Parecido a las primeras veces. Ese sentimiento extraño que se apodera de uno cuando repite algo después de mucho tiempo sin hacerlo. Eso es lo que quieren sentir los portants y la banda del paso del Descendiment de la Creu y su congregación. Mañana, Divendres Sant, será el día (siempre que el tiempo lo permita) en qué volverá a salir el misterio de Jesús siendo recogido de la cruz, después de haber estado guardado desde el accidente en la Setmana Santa de 2022.
El año pasado la congregación salió a la Professó del Divendres Sant pero solo la banda y algunos portants, ya que el paso se quedó en la iglesia. El accidente de un año atrás les obligaba a ser prudentes y por eso empezaron un largo proceso de reparación que acabó hace pocos meses. En junio del año pasado ya tenían el proyecto definitivo y en septiembre se desmontó la estructura y se llevó el chasis a un taller de Horche (Guadalajara).
Durante unos meses, ese taller experto en imaginería de semana santa (que ya ha tratado otras piezas de la celebración tarraconense) se encargó de arreglar la estructura dañada hace dos años. Además, se aprovechó para desplazar las ruedas, mejorar el sistema giratorio, cambiarle la plataforma por una más grande, añadirle mejores frenos y estabilizar el sistema de basculación.
«Hemos sumado en seguridad, estabilidad y espacio interior, ahora los portants van mucho mejor», asegura Jordi Folch, presidente de la congregación del Descendiment. Han aprovechado, además, para modificar el sistema interno para conseguir que la cruz baje más: «Es una estructura complicada, con la figura de José de Arimatea, sobre todo para salir de la iglesia de Sant Agustí», explica Folch. Se han hecho retoques de iluminación, que ahora es de led, y las baterías han pasado de ser dos de treinta kilos cada una a una batería de menos de 3 kilos, lo que supone más ligereza.
Mirando al futuro
Todo ello ha tenido un coste de unos 30.000 euros, entre la reparación base y las menores, como el arreglo de una de las tallas que se dañó al desmontar la estructura. Una inversión que ha aportado, en un 50%, la propia entidad, y el otro 50%, entre el Ajuntament, la Diputació y el Port de Tarragona. Estos últimos son los únicos que han pagado a día de hoy, aunque el papeleo para la subvención pública ya está hecho, por eso la Parròquia de Sant Pau, sede de la Confraria del Descendiment, ha avanzado la parte restante. «Esto nos ha dejado con poco dinero, los papeles están todos tramitados pero la cosa va lenta, lo devolveremos todo a la parroquia», dice Folch.
Ahora el presidente tiene en mente algunas mejoras futuras, sin precisar el calendario, que podrían aplicar en el misterio. Por ejemplo, una peana «más trabajada, con una decoración más apropiada para Tarragona y su origen romano, con el escudo de la congregación», apunta, o un estudio de la iluminación ya que «es un paso que se queda oscuro por la noche». Folch se muestra contento con las reparaciones y reformas hechas ahora, que se podrán ver en la procesión de mañana a falta de la previsión meteorológica, que ya ha estropeado algún que otro acto.
De momento, los portants ya han practicado con la nueva pieza y aseguran que van «mucho más ligeros y que notan las mejoras en espacio, frenos y giro, ahora es más fácil de llevar». Unos ensayos que han contado con la presencia de los expertos del taller de Horche para despachar los últimos retoques. A principios de este mes, aprovechando la presentación del opúsculo de la entidad, el consiliario bendijo la nueva peana.
Una esperada normalidad, una procesión ordinaria, sin accidentes ni ausencias, que el Descendiment añora desde antes de la pandemia. Folch asegura que el alquiler de vestas está en los niveles habituales, lo que significa que los que se fueron el año pasado a ver otras procesiones han vuelto y que han sumado nuevos miembros. «El ritual y la fraternidad es lo que tenemos que crear de base, sin eso no tiramos», dice él. Si eso no demuestra el compromiso y la estima de los cofrades, no lo hará nada.