La ciencia al servicio del ciudadano, en consonancia con los avances de la sociedad. Esta es una de las premisas básicas del Institut Català d’Investigació Química (ICIQ). Una transferencia de conocimiento incluida en su hoja de ruta y recogida, asimismo, en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), fijados por las Naciones Unidas en la Agenda 2030.
«La interacción con el exterior es una apuesta de la nueva dirección, con el Prof. Emilio Palomares y la Dra. Laia Pellejà al frente, y se centra especialmente en tejer relaciones con el complejo petroquímico más importante del sur de Europa, lo que se traduce en una colaboración fluida con la industria química y energética. Asimismo, entra el sector farmacéutico, que forma parte del nuevo paradigma que estamos construyendo», explica el Dr. Ignacio Manzanares, responsable del Departamento de Transferencia del Conocimiento e Innovación del ICIQ. Manzanares es uno de los investigadores que impulsó el Institut en Tarragona cuando echó a andar en 2003 y que ahora regresa para potenciar esta nueva etapa.
Tres son los pilares básicos de este escenario: conseguir colaboraciones industriales y patentes, desarrollar spin-offs, así como sensibilizar y formar al personal investigador del ICIQ generando vocaciones de emprendimiento tecnológico. «Vamos a salir a buscar las oportunidades», resalta Manzanares. Para ello, el instituto cuenta con unidades de transferencia de tecnología (KTT), en las que investigan profesionales especializados en trabajar con las industrias y sus necesidades de cada momento.
La innovación abierta se traduce en un trabajo interdisciplinario, en consorcios que dan lugar a registro de patentes, contratos de profesionales y creación de empresas de base tecnológica. «El origen de las patentes puede residir tanto en el ICIQ como en las industrias. En cualquier caso, una manera de explotarlas es creando una spin-off», manifiesta el responsable de Transferencia del Conocimiento e Innovación. Hasta el momento, del ICIQ han surgido tres spin-off, a las que se les ha acompañado en sus primeros pasos en el mercado. Son Orchestra Scientific, Treellum Technologies y Joltech Solutions.
Trabajo interdisciplinario
Paralelamente, el Institut dispone de unidades de desarrollo tecnológico que tienen como objetivo diseñar y desarrollar nuevos productos. Son Crysfroma, centrada en ofrecer apoyo al desarrollo del estado sólido farmacéutico y CSOL, enfocada a la catálisis. Si bien los proyectos tradicionales del Institut tienen que ver con la energía y es referente tanto en hidrógeno verde como en captura de CO2, actualmente se está abriendo a nuevos ámbitos, como el farmacéutico, sector en el que, especialmente, necesita de las sinergias con otras disciplinas. «Nosotros hacemos investigación química, pero debemos complementarnos con otras áreas como por ejemplo, la biología molecular o la clínica, ya que no es posible descubrir nuevos fármacos solo con conocimiento en química», sostiene Manzanares. Entre los proyectos propios en salud destacan dos, relacionados por un lado, con el cáncer y, por otro, con la resistencia a los antibióticos. En el primero se estudia la sintetización molecular para tratar la replicación de cromosomas. En el segundo, se sintetizan fármacos que superen la resistencia de las bacterias, un problema cada vez más acuciante en la actualidad. En este último campo, una de las relaciones más fructíferas es el proyecto con la empresa farmacéutica alemana AiCuris.
Tanto las patentes como las spin-offs y los contratos son maneras de buscar retorno financiero. «Las unidades KTT tienen que funcionar también como una cuenta de resultados. Es decir, el ICIQ recibe mucho dinero público, tanto de la Generalitat como del Gobierno o de fondos europeos y existe la responsabilidad, por parte del Institut, de transformar ese conocimiento y esos fondos de nuevo en dinero. No sirve únicamente investigar. El balance monetario se tiene que equilibrar. Es el compromiso social que existe con los fondos públicos», concluye Manzanares.