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Elegancia y tradición en el Corpus de Tarragona

La Part alta se ha llenado de vida y de colores durante la celebrción de l’ou com balla

02 junio 2024 19:45 | Actualizado a 04 junio 2024 20:49
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El ciclo anual y tradicional marca que, por Corpus, se tiene que subir a la Catedral. El regreso del junio ha coincidido este año con una explosión de buen tiempo que despierta todos los colores de la ciudad y la hace más bonita, más presentable.

Casi no importan los rincones abandonados y sucios. Quizá por eso la Part Alta de Tarragona se ha vuelto a llenar de vida y de gente en una imagen insólita: la de los turistas extranjeros compartiendo calle —y vestuario estival pero arreglado— con los tarraconenses más arraigados.

El claustro de la Catedral, tan apacible habitualmente, se ha convertido en un ir y venir constante de visitantes. La combinación científica del efecto Coanda y el principio de Bernoulli sólo se puede ver una vez al año en su máxima expresión, rodeado de flores y en un marco impagable como el claustro del templo.

La perspectiva entre la fuente, l’ou com balla y el campanario, sin nada más que algún que otro filtro para saturar el color, ha reinado entre los visitantes con usuario en Instagram. La fuente, engalanada para la ocasión igual que las visitas, se exhibía despampanante entre flores de colores y cerezas brillantes

Y el auténtico protagonista del día, el huevo vaciado y tapado con cera, ha saltado y bailado incansable, haciendo piruetas y salpicando a los niños como símbolo de la eucaristía y el nacimiento de la vida. O del verano, que en este caso, es lo mismo.

Los vecinos del claustro —carpas y tortugas— sobrellevaron con elegancia la sorpresa de tanta atención infantil mientras en los pasadizos del claustro todavía se encontraba algún rincón tranquilo sin gente pero con olor a incienso, ese olor indisociable de la Catedral aunque ser al aire libre.

Como buena tradición, no han faltado las coques amb cireres tan habituales en esta fecha. El Forn Tarraconense, en colaboración de un grupo de jóvenes, se encargaron de prepararlas nada más y nada menos que 800 unidades de coques.

Eso son muchas cerezas. Pero parece que fue el gran éxito de la mañana en la Catedral, con largas colas para hacerse con el postre y hasta con un trago de vino de misa. Un porrón de vino, por cierto, con asombroso acierto entre los que lo probaron.

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