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El culebrón de los estudios exculpatorios

Las administraciones deben afrontar el problema si no quieren que las palomas se nos acaben comiendo

12 agosto 2024 15:06 | Actualizado a 18 agosto 2024 07:00
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El problema de las palomas está llegando a límites insospechados en la ciudad de Tarragona. Estas aves han arrasado con todo. Han ocupado calles y plazas y ya no tienen ningún miedo a la especie humana. Están en las murallas, en la fachada de la Catedral y en los parques infantiles. También en las terrazas de los bares. Sin ir más lejos, la semana pasada fui testigo de un episodio asqueroso.

Cerca de una veintena de palomas se comían el bocadillo que había dejado un cliente en una mesa de la Plaça Corsini. Alrededor estaba lleno de personas, que no se extrañaban al ver la escena. «Es normal. Convivimos con ellas cada día», decía un cliente. Las camareras, desesperadas, aseguraban no saber qué hacer para espantar a las palomas. «Intentamos recoger lo más rápido posible las mesas para que no vengan. Pero a veces no lo podemos evitar», explicaba una camarera.

Otra escena habitual es ver cómo estas palomas pasean a sus anchas entre las mesas y las sillas de las terrazas. Antes, salían volando al ver un ser humano. Ahora no. Se han vuelto más urbanitas y no les da miedo compartir espacios con nosotros. Se han acostumbrado.

También se han hecho con el patrimonio de la ciudad. En la fachada de la Catedral, en las murallas romanas, en la Torre del Pretori... Los monumentos están plagados. No pasaría nada si no fuera porque los especialistas en patrimonio aseguran que las heces de las palomas sueltan un ácido que es corrosivo. Se están cargando nuestra historia.

Tampoco podemos olvidar la suciedad que generan las cacas de palomas en las calles de la ciudad. Los servicios de limpieza pasan a limpiar y al cabo de diez minutos vuelve a estar todo sucio. No hay calle en la ciudad que se salve. Las cosas por su nombre: da asco caminar por algunos tramos.

¿Y qué nos ofrecen las administraciones competentes ante esta situación? Lo único que se les ocurre es encargar estudios para responsabilizar al otro de la presencia de aves. Hablo del Ayuntamiento y del Port. El Consistorio dice que la culpa es del Port, que funciona como comedor para estas aves. El Port, por su parte, ya ha decidido contraatacar y encargar otro estudio. Spoiler: el nuevo documento exculpará al Port y a sus empresas de alimentar las aves. Y así vamos pasando los días, los meses y los años, y Tarragona sigue infestada de palomas.

También os diré: no me extraña que nadie quiera mojarse en esta tema. Y es que la mayoría de alcaldes y de concejales que se han puesto al frente de este problema han sido denunciados por entidades animalistas. Fue el caso de Jordi Fortuny (ERC) y, ahora, del alcalde Rubén Viñuales y de la concejala Sandra Ramos. Se trata de un problema de difícil solución que, un día u otro, deberemos afrontar si no queremos que las palomas se nos acaben comiendo.

Cerca de una veintena de palomas se comían el bocadillo que había dejado un cliente en una mesa de la Plaça Corsini. Nadie se extrañaba de lo que sucedía.
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