un bozal adecuado a sus características. Esto debe cumplirse en todo momento, no les está permitido estar sueltos o sin bozal ni siquiera en el pipican, algo que ha sido criticado porque podría aumentar la agresividad de estos animales.
No obstante, «hay quien llega a preguntar si le pueden multar por llevar el bozal pero no tenerlo puesto», explica la abogada. Eso sí, hay que recordar que en Tarragona, con la nueva normativa, están prohibidos los collares con pinchos y las cadenas. En Tarragona llevar al animal sin el bozal puede suponer multa de 500 euros; dejarlo sin atar, de 800.
Pero aunque hay cierta conciencia sobre cómo conducirlos en espacios públicos, lo es menos que se deben cumplir ciertas condiciones cuando se tienen en casas, en un jardín, porque también están reguladas cuáles deben ser las condiciones para que no se pueda entrar o meter la mano en el recinto.
Igualmente de desconocido es el hecho de que está prohibido vender o entregar estos animales a alguien que no tenga licencia.
En este sentido, Marisa Rodríguez, directora de Toppercan, señala que es necesario conocer que la venta entre particulares está prohibida y resaltan que, si esto se persiguiera, muchas menos personas tendrían acceso a este tipo de perros. «El problema reside en que estos perros tan potentes tienen dueños que desconocen los problemas asociados a estas razas, no saben de adiestramiento ni las necesidades básicas del perro. Por ejemplo, un American Staffordshire Terrier es un perro que necesita mucho ejercicio físico, por lo que si no se ejercita adecuadamente es más que probable que empiecen los problemas de conducta por un tema de ansiedad».
Error de base
Tanto la abogada como la veterinaria consultadas insisten en que tanto las leyes estatales como la normativa legal tienen un problema de base y es asociar la peligrosidad con ciertas razas. «Un pitbull puede ser un solete», dice Araunabeña.
De hecho, la catalogación varía por municipios y mientras un dóberman en Tarragona debe ir con bozal, en Cambrils no.
Además Paredes apunta que hay estudios que demuestran que justamente todas las restricciones a las que son sometidos estos animales y la poca libertad de movimientos que tienen pueden ser perjudiciales para su bienestar físico y psicológico.