El Casal Tarragoní está, ahora mismo, sin local social. La entidad, fundada en el año 1957 con el objetivo de difundir las sardanas y la cultura catalana, tuvo que abandonar, el pasado día 23 de mayo, su sede en el edificio de la Cooperativa Obrera Tarraconense, en la calle Fortuny, la que ha sido su casa durante estos 66 años de vida.
El motivo por el que entregaron las llaves de su despacho yace en los usos del mismo: «El espacio que ellos tenían, de unos 17 metros cuadrados, lo usaban como trastero, y nosotros les transmitimos, hace unos meses y sin ánimo de generar ningún conflicto, que el futuro de la Cooperativa sería reconvertir los espacios en puntos de trabajo donde hubiera entidades y empresas que dieran vida al edificio», expresa su presidente, Jordi Vinyoles. «Ellos no tienen actividad en nuestros equipamientos, ya que sus actividades son en el exterior», añade.
Desde el Casal confirman que la Cooperativa les comunicó que «querían convertir los espacios del inmueble en un estilo de coworking para que tuvieran vida todo el día», expresa el presidente del Casal Tarragoní, Jordi Grau, quien explica que sí que la asociación utilizaba el despacho como almacén, pero que allí también tenían lugar sus reuniones. Añade que, en marzo, «llegó un burofax, con fecha de noviembre, donde decía que el contrato vencía el 24 de mayo de 2023 y que, por lo tanto, debíamos hacer entrega de las llaves». Vinyoles apunta que, previamente, ya habían hablado acerca de la situación y de la nueva cara que la Cooperativa quiere darle al edificio.
Grau explica que han solicitado un nuevo espacio al Ayuntamiento, que, en marzo y fruto de la nueva ordenanza de cesión de locales, sacó las bases para tres establecimientos –uno en la avenida Andorra, otro en Sant Salvador y otro más en Sant Pere i Sant Pau–. Las asociaciones que deseen instalarse en alguno de ellos deben solicitarlo. El Casal Tarragoní ha pedido el de la avenida Andorra: «Seguro que, como nosotros, otras entidades lo habrán demandado», indica Grau.
Dificultades económicas
La cuestión económica es un problema recurrente para el Casal, que tiene unos ochenta socios y unos ingresos de poco más de mil euros cada año, además de las subvenciones que recibe por parte del consistorio, de la Diputació, del Port, de la Fundació Mútua Catalana y de la Federació d’Aplecs de Catalunya: «No nos podemos quejar de la colaboración de las instituciones, pero este dinero se va en la organización de todas las actividades que llevamos a cabo; si lo tuviéramos que utilizar para pagar el alquiler, no podríamos impulsar tantas acciones de divulgación cultural», explica Grau. «Nosotros somos una agrupación sin ánimo de lucro, nos es difícil pagar lo que nos piden de alquiler; antes, íbamos aguantando como podíamos, pero, por poco que haya un aumento anual, si ya nos costaba...», añade. Hace dos años, la entidad ya hizo un llamamiento pidiendo ayuda.
El coste del alquiler de todo el 2022 sumaba unos 2.000 euros, en total. Desde la Cooperativa, Vinyoles explica que «el motivo de la marcha del Casal no es económico, ya que el incremento del 2023 habría sido simbólico, pero el uso que se daba al despacho no corresponde con lo que queremos que sea el edificio; si quieren reunirse aquí una vez al mes, ningún problema». De hecho, Grau confirma que no se llegó a hablar de dinero: «Simplemente, recibimos el burofax que decía que abandonáramos la sede; nos avisaron y nosotros, sin suerte, de momento, hemos buscado alternativas», recuerda.
El Casal, por ahora, está a la espera de ver si consigue instalarse en un nuevo local en las próximas semanas.