El día que Tarragona apagó su sed

Hace 90 años, un pozo empezó a suministrar agua a la ciudad a través de unas espectaculares tuberías

06 febrero 2022 11:00 | Actualizado a 07 febrero 2022 06:32
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«Nada más que un sueño muy lejano parecía para los tarraconenses la posibilidad de que la ciudad llegara a disponer algún día de un caudal abundante de agua potable que pusiera fin a su tradicional carencia de este vitalísimo elemento».

«Ayer, sin embargo, en forma admirable e incluso emocionante, quedó demostrado que lo que fue dificilísimo e incluso imposible para los Ayuntamientos de medio siglo de vida tarraconense, ha sido relativamente fácil para el primer Ayuntamiento de la República, pues en menos de un año ha llevado a cabo la obra por la que suspiramos inútilmente los tarraconenses, durante un largo período de gobernación monárquica».

Así describía el ‘Diari de Tarragona’ una obra vital para la época: la conexión de agua del pozo Franqués al depósito de la Oliva, lo que permitía aumentar el caudal que recibía la ciudad. Era el 10 de febrero de 1932. La II República se había proclamado apenas un año antes.

Tarragona paliaba por fin uno de sus grandes males: la escasez de agua. Los intentos a lo largo de la historia habían sido repetidos. Por citar un ejemplo, el 3 de diciembre de 1798, la ciudad, entonces de 9.174 habitantes, veía cómo el agua volvía a brotar de sus fuentes. Los arzobispos Santiyan y Armanyà habían impulsado las obras para traer el agua desde Puigpelat.

En esos casi 134 años, la población fue aumentado y con ella los problemas de suministro de agua. No es de extrañar que el 10 de enero de 1932 numerosos ciudadanos celebrasen por todo lo alto la inauguración del sistema de captación y elevación del agua del pozo Franqués al depósito de la Oliva.

El agua circulaba luego por unas enormes tuberías sustentadas en un acueducto que pasaba a escasos metros del cementerio. En la fotografía vertical que ilustra esta crónica pelacanyes se observa el acueducto. Por debajo transcurre ahora la calle Rovira i Virgili y lo que en 1932 eran terrenos llenos de vegetación hoy son pisos. Las tuberías aún pueden verse junto a las escaleras que suben a la Oliva.

La crónica publicada al día siguiente de la inauguración en el ‘Diari de Tarragona’ era exultante: «Por la tarde, un gran gentío se dirigió hacia la Oliva y fueron muchos cientos de personas los que quisieron visitar el depósito y ver cómo llegaba al mismo el agua nueva. La animación en aquel lugar fue, pues, grandísima y los comentarios no hace falta decir que reflejaban la gran alegría del pueblo, al ver desaparecidos para siempre la maldición y el tormento de la escasez de agua, que tan deprimido ha tenido el ánimo de los tarraconenses en las épocas de mayor agudización del problema».

La crónica destilaba un optimismo que, con el paso de los años, se antojó excesivo. Aquel «para siempre» duró solo unos años. Los y las tarraconenses de cierta edad recordarán que el agua que manaba del grifo era salada. No servía ni para beber ni cocinar. Tras ducharte parecía que te habías bañado en el mar.

Como escriben Jordi Piqué y M. Elena Virgili en Tarragona 1950-2000, itinerari visual, «la sobrexplotación de los acuíferos provocó la salinidad excesiva. Como consecuencia, una imagen que se convirtió en cotidiana fue la de los ciudadanos con garrafas para proveerse de agua buena en las fuentes condicionadas o construidas a este efecto».

Las fuentes y acueductos

Entre dichas fuentes, las de la propia montaña de la Oliva, el cementerio o la situada al pie de las escaleras de la catedral. Son tres de los elementos patrimoniales relacionados con el agua que recoge un estudio de 211 páginas que cataloga los acueductos, conducciones, depósitos, cisternas, fuentes, abrevaderos, pozos, molinos, norias, torres y respiradores de Tarragona, La Canonja, El Catllar y Els Pallaresos.

El catálogo fue elaborado tras un convenio entre la Empresa Municipal d’Aigües de Tarragona (Ematsa), el Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC) y la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura (ETSA) de la Universitat Rovira i Virgili. Se puede consultar en la web de Ematsa en el apartado de responsabilidad social corporativa.

La solución definitiva al suministro de agua en Tarragona llegó con el minitrasvase del Ebre, inaugurado el 1 de agosto de 1989 por el entonces president de la Generalitat Jordi Pujol, entre otras autoridades. Aquel día, Pujol aseguró que «hay agua para todos». Así se lee en la información del ‘Diari’: «En relación a las declaraciones del presidente de la Comunidad Autónoma de Aragón, Hipólito Gómez de las Roces, en contra del minitrasvase, Pujol restó importancia a las mismas indicando que ‘conozco bien al presidente de Aragón y sé que es una buena persona, pero no debe ni puede estar preocupado por esto, ya que nosotros no cogemos agua del Ebro sino que lo hacemos de los canales, que han sido revestidos, para que podamos aprovechar el agua que se perdía al filtrarse y este agua la hemos llevado hacia las comarcas de Tarragona. Comprendo su preocupación, pero hay agua para todos’».

Volvamos a 1932. El ‘Diari’ reflejaba la mala imagen que daba Tarragona: «Los tarraconenses de todas las ideas, estamentos y capacidades tenían en los últimos tiempos una aspiración y una necesidad: disponer de la cantidad de agua potable necesaria para la vida, para hacer esta menos penosa, y de sacar de encima del prestigio de Tarragona esa crítica, conocida casi en toda España, de su enojosa y repulsiva sequedad, que hacía escuchar de los labios de los forasteros y de los turistas frases que a todos nos hacían salir los colores a la cara».

«Afanas de prosperidad»

Seguía la crónica: «Conste, pues, que Tarragona, desde estos momentos, se siente otra. Que la ciudad se dispone a embellecerse, a agrandarse, a tomar un nuevo vuelo hacia sus afanes de progreso y de prosperidad».

Concluía el ‘Diari’, entonces prorrepublicano: «¿Quién debe guiarla? El Ayuntamiento republicano que le ha salvado de la ruina y la miseria de la sed». Tarragona cambió a mejor. No sabemos si con la guía de aquel consistorio republicano. Pocos años después llegó el golpe de estado franquista, la Guerra Civil y la represión. Pero eso es otra hitoria.

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